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El Espíritu revela el misterio de Cristo.-
El apóstol Pablo, en su epístola a los Efesios, en el capítulo tres, nos dice: “Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; Que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cual sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu; que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio.”
Es tremendo lo que nos dice aquí en esta porción el apóstol Pablo; aquí él está hablando del misterio de Cristo, e incluye en este misterio al cuerpo de Cristo; pero nos dice Pablo que este misterio él lo recibió directamente de Dios por revelación; por revelación me fue declarado el misterio. También en el verso cinco, nos dice, que ese misterio ahora es revelado, revelado, a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu. El Señor Jesús prometió que recibiríamos la promesa del Espíritu santo; y unas de las funciones importantes del Espíritu Santo es revelarnos el misterio de Cristo; el misterio de Cristo fue revelado a Pablo, y ha sido escrito, y está consignado en el Nuevo Testamento, y el Espíritu Santo nos hace penetrar en las riquezas del Nuevo Testamento y de su Nuevo Pacto, para que conozcamos el misterio de Cristo. Dios revela este misterio a sus apóstoles y profetas por el Espíritu.
En la primera carta a los Corintios, en el capítulo dos, Pablo decía en el verso nueve: “Está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios. Porque ¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido; lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.
Vemos aquí como el apóstol enfatiza la necesidad de recibir de Dios una revelación por el Espíritu Santo acerca de Su palabra; no basta nuestra capacidad humana, no basta la situación caída del hombre natural para penetrar en los misterios de la palabra de Dios. Si por Su gracia, como reacción positiva a la gracia de Dios, nos disponemos a El sobre el altar, El nos revela por Su Espíritu.
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