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Cristo en la eternidad y la Trinidad (3)
TRINIDAD DE PERSONAS
EN EL ÚNICO DIOS
Algunas consideraciones generales
La última vez que seguimos esta serie vimos lo relativo a Cristo como Verbo, y hoy debemos continuar considerando en la Palabra y en la historia de la Iglesia; porque no podemos pasar por alto la historia de la Iglesia, porque es la Iglesia la que ha recibido la Palabra y la que la ha estudiado, la que la ha investigado y la que se ha pronunciado por el Espíritu. De manera, pues, que también consideraremos algunos puntos mínimos de la historia de la Iglesia; porque no somos los primeros ni los últimos en tener el Espíritu Santo ni la Biblia y el Verbo. Toda la Iglesia ha tenido el Espíritu Santo. Si no lo hubiera tenido o no lo tuviera, no hubiera sido o no era parte de la Iglesia. Se ha tenido la misma Biblia a través de la historia. No pretendemos ser absolutamente originales, pero tampoco queremos repetir de segunda mano algo que no lo hayamos examinado y tengamos las razones para aprobarlo. Y algunas cosas que hoy son comunes dentro del ambiente cristiano, pues no llegaron a ser comunes de un día para otro, sino después de un largo período. Y con aquello que hoy es común con los cristianos de hoy, con lo cual nosotros nos identificamos, tenemos que tener razones espirituales y bíblicas para poder estar de acuerdo en cosas que hoy son comunes, y a veces también estar en desacuerdo, si es necesario, a la luz de la Palabra y en espíritu.
La parte que correspondería a este día está en relación con una serie que habíamos estado comenzando después de Prolegómenos allá en Teusaquillo, pero que entonces, como trasladamos la escuela de la obra para acá para Tunjuelito, estamos haciendo el empate. De manera, pues, que estaremos viendo lo relativo a la coexistencia y coinherencia de las divinas personas del único Dios verdadero. Es un tema bastante delicado; es decir, esas frases ahora, son el resultado de veinte siglos de la historia de la Iglesia; y necesitamos estudiar cómo se ha ido viendo esto poco a poco. A los hermanos que estuvieron en Teusaquillo, les ruego que tengan paciencia, pues voy a repetir algunas cosas por causa de que aquí en este auditorio también hay hermanos que no estuvieron allá, y no conviene que ellos carezcan de esos pequeños detalles.
La única Divinidad en tres Personas
La Palabra del Señor nos presenta a Dios como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En la Biblia encontramos versículos donde claramente el Padre es Dios; es Dios que se llama Padre. Con respecto a la divinidad del Padre no hay controversia dentro de la cristiandad. En lo que sí ha habido controversia es respecto a la divinidad del Hijo. Pero aquí estuvimos considerando la misma confesión del Padre acerca de la divinidad del Hijo; y allí en Teusaquillo considerábamos la confesión de los profetas acerca de la divinidad del Mesías, y la confesión de los apóstoles acerca de la divinidad de Cristo. De manera que hoy vamos a dar ya por sentado lo relativo a la confesión bíblica tanto de Dios el Padre como del propio Hijo, cuando Él dice: Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin, el Todopoderoso, y la confesión del Espíritu por los profetas y los apóstoles en el Antiguo y Nuevo Testamento, acerca de la divinidad de Cristo. Hoy lo que vamos a considerar es que en la única divinidad, única en esencia, subsisten tres personas, que son distintas pero no en esencia, sino que cada una tiene su identidad personal, tiene conciencia de sí misma, se identifica a sí misma como un Yo, como alguien que tiene conciencia de sí y dice Yo. Jesús dijo:
“Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58). Y el Padre dijo al Hijo: “Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hebreos 1:5). Y el Espíritu Santo habla en primera persona, como en ese verso que siempre solemos citar de Hechos 13:2: “Dijo el Espíritu Santo:
Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”; es decir, apartadme a mí. Él estaba hablando en primera persona. En español el pronombre personal yo, no se escribe como se escribe en el griego. El Espíritu Santo dice: a que yo los he llamado; es decir, Él también dice Yo. Apartadme a Mí a Bernabé y a Saulo para la obra a la que Yo los he llamado; es decir, esta es la pronunciación personal que da de Sí mismo el Espíritu Santo. A veces Dios habla como Yo, y a veces Dios habla como nosotros; así es como está en la Biblia.
Quizás las personas hubieran preferido que las cosas no fueran tan complejas, que la Biblia no dijera lo que dice; pero la Biblia tiene que decir lo que dice, porque la Biblia es la que dice la verdad de parte de Dios. De modo, pues, que Dios es un poco más complejo, aunque es simple y único. Simple en el sentido de simplicidad divina; sin embargo, no siempre es tan fácil de decir. No siempre el Espíritu Santo inspiró que se digan las cosas como a veces uno simplifica, o determinado grupo las simplifican, sino que las dijo con ciertos cuidados, y es necesario que nosotros respetemos esos cuidados que son revelación de Dios. Todo lo que está en la Escritura es revelación de Dios. En primer lugar voy a recordar que en la misma confesión del monoteísmo ya se admite de manera inicial, es decir, en apenas unos indicios, se admite la pluralidad de personas en la divinidad.
Digamos, el credo básico del monoteísmo es lo que en Israel se llama la Shemá (“Oye”) de Deuteronomio 6:4. Vamos a comenzar leyéndolo primeramente en español; luego lo referiremos a su versión en hebreo. Dice: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. Este es el versículo por el cual se hacen matar los judíos, y también los cristianos. Este es, digamos, el credo del monoteísmo; lo que no existía en aquel tiempo de tanto politeísmo, y panteísmo e idolatría, animismo y demonismo. Dios escogió al pueblo hebreo para traer la revelación de la unidad de Dios. Obviamente que en un medio politeísta, el Señor tenía que hacer resaltar Su unidad en esencia. Eso era, digamos, lo primero que tenía que enfrentarse.
Después de que eso ya estaba claro y sentado y digerido, entonces Él podía dar más detalles acerca de la trinidad de personas en el único Dios verdadero. Pero eso tenía que esperar para ser clarificado a partir del Nuevo Testamento. Sin embargo, aun en el Antiguo Testamento Dios no dejó de dar indicios. Dios sí dio indicios, porque la revelación no terminaría en el Antiguo Testamento, y en el Nuevo Testamento tendría que tener una base. Por lo tanto en el Antiguo Testamento hay indicios acerca de la Trinidad. Vamos a ver algunos de esos indicios comenzando justamente por la misma confesión básica del monoteísmo, que es este versículo de Deuteronomio 6:4:
“Oye, Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. En hebreo es: “Shemá, Israel, Yahveh Elohenú, Yahveh ejad”. Aquí aparece el nombre personal de Dios, Yahveh, o Jehová, con el cual Él se reveló a Sí mismo cuando dijo: “Yo soy el que soy”. Elohenú quiere decir nuestro Dios. La terminación nu está unida a la palabra Elohim en el idioma hebreo. Nosotros en castellano no modificamos la palabra Dios, sino que ponemos otra palabra, nuestro Dios; pero en cambio, la manera de decir nuestro Dios en el hebreo es modificando el final de la palabra y poniéndole un sufijo o una terminación que indica ese sentido de nuestro.
Pluralidad en el nombre de Dios
El nombre de Dios es Elohim; es decir, en el hebreo Dios quiere decir Elohim. Hay pasajes donde simplemente dice “El”, especialmente en las terminaciones de varios nombres de siervos de Dios que se refieren a Dios. Por ejemplo: Miguel quiere decir quién como Dios; Daniel, Dios juzga. Hay otros como Joel, como Misael, como Adoniel, como Ariel. Esa terminación “el” quiere decir Dios, que viene de otra raíz, Elohim. A veces dice Eloha, a veces Eliom, pero el más común es Elohim. A veces en el contexto de la traducción, esta palabra se traduce, dioses. Por ejemplo, Dios está en la reunión de los dioses.
Aparece Elohim en la reunión de los elohim, pero elohim es en el sentido plural. ¿Por qué aparece ese plural? Porque en el hebreo se hace el plural con la terminación im. En español hacemos el plural agregando una letra “s”; a mesa le agregamos una “s” y queda mesas. A puerta le agregamos una “s” y queda puertas. Elohim es la palabra hebrea que se suele traducir Dios; es decir, que si nosotros encontramos esta palabra en el idioma hebreo, la traducimos Dios, que también termina con “s” en castellano. En ciertos contextos esta misma palabra por obligación se tiene que traducir dioses; pero decir Dios y decir dioses, en el hebreo es la misma manera, Elohim.
Es interesante que cuando se dice Elohenu en “Shemá, Israel, Yahveh Elohenú, Yahveh ejad” (Oye, Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová uno es), iba a decir Elohim, pero entonces esa terminación es la que le da el sentido de “nuestro” Dios; de manera que Yahveh Elohenu quiere decir que es nuestro Elohim; así que en la misma confesión del monoteísmo aparece el nombre Elohim, solamente que aparece modificado por el sufijo nuestro Elohim, nuestro Dios, pero el nombre Elohim está implícito en el nombre Elohenu. Decir Elohenú es nuestro Elohim. De manera, pues, que Elohim ya tiene pluralidad en el mismo nombre, la misma palabra, y de hecho a veces se tiene que traducir dioses en la Biblia. Aunque es un solo Dios, el hecho es que en el idioma escogido por Dios para hacer el Antiguo Testamento, el nombre de Dios termina en plural refiriéndose a un solo Dios, y a veces el verbo usado por Dios viene en plural. Por ejemplo dice:
“Entonces dijo Dios: Hagamos (plural) al hombre a nuestra (plural) imagen (singular), conforme a nuestra (plural) semejanza (singular)” (Génesis 1:26). No dice: Dijeron los dioses, sino dijo Dios: hagamos.
Ahí se ve la singularidad mezclada con la pluralidad. No dice: Dijeron los dioses; ni dijo Dios: Hago, sino dijo Dios: Hagamos al hombre. No dice: a mi imagen, sino a nuestra imagen. No dice imágenes, sino imagen. No dice nuestras semejanzas, como si fueran varias semejanzas o varias imágenes de Dios; hay una sola imagen, que es el Verbo, el Hijo. Él es la imagen del Dios invisible. Sin embargo, Dios usa el plural; aquí en la misma terminación de la palabra Dios, está una terminación plural que da indicio de la Trinidad.
Cuando dice: Yahveh Elohenú, vuelve a mencionar la palabra Yahveh con ejad. Aquí esta palabra, ejad, traduce uno es. ¿Qué quiere decir uno? Esta palabra, que es la palabra donde se confiesa la unidad de Dios, también es una palabra que admite pluralidad; porque resulta que en el hebreo la palabra uno, se dice principalmente de dos maneras. Uno se puede decir yahad, que se escribiría con la letra yod, la letra he y la letra dalet, y ejad, que se escribe casi parecido con la letra he y la letra dalet; pero en vez de tener aquí este pequeño apóstrofe, que es la letra yod (que es la de jahad), tiene la letra alef.
Uno, en el sentido único, que no admite pluralidad, se dice jahad. Cuando tú quieres enfatizar lo único de manera que es tan único que no admite ninguna pluralidad, que es una singularidad absoluta, se utiliza la palabra jahad, con la letra yod. Pero cuando tú también dices uno, pero en ese uno se admite una pluralidad, entonces la palabra uno no usa la yod, sino que usa alef; es uno que admite pluralidad, y es ejad. Ejemplos: Adán y Eva son una sola carne; fue la tarde y la mañana el día uno; el pueblo se reunió como uno; una compañía de obreros. Lo curioso es que en el idioma, donde aparece este verso, “Shemá, Israel, Yahveh Elohenú, Yahveh ejad”, no dice jahad, sino ejad; es decir, que Dios mismo inspiró que el uno que Él es, sea uno que admite pluralidad, el futuro reconocimiento de, en su única esencia, la subsistencia de tres personas: la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo; y esto aparece nada menos que en Deuteronomio 6:4, que es el versículo bandera del monoteísmo, y es una cosa bastante seria.
El testimonio de Dios mismo
Por causa de algunos hermanos, quisiera que viéramos algunos versículos de la Escritura que otros ya conocen, pero a éstos les ruego un poco de paciencia. Vamos a analizar el 26 de Génesis 1. Como en este momento nos estamos introduciendo en la consideración de la coexistencia de las tres Divinas Personas en el único Dios verdadero, entonces tenemos que ver los versículos donde Dios mismo habla en plural y los versículos donde Él habla en singular, o por qué Él es un solo Dios. En cuanto a ser, Dios es un solo ser divino; en cuanto a esencia, la esencia divina es una sola; en cuanto a naturaleza, la naturaleza divina es una sola. Pero vemos que en la esencia y la naturaleza divina única, evidentemente por la Palabra de Dios, subsiste una persona que dice de Sí mismo ser el Padre y que tiene conciencia de Sí. Él dice: Yo te engendré hoy. Vemos, pues, que el Padre, que es divino, dice: Yo; es decir, que Él es una persona. Si no pudiera decir Yo, no sería persona. Pero resulta que el Hijo que también dice Yo, no es otro Dios. Antes que Abraham fuese, Yo soy. El Padre y Yo, uno somos. Tú, oh Padre, en mí, y yo en ti. Ahí vemos un segundo yo, que tiene conciencia de sí mismo y que no es otro Dios, que es Dios con el Padre, que es la segunda persona en la divinidad, que se relaciona con la primera, que es el Hijo.
Tenemos que admitir que hay una segunda persona divina en el único Dios que se reveló y habló, y de la cual el Padre mismo confesó la divinidad como lo veíamos aquí cuando estudiamos “Cristo en la Eternidad”, y veíamos en Hebreos cómo viene hablando el Padre acerca del Hijo; y dice: “Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo”; eso se lo dice el Padre a Su Hijo. El Padre le dice Dios al Hijo. Si Dios lo dice así, ¿qué vamos a hacer? Es así; porque no nos podemos inventar a Dios; tenemos que dejarle a Él hablar como Él es, y aunque nos resulte difícil de comprender, tenemos que aceptarlo con todas sus implicaciones, y ya mencionamos el caso cuando aparece el Espíritu Santo hablando también en primera persona y diciendo también: Yo, y siendo llamado Dios por el apóstol Pedro, cuando dice:
“Porque no habéis mentido a los hombres (cuando mintieron al Espíritu Santo), sino a Dios”. Eso significa que mentir al Espíritu Santo es mentir a Dios; es decir, que está equiparando al Espíritu Santo con Dios. También tenemos el ejemplo cuando el Señor Jesús habló, diciendo:”Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mato 28:19). Las tres personas aparecen en una misma categoría; y eso lo hizo el Señor Jesús. Ahora, aun la misma lógica humana nos dice, ¿cómo no va a ser divino el propio Espíritu de Dios? Que Dios tuviera un Espíritu que no fuera divino sería un absurdo; así es. El Espíritu de Dios tiene que ser divino y es Dios, pues participa de la misma esencia y naturaleza divina; solamente que Él tiene conciencia de Sí mismo, como persona. Él mismo dice: “Apartadme (a mí) a Bernabé y a Saulo para la obra a que (Yo) los he llamado” (Hechos 13:2). Es un misterio, pero hay que aceptarlo así. No podemos quitarle la personalidad al Espíritu Santo porque está muy claramente manifestada en la Escritura. La Biblia dice que incluso una blasfemia contra el Padre y contra el Hijo puede ser perdonada, pero el que blasfema contra el Espíritu Santo, no puede ser perdonado. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo es el que nos conduce al arrepentimiento.
Cuando blasfemamos contra el Padre y el Hijo, el Espíritu nos conduce al arrepentimiento y a la gracia. Pero si el Espíritu mismo es de tal manera ofendido, ¿por qué Él se ofende? Si Él fuera una cosa, no se ofendería; pero el Espíritu Santo se contrista; eso quiere decir que Él tiene sentimientos. Por eso se pone triste, se contrista, y si es de tal magnitud la ofensa, que ya no hay caso de hacer nada más, entonces no hay perdón. Es terrible blasfemar contra el Espíritu Santo.
Miremos, pues, algunos ejemplos de la confesión de Dios mismo. Son palabras que Dios pronuncia y que tenemos que aceptárselas como las pronuncia. No vamos a corregir la ortografía de Dios pensando que nosotros podemos hacerlo: Dios, pero aquí tú eres uno solo, y me vas a decir ejad? Pero Él dijo ejad. Leamos Génesis 1:26: “Entonces dijo (singular) Dios (Elohim, es decir, un solo Dios, pero con terminación im, plural): Hagamos (plural) al hombre a nuestra (subrayamos esta pluralidad en la boca de Dios) imagen, conforme a nuestra semejanza”. Cuando Dios dice hagamos, ¿será que se lo está diciendo a algún ángel, será que algún ángel participó de la creación? No; Él solo creó las cosas. “Hagamos al hombre”; el que hizo es Dios. Por eso dice: “e hizo Dios”; no, hicieron Dios y los ángeles. “27Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó”. Hagamos; ahí está la pluralidad; eso es muy claro. En Génesis 3:22, encontramos otro ejemplo, al decir: “Y dijo Jehová Dios (Yahveh Elohim): He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargues su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre”.
Señor, ¿pero por qué no dijiste como yo? ¿por qué lo complicaste? No, Él no lo está complicando; Él lo está aclarando. Aquí aparece la palabra nosotros muy explícita, ya no tácito.
Pasemos ahora al capítulo 11 de Génesis, donde encontramos un tercer testigo del uso que Dios mismo da al pronombre en plural.
Génesis 11:5-7: “5Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. 6Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. 7Ahora, pues, descendamos, y confundamos (vuelve hablar Dios en plural) allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero”. Descendamos, confundamos, hagamos, como uno de nosotros. Ahí vemos a Dios mismo hablando en plural; de modo que tenemos que aceptar esa pluralidad de la boca del único Dios. Nótese que este caso no es de la boca de ningún teólogo, ni de la edad media, ni moderna, ni antigua, sino de Dios; es Dios el que está hablando así. En el libro de Isaías encontramos otro ejemplo.
Leemos en Isaías capítulo 6, desde el versículo 1 para tener todo el contexto: “1En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo”.
En el capítulo 12 de su evangelio, Juan se refiere a este pasaje de Isaías 6, y nos dice que cuando Isaías vio la gloria del Señor, se está refiriendo al Señor Jesús. Eso ustedes lo pueden probar al leer el pasaje en Juan 12, donde está citando a Isaías 6. “2Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos alas cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”. Esto es lo que se suele llamar el Trisagio. Trisagio viene desde el griego tris, que quiere decir: uno, dos, tres, y agio, que quiere decir santo. Como se dice, tres veces santo; eso es lo que se llama Trisagio. Cuando ustedes escuchen por ahí en el ambiente cristiano o religioso que se oye la palabra Trisagio, se refiere a la confesión de la santidad trina; tres veces santo. Santo es el Padre, santo es el Hijo, santo es el Espíritu Santo. No hay una disminución de la santidad. Son tres santos iguales y un solo Dios verdadero. Luego Isaías describe un poco más lo que pasaba allí en el trono; saltamos en la lectura la descripción de lo que pasaba, leyendo el verso 8: “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”. En este versículo, Dios vuelve a utilizar el plural para referirse a Él mismo. El Dios tres veces santo , vuelve a pluralizarse en la unidad.
Teofanías antes de la encarnación
Ahora vamos a otro verso que en otra ocasión ya hemos considerado, pero que es necesario volverlo a considerar esta vez por causa de algunos hermanos. Leamos en Zacarías 2:8: “Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos (Yahveh sabaot): Tras la gloria me enviará (a Yahveh, pero enviado) él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo”. Se trata de una aparición teofánica de Yahveh, que es el Verbo cuyas salidas son desde el principio. Estas salidas de Yahveh son las salidas del Verbo de Dios.
Como Dios (el Padre) es invisible, y al cual nadie ha visto ni puede ver, Él se hacía conocido y visible, y conversaba cara a cara, pero lo hacía a través del Verbo, de una aparición teofánica parcial; es decir, Él no se revelaba en toda Su gloria, sino que el Padre se revelaba de una manera parcial a través del Hijo antes de la encarnación.
Aparecía como el ángel de Jehová en la zarza ardiendo, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; diles: Yo soy me envió a vosotros. El que hablaba era el ángel de Jehová; es decir el mensajero de Jehová.
Ya hemos mencionado que la palabra ángel no es nombre de naturaleza, sino de oficio. Personas de distintas naturalezas pueden tener el oficio de mensajero, que es lo que quiere decir ángel. Ángel es el nombre de un oficio, pero hay mensajeros humanos y mensajeros espirituales creados, como los ángeles creados, como Miguel, como Gabriel, como los otros ángeles de esa dimensión espiritual, y está también el Hijo mismo, que es el mensajero del Padre, o el ángel de Yahveh, o de Jehová, que apareció a Moisés en la zarza; y él dice que le apareció el ángel de Yahveh. ¿Pero cómo habló ese ángel? Ese ángel dijo: Yo soy el Dios de Abraham. Y hay muchos otros pasajes relativos al ángel de Jehová, que en otro lugar se ha estudiado más detenidamente, pero que aquí lo recordaremos para entender esto de Zacarías que estamos viendo. Aquí aparece Yahveh sabaot, o sea Jehová de los ejércitos, hablando como enviado por Yahveh. Vemos que aquí aparece un Yahveh que envía a un Yahveh que es enviado; pero en la Biblia no hay dos Yahveh; hay un solo Yahveh, pero que subsiste enviando y subsiste enviado. Y el Yahveh que envía tiene conciencia de Sí, y el Yahveh enviado tiene conciencia de Sí; tienen conciencia personal, utilizan el primer pronombre personal, y sin embargo, a la vez que cada uno dice: Yo, no son otros dioses; uno y otro es un solo Dios. Esto es misterioso, pero en ese único Dios subsiste más de una persona. A veces dice yo, pero a veces dice nosotros; y ese pasaje que estamos leyendo es justamente uno que revela ese misterio, esa relación de Yavheh con Su Ángel, es decir, Su mensajero, lo que llama el mensajero o el ángel de su faz.
Eso es lo que quiere decir una teofanía; es decir, una manifestación divina cuando Dios se revela. En el Antiguo Testamento dice que se le apareció Yahveh a Job, se le apareció a los padres de Sansón, se le apareció a Agar, se le apareció a Abraham, y sin embargo, dice que a Dios nadie le vio jamás; pero dice que Moisés lo veía cara a cara.
Entonces, ¿al fin qué? ¿lo veían o no lo veían? ¿Es invisible o es visible? Pues el Padre es invisible, pero el Hijo es la imagen del Dios invisible, y ya se daban sus salidas antes de la encarnación. Pero aquella era una teofanía divina, o teofanías divinas de Dios a través de Su Hijo, o el ángel de Yahveh, no un ángel creado, sino el mensajero del Padre, el Verbo del Padre, el Hijo de Dios.
Aquellas salidas nos muestran una manifestación parcial de Dios, no en toda Su gloria; solamente Dios revelaba un poquito. Era Dios y sabíamos que era Dios, y ya con sólo eso quedábamos temblando.
Moisés quedó temblando, y eso que no vio sino la espalda; es decir, que Dios no mostró toda Su gloria; era una manifestación divina pero parcial. Por eso en un sentido se dice que Dios”habita en luz inaccesible; al cual ninguno de los hombres ha visto ni puede ver”. (1 Timoteo 6:16). Eso lo dice Pablo por una parte; pero por otra parte se dice: ¿No moriremos, pues le hemos visto? ¿Por qué decía moriremos? Porque recuerda que Moisés dijo que Dios le dijo: no me verá hombre y vivirá; y nosotros le hemos visto, así que vamos a morir. Los padres de Sansón estaban preocupados porque habían visto al que les veía; pero sólo que no lo habían visto en gloria; por eso en un sentido lo habían visto y en otro sentido no lo habían visto.
Parece que es una contradicción y no lo es. Es como cuando la Biblia dice: La bestia que era, y no es, y será. Sí era, pero no es la definitiva, es apenas tipo de la verdadera , pero la que es la verdadera será. La otra era, sí era un cumplimiento tipológico de la profecía, pero no era la definitiva; de modo que no es sino que será. Lo mismo en la Biblia aparece Dios.
A Dios nadie le vio jamás; ni Moisés, ni Jacob, ni Abraham, ni Agar, ni todos los que se dice en la Biblia que lo vieron; pues lo vieron, pero no lo vieron. Lo vieron parcialmente como por espejo, un pequeño destello, una pequeña chispa de la Shekiná; es decir, la gloria de Dios, pero hasta ahí. Por eso se dice que sí lo vieron y hablaba Dios cara a cara con Moisés. ¿Y quién era esa aparición divina que habló a Moisés? Era el Ángel de Jehová, pues Él dijo: Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob. A Moisés le dijo: Yo he descendido. ¿Y cómo es tu nombre? ¿cómo te llamas? Para yo decirles, el Dios fulano de tal me envió; porque como habían tantos dioses por allá en Egipto; entonces ¿cuál es el nombre tuyo? Yo soy el que soy. Diles: Yo soy me envió. ¿Quién era aquel que hablaba, que decía ser Dios? Era el Ángel de Dios. De modo pues que Moisés hablaba cara a cara con Él, pero a través de Su imagen. Por eso del Hijo de Dios se dice que Él es la imagen del Dios invisible. La Palabra dice de Dios, o sea del Padre, que nadie le vio jamás, pero el unigénito Dios, Él le ha dado a conocer. Estas traducciones de la Biblia dicen unigénito Hijo, pero los manuscritos más antiguos dicen el unigénito Dios; es decir, el Dios unigénito, que es el Hijo, Él le ha dado a conocer, tanto antes de la encarnación, en sus salidas varias, como después de la encarnación, como la persona del Señor Jesús; y le ha dado a conocer en forma perfecta. Pero aún así, dice que es la venida gloriosa del Señor Jesús, la cual mostrará Aquel que habita en luz inaccesible, el único que tiene inmortalidad (en el lenguaje de Pablo en su carta a Timoteo). Esos versículos que parecen contradictorios, no lo son, sino que cada uno tiene su lugar.
Dios envía a Dios
Continuamos leyendo en Zacarías 2: “8Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo”. En la versión original en hebreo dice Yahveh sabaot; lo menciono para que los hermanos se vayan acostumbrando; Jehová de los ejércitos; es decir, así dice Dios. Dios está hablando aquí. Ahora, ¿cómo dice Él? Tras la gloria me enviará Él; es decir, que aquí aparece Dios diciendo ser enviado por Dios. Dios dice: Tras la gloria; es decir, que aquí el que está hablando es el Hijo; esta es una de las salidas de aparición teofánica del Ángel de Jehová, del Verbo de Dios, antes de la encarnación. Cuando dice: A las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de Su ojo, está hablando Yahveh, Jehová, pero Él habla del ojo Suyo, o sea el del Padre. “9Porque he aquí yo alzo mi mano sobre ellos, y serán despojo a sus siervos, y sabréis que Jehová de los ejércitos me envió”. Aquí sigue hablando Yahveh, sigue hablando Dios, pero el Dios enviado, el Dios que aparece; es decir, el Hijo; este es el Hijo antes de la encarnación.
Hermanos, acuérdense de esta frase: El Hijo antes de la encarnación, porque es que la herejía sabelianista solamente habla del Hijo referido al hombre Jesús después de la encarnación; pero aquí estamos viendo al Hijo, mensajero del Padre, antes de la encarnación. Enfatizo eso: El Hijo antes de la encarnación; es decir, este es un capítulo de Cristo en la eternidad, ahora apareciendo, viniendo de la eternidad a aparecerse en el tiempo, todavía sin encarnarse como Jesús de Nazaret. “9Porque he aquí yo alzo mi mano sobre ellos, y serán despojo a sus siervos, y sabréis que Jehová de los ejércitos me envió”. ¿Pero quién está hablando? ¿No es Yahveh sabaot el que habla? Así dice: Yahveh sabaot. Yahveh sabaot me envió. Ahí tenemos a Dios que envía; ese es el Padre; y el mismo Dios va subsistiendo como el enviado del Padre; ese es el Hijo. Tenemos, pues, que en el único Dios, en el mismo Yahveh, subsiste el Padre y el Hijo, y hay otro verso donde aparece también la subsistencia del Espíritu. Por eso se dice: un solo Dios verdadero en el cual subsisten tres personas: El Padre, porque el Padre es el que envió; el Hijo, porque es el que alzó la mano y dijo: Yo alzo mi mano, y Él dijo: y conoceréis que Yahveh sabaot me envió. Pero, ¿quién está hablando? Yahveh sabaot. El Hijo hablando en el nombre del Padre, porque Él es la imagen del Dios invisible. “10Canta y alégrate, hija de Sión; porque he aquí vengo (habla en primera persona; ¿quién está hablando? Pues está hablando Yahveh sabaot, Jehová de los ejércitos, pero el enviado, el Hijo), y moraré en medio de ti, ha dicho Jehová”. ¿Quién es este Jehová? Dios, el Dios trino, el Dios completo, que morará en medio de su pueblo. Porque si viene el Hijo, viene en el nombre del Padre, y el Padre viene con el Hijo. “No me ha dejado solo el Padre”, dijo el Hijo. “El que me envió, conmigo está”. “¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre es en mí?” Esto es un misterio, pero hay que aceptarlo así. “11Y se unirán muchas naciones a Jehová en aquel día, y me serán por pueblo, y moraré (sigue hablando en primera persona) en medio de ti; y entonces conocerás que Jehová de los ejércitos (el Padre) me (al Hijo) ha enviado a ti. 12Y Jehová poseerá a Judá su heredad en la tierra santa, y escogerá aún a Jerusalén.
13Calle toda carne delante de Jehová; porque él se ha levantado de su santa morada”. Estos versículos son bastante serios.
Vamos a Isaías 63:8,9: “8Porque dijo: Ciertamente mi pueblo son, hijos que no mienten; y fue su Salvador”. Si tomamos el contexto, nos damos cuenta que el que habla es Dios. Aquí no se está refiriendo a que no digan ninguna mentira, en el sentido de que nunca pecan, no; sino que el testimonio del único Dios es verdadero. En ese sentido es que no mienten. Vosotros sois mis testigos que yo soy Dios. Es como si Dios dijera: Naciones, lo que Israel dice que yo dije, que está escrito, es verdad; ellos no mienten. “9En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó (la faz es el rostro de Dios, la imagen aquella en la cual Dios dijo: hagamos al hombre a nuestra imagen. Dios tiene de sí una imagen, y esa imagen es el ángel de su faz); en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad. 10Mas ellos fueron rebeldes e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos”. En este pasaje de Isaías aparece claramente el Padre, el Hijo y el Espíritu, y aparece el Ángel de Su faz. Este Ángel de Su faz es el mismo Ángel de Yahveh que se le apareció a Moisés en la zarza y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y en todas las otras apariciones teofánicas que en otras ocasiones hemos visto.
El Ángel del Pacto
Pasemos ahora a completar esto en Malaquías, el último libro del Antiguo Testamento. Al leer el capítulo 3, ya sabemos a quien se refiere, y que está relacionado con Isaías capítulo 40:3, y que aparece también relacionado en Marcos capítulo 1, que es la profecía acerca de Juan el Bautista, una voz que clamaría en el desierto y que precursaría, ¿a quién? A Yahveh. ¿Enderezaría el camino de quién? De nuestro Dios. Leemos en Malaquías 3: ”1He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mi (ese es Dios el Padre, pero el Padre viene a través del Hijo); y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto (así se le llama también), a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”. Aquí se le llama el ángel del pacto. ¿A quién era que anunciaba este mensajero? Dice: He aquí envío mi mensajero delante de mí; es decir, era Juan el Bautista que venía delante de Dios, pero Dios dice que vendría como Señor y como ángel del pacto, o mensajero del pacto.
Ahora vamos a Apocalipsis 10 para identificar cómo era ese ángel del pacto. “1Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego”. Aquí había una serie de siete ángeles desde el capítulo 8, cuando aparecen los siete ángeles con las siete trompetas, y el primer ángel, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y el sexto aparecen en los capítulos 8 y 9, y el séptimo es mencionado en el capítulo 10 y en el capítulo 11, pero no es Este Otro. Este otro es distinto de esos siete ángeles creados que tocan trompetas. Este otro es muy especial. El arco iris es la señal del pacto, porque la primera vez que se menciona el arco iris en la Biblia, es para señalar el pacto. “Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra” (Génesis 9:13). Este arco iris era la señal del pacto de que nunca más Dios destruirá la tierra con un diluvio, en el sentido universal. El arco iris representa el pacto. Y este otro ángel, no de aquellos ángeles de trompetas, sino otro fuerte que desciende, dice allí que tenía el arco iris sobre su cabeza. Eso significa que es el ángel del pacto, el ángel de la alianza. Siempre que aparece alguien con el rostro como el sol, es el Señor. En Apocalipsis, en el capítulo 1, cuando describe al Señor, dice que Su rostro era como el sol, y cuando se describe la venida del Señor Jesús, dice que era como el sol de justicia; y vemos que el rostro de este ángel del pacto brilla como el sol, y dice más: “Sus pies como columnas de fuego.
2Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pié derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra”. Pero resulta que nadie, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra podía abrir este libro, sino el Cordero. De modo que ¿quién es este ángel del pacto que brilla como el sol y que el libro no lo tiene sellado sino abierto?
“3Y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces”. ¿Quién es ese león? El león de la tribu de Judá. Todas las señales nos llevan al Señor Jesús; porque es que no podemos tomar una tipología de la Biblia y hacerle simbolizar otra cosa que lo que en todas partes nos da a entender. Habló como un león, ruge como un león, siete truenos emitieron sus voces, y dice la Biblia que Dios habla como trueno. “Truena Dios maravillosamente con su voz. ¿Y truenas con voz como la suya?” Se pregunta a todos.
Los truenos representan la voz de Dios. Si queremos ver esos truenos, vamos también a Apocalipsis 19, donde podemos ver de dónde salen esos truenos. “6Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!” Esa era la voz del Hijo del hombre que aparece en el capítulo 1. Es el Hijo proclamando el reino del Padre; es como también el Padre nos da el reino del Hijo.
Volviendo al capítulo 10 de Apocalipsis, leemos: “5Y el ángel que vi en pié sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo, 6y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más, 7 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas”. Significa que este ángel no era el séptimo, él era otro; ya venían seis, y ahora él jura y habla del séptimo, de un trabajo que haría el séptimo; de manera que él no es el séptimo, él es otro. Él es el que ata a Satanás, como aparece aquí en Apocalipsis capítulo 20: “1Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. 2Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; 3y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso un sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo”. Y aparece Satanás siendo atado. No importa si nosotros, o cualquiera del mundo invisible, realiza un trabajo en función de aplicar una decisión y un hecho del Señor, pero todo tiene que provenir del Señor mismo. De modo que cualquier cosa que nosotros atamos, lo hacemos en el nombre del Señor. Él realmente ata a Satanás. Quien realmente ata al hombre fuerte es el Señor. Amén.
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