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LA COMUNIÓN UNOS CON OTROS
La noche de la última cena el Señor Jesús dijo: "34Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Jn. 13:34,35).
Este Amor es la característica del auténtico cristianismo. En virtud de este amor tenemos comunión los unos con los otros; en virtud de este amor lo compartimos todo; en virtud de este amor nos servimos los unos a los otros. Es amor lo que constituye el corazón de Dios, y Su deseo y propósito al crearnos y redimirnos es que lleguemos a compartir el amor del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, el Amor Divino.
Así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola esencia divina que es amor, fuimos creados para participar con Dios de ese Amor, para amar con ese Amor, y para que todos los que estamos en Él seamos perfectamente uno en Amor.
Quien ha nacido de nuevo, gracias a Cristo, posee una naturaleza capaz de amar. Cuando el hombre nuevo interior es edificado, entonces crece en amor, lo cual va manifestándose en la Iglesia como comunión. Esta "koinonía" se acrecienta hasta la medida de la perfecta unidad, y va saliendo de su escondite en el espíritu y convirtiendo el alma, con su voluntad, mente y emociones, a una reconciliación total cuya lealtad se alimenta de la esencia divina. Entonces se abren el corazón y las manos, y la persona se entrega incluido lo suyo.
Ungidos de este amor, los santos en Jerusalén (y en otras varias ocasiones de la historia), "ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común" (Hch. 4:32).
Voluntariamente, y constreñidos solamente por el Espíritu de amor, se entregaban al servicio de Dios, sirviéndose unos a los otros en Cristo. "44Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; 45y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 46Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo" (Hch. 2:44-47).
En este ambiente nacía la Iglesia; en este nido eran empollados los nuevos convertidos. El sentir del Espíritu de Cristo no ha variado ni cesado; a medida que se crece en el Señor, el corazón se dispone para los demás, dejando clavado con Cristo en Su Cruz que hacemos nuestra, el egoísmo de la naturaleza adámica y carnal.
El camino, pues, más excelente es el amor. Todo lo demás pierde su valor si falta el amor. Este amor se expresa en comunión, se entrega en abnegación. Todo el evangelio apunta a producir esto. Para esto creemos, nos arrepentimos y nos bautizamos; para esto recibimos el Espíritu Santo; para esto somos enseñados y edificados; para participar con Cristo en un Reino de amor que comienza a prepararse aquí y desde ya en el seno de la Iglesia. Todo lo anterior desemboca aquí y los valientes lo alcanzan.
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