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Forma y substancia.-
A la segunda epístola del apóstol Pablo a Timoteo, podríamos llamarla: el testamento del apóstol Pablo. Pablo fue especialmente escogido de Dios como apóstol y maestro de los gentiles, predicador de Jesucristo; y su último escrito que nos ha quedado es su segunda carta a su colaborador Timoteo. En esta carta, el apóstol está a punto de partir, ha terminado su carrera, y está transmitiéndole a Timoteo lo que quiere que Timoteo retenga en su corazón; y sus consejos son de suma importancia, porque trazan las directrices en las cuales Timoteo y todo obrero aprobado por el Señor debería caminar.
En el capítulo primero, versos trece y catorce de esta carta, le dice Pablo a Timoteo, y también a nosotros: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús”. Amén, la fe y el amor son en Cristo Jesús. Y sigue diciendo: “Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”.
Hay dos palabras importantes aquí de Pablo a Timoteo en su testamento, como lo hemos llamado; le dice, “retén”; por una parte, pues, le dice: “Retén la forma de las sanas palabras”; se refiere a la expresión ortodoxa exterior de la palabra del Señor. En la primera carta a los Corintios, capítulo dos, había dicho Pablo que: hablamos lo que Dios nos ha revelado, no con palabras de sabiduría humana, sino con palabras enseñadas por el Espíritu. Así que también el Espíritu Santo ha inspirado igualmente la forma ortodoxa exterior de las palabras de Dios, como están escritas; por lo tanto, debemos también retener la forma de las sanas palabras que recibimos de los apóstoles del Nuevo Testamento.
Y continúa Pablo en el verso catorce también: “Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”. El Espíritu Santo que mora en todos los hijos de Dios nos hace guardar el depósito de Dios. Hay una forma ortodoxa de las palabras exteriores, y hay un depósito interior, una sustancia de tales palabras, una versad espiritual; y no sólo verdad, porque es aún el mismo Señor que se nos da y se nos suministra en Su propia palabra.
Por lo tanto, es importante retener la forma de las sanas palabras, y guardar el buen depósito. La Iglesia ha recibido desde el principio un depósito que debe retener y guardar para poderlo disfrutar, para penetrarlo, y para vivirlo, y para poderlo distribuir correctamente. La Iglesia no está para improvisar, la Iglesia no está para distraerse en ocurrencias humanas; la Iglesia debe retener las palabras de Dios reveladas, y también guardar el buen depósito.
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