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El grano de trigo.-
Hemos estado viendo la provisión de Dios en la cruz del Señor Jesucristo.
Recordamos que la cruz fue necesaria; Jesús dijo: “era necesario que el Cristo padeciese”, y también dice: “y que resucitase de los muertos al tercer día, y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados, comenzando desde Jerusalén”; eso es lo que nos registra Lucas de las palabras de Jesús resurrecto, en capítulo 24 de su libro, de su evangelio; también, en la primera carta a los Corintios, en el capítulo 15, el apóstol Pablo explica que lo primero que él enseñaba era que Cristo había muerto por nuestros pecados, conforme a las Escrituras, que había sido sepultado, y que había resucitado al tercer día, conforme a las Escrituras; y que había aparecido a los apóstoles, etc., etc.; allí vemos, pues, el fundamento: el Señor Jesucristo, Su persona y Su obra; y lo central de Su obra: Su cruz y Su resurrección, con ascensión, ministerio celestial, envío del Espíritu, y esperamos Su regreso.
Estas cosas son puntos importantes; pero notemos una cosa: la cruz de Cristo era necesaria porque había cosas negativas en el universo, que habían sido introducidas por la rebelión de Satán y sus huestes en los cielos, y la rebelión y la caída del hombre; y por la situación caída del hombre, no solo en sus hechos, sino en su ser mismo, necesitaba ser, pues, el hombre, liberado del juicio, perdonado, limpiado, reconciliado con Dios, separado del mal, separado del mundo, librado del diablo, librado de la muerte y del temor de la muerte, librado de la maldición; para eso era necesaria la cruz; Dios hizo todas estas cosas en la cruz de Cristo.
Ahora bien, la cruz trata con lo negativo; pero hace falta también la introducción de lo positivo; hace falta un nuevo comienzo; si la cruz destruyó y dejó en ruinas el mundo de Satán, y a él mismo y su obra, ahora hace falta una reconstrucción, no de la obra de Satán, sino de la obra de Dios; lo que Satán dañó, lo que Satán destruyó, el Señor vino a arreglarlo; Él vino a deshacer las obras del diablo, El vino para que tengamos vida; para eso, entonces, es necesario el aspecto de la liberación de la vida divina en la cruz del Señor Jesús, lo cual empata con la resurrección; vemos que el Señor Jesús murió como el cordero de Dios; vemos que también el Señor murió como la serpiente de bronce que levantó Moisés; estas dos cosas muestran distintos aspectos de la cruz de Cristo, como lo muestran las distintas clases de ofrendas en el libro de Levítico; pero otro aspecto que empata con la resurrección, el paso de la cruz a la resurrección, es el aspecto de Cristo muriendo como el grano de trigo. Cristo es el grano de trigo que cayó en tierra y murió para dar fruto; es decir, para liberar la vida divina; el grano de trigo, al ser humillado en el polvo de la tierra, abre sus cáscaras, y deja que el germen de vida y de resurrección aflore.
La vida divina y humana glorificada, fue, pues, liberada en dirección a nosotros, también en la muerte de Cristo; cuando Gedeón quebró los cántaros, la luz que estaba escondida fue liberada también; asimismo, la vida divina germinó en resurrección a partir de la muerte del grano de trigo.
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