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Kenósis y concepción virginal.-
En contraste a la usurpación de Satanás, el Verbo de Dios, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; esto es la “Kenosis”, lo que en el griego se llama kenosis, o despojamiento del Señor. El estaba circunscrito a las circunstancias divinas; pero entonces se sometió a circunstancias y a condiciones humanas; de condiciones de Creador se sometió a condiciones de creatura, en cuanto Verbo encarnado de Dios,
El es Creador, El es Dios, pero en cuanto se hizo hombre, llegó a ser también creatura en cuanto a humanidad, no en cuanto a la divinidad. Ahora bien, esto tuvo su comienzo, como estaba profetizado, desde el vientre de una virgen; la palabra del Señor ya profetizaba en Génesis, capítulo tres, versículo 15, que el Señor decía que la Simiente de la mujer aplastaría en la cabeza a la serpiente.
Vemos, pues, que la palabra del Señor nos hablaba de la Simiente de la mujer; habría de haber, pues, un hombre nacido de la mujer sin la intervención del varón, el cual sería la Simiente de la mujer. La palabra de Dios se cumplió en el Señor Jesucristo. También Isaías 7:14 nos dice que Emanuel vendría por una doncella; pero doncella implica que sería una virgen que concebiría, por la que Dios se haría carne, Emanuel nos seria dado; Emanuel quiere decir: “Dios con nosotros”. He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un Hijo, un niño, y será su nombre Emanuel, Dios con nosotros.
El despojamiento del Verbo de Dios es continuado con la concepción virginal del Señor Jesucristo; se suele hablar de inmaculada concepción; pero aquí no estamos hablando de la inmaculada concepción de María, sino de Jesucristo; es decir que María, siendo virgen, concibió en su vientre por el Poder del Altísimo, por el Espíritu Santo, al Señor Jesús. El verbo de Dios, desde el vientre de la virgen María, tomó humanidad; comenzó a desarrollarse normalmente en el vientre de una virgen, conforme estaba profetizado; así se fue desarrollando hasta cumplir los nueve meses normales, y nació el primogénito de María en Belén, conforme estaba profetizado por Miqueas, para llevar adelante el plan de salvación de Dios.
Recordemos siempre, entonces, el despojamiento y concepción virginal del Verbo Divino.
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