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Antropología y hamartiología del espíritu humano.-
Dentro de la antropología, es decir, la enseñanza acerca del hombre, desde la panorámica cristiana hemos estado considerando distintos aspectos acerca del hombre.
Primero, el origen y la creación del hombre; segundo, la misión para la cual fue creado el hombre; tercero, la constitución tripartita del hombre en relación a la misión del hombre; pero también tenemos que introducir un nuevo capítulo que, con la ayuda del Señor, estaremos considerando desde aquí en unos próximos numerales, Dios mediante, y es la caída del hombre.
El hombre cayó; hemos de considerar primeramente, como lo hemos hecho, la creación del hombre, su misión y su constitución; ahora vamos a ver la caída del hombre, y como la caída del hombre afectó las tres partes del hombre, perjudicando la misión del hombre.
Entonces, Dios mediante, posterior a estas consideraciones, estaremos viendo la restauración del hombre a través de la salvación plena en Cristo Jesús, quien es el Verbo de Dios que se hizo hombre.
Entonces, siendo el hombre tripartito, con espíritu, alma y cuerpo, debemos considerar qué aconteció al espíritu con la caída. Primeramente comprendemos que el espíritu es el órgano de comunión con Dios, el órgano de aprehensión directa, el órgano de captación de Dios; el Espíritu de Dios entra directamente en contacto con el espíritu del hombre; en la primera carta de los Corintios, capítulo 6, verso 17 dice: "el que se une al Señor,
un espíritu es con él"; de manera que el espíritu del hombre es el que ha sido diseñado por Dios para entrar en contacto directo con el Espíritu de Dios. El espíritu humano es lo que hemos llamado: "el receptor de Dios".
El alma es a través de la cual el hombre debe interpretar y transmitir; el alma debe interpretar el movimiento de Dios en el espíritu, y expresarlo; y el cuerpo es aquel órgano que obedece los dictados del alma, que a la vez está bajo la dirección del espíritu.
Cuando el hombre se separó de Dios, entonces vemos que su espíritu murió; la Biblia dice que estábamos muertos en delitos y pecados; estábamos muertos, muertos en delitos y pecados; así nos lo enseña el apóstol Pablo en la carta a los Efesios, en el capítulo dos. ¿Qué clase de muerte era ésta? ¿Quería decir, acaso, que no teníamos sentimientos, que no teníamos emociones, que no teníamos voluntad? Pues no; nuestra alma parece que estaba muy viva, muy obstinada; inclusive parece que muy entregada a los placeres; nuestro cuerpo seguía respirando, seguíamos pensando, seguía caminando; entonces, ¿a qué muerte se refiere el apóstol Pablo cuando dice muertos en delitos y pecados? Se refiere a la muerte del espíritu; cuando el hombre pecó, el espíritu del hombre perdió la comunión con Dios, el contacto con la vida divina; el hombre fue destituido de la gloria de Dios; y al hombre, que había sido diseñado para comer del árbol de vida, le fue prohibido el camino al árbol de vida, y la vida divina pasó a ser extraña al hombre, y el espíritu del hombre murió.
En numerales sucesivos consideraremos otros aspectos, Dios mediante.
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