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EL SELLO DEL FIRME
FUNDAMENTO DE DIOS
Un sello es la señal o marca que autentica oficialmente un reconocimiento o una aprobación. Cuando algo no es reconocido o aprobado, entonces carece del sello oficial de autenticación, con lo cual se declara falto o insuficiente, falso o espúreo, peligroso y reprobado todo aquello que no haya recibido el sello. Los hombres, pues, pretenden hacer descansar el edificio de su salvación en diversos tipos de fundamentos, sean estos personas, experiencias, opiniones, métodos, formas, ritos, prácticas, asociaciones, organizaciones, etc.; sin embargo, el único fundamento que realmente es declarado firme de parte de Dios, es Jesucristo (1 Co. 3:11); de manera que quienes auténticamente se hallan arraigados y sobreedificados en Él cual sobre roca fundamental, poseen entonces el sello de autenticación que reconoce y aprueba su fundamentación. Tal sello es el que citamos en al apartado anterior: "Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo'' (2 Ti. 2:19).
El sello tiene, pues, dos caras: "conocidos de Dios", una; y "santidad de vida en los que invocan a Cristo", otra. Por la parte de Dios, el Señor conoce a los que le pertenecen, a los que conforme a Su propósito son llamados. Y a éstos que antes conoció, también predestinó, llamó, justificó y glorificó en Cristo Jesús (Ro. 8:28-30). A su vez, éstos mismos, por la parte del hombre, son los que aman a Dios guardando sus mandamientos al vivir en Cristo. Los inicuos no son, pues, reconocidos de Dios. Jesús dijo:
"21No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
22Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mt. 7:21-23).
Así que la fe verdaderamente viva se muestra en sus obras de amor (Stg. 2:14-26; Gá. 5:6); así como la circuncisión sirvió a Abraham como señal de su pacto con Dios, así también, la circuncisión espiritual de corazón certifica nuestra alianza cristiana con el Señor; el corte de "la carne" y el despojamiento del viejo hombre, hacen públicamente manifiesto en nuestras vidas que estamos viviendo íntimamente unidos a Cristo. Así que todo aquel que invoca para salvación a Cristo y se confía verdaderamente en Él, exhibirá espontáneamente un amor a Dios y a los hombres, que es fruto evidente de su arraigo y fundamentación en Cristo.
La iniquidad es, pues, incompatible con la fuente sustentatriz divina, y por lo tanto no es reconocida por Dios; atribúyese, pues, la iniquidad a un falso fundamento. Nadie puede sostenerse en tal arena movediza. El hacer lo que Cristo manda es lo que demuestra la Roca sobre la que estamos fundados.
Los que aman a Dios y en verdad le siguen, son los mismos a quienes Dios reconoce; Dios acepta a quienes se hallen verdaderamente en el Amado (Ef. 1:6); éstos mismos son Sus conocidos que viven por Su gracia, de la cual extraen frutos de santidad que apartan de la iniquidad. No será reconocida, pues, aquella virgen fatua que pretendiendo esperar a Cristo apenas duerme y sueña estando desprovista, en su vasija que es el alma, del aceite de Su Espíritu (Mt. 25:12). Quien no tenga el Espíritu de Cristo, no es de Él (Ro. 8:9); y quien teniéndolo en su espíritu, lo contrista y lo paga, no andando en Él, verá afectada su recompensa, y no será reconocido para el milenial reino de los cielos.
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