Puntos cruciales de la Soteriología Bíblica

   
 


 

 

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PUNTOS CRUCIALES DE LA
 
 SOTERIOLOGÍA BÍBLICA[1]
 
Definición
El término Soteriología proviene de dos palabras griegas: soter, salvación, y logos, tratado, palabra, doctrina; es decir, tratado acerca de la salvación. Soteriología es el tratado de la salvación. La Soteriología es aquella materia de la Teología General que se ocupa de todo lo relativo a la salvación.
En la Soteriología tenemos que distinguir también varios aspectos. La participación del Padre en la salvación, la participación del Hijo en la salvación, y la participación del Espíritu Santo en la salvación, y también el disfrute del hombre de la salvación. En cuanto a la salvación del Hijo, tenemos que ver la obra de la cruz y la obra de la resurrección; todo lo que fue hecho en la cruz y todo lo que fue hecho en la resurrección.
Se ilustra con una especie de cadena de tres círculos por encima de una línea horizontal. Esos tres círculos principales representan la obra del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo en la salvación. Primero se deja medio círculo que simboliza la eternidad pasada y que representa la obra del Padre. El círculo intermedio, con una cruz en el centro, representa la obra del Hijo en la salvación. El tercer círculo representa la obra del Espíritu Santo. Ese tercer círculo se divide en tres partes: una primera parte es la obra del Espíritu de Dios en el espíritu del hombre. La segunda parte es la obra del Espíritu de Dios en el alma del hombre; y la tercera parte es la obra del Espíritu de Dios en el cuerpo del hombre. Luego al final se coloca el otro semicírculo, para simbolizar la eternidad hacia el futuro, y es la culminación. Por medio del dibujo se ilustra la obra de la Trinidad en la salvación. La obra del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo.
La Biblia, y en especial el Nuevo Testamento, habla de la salvación en tres tiempos. Hay versículos que hablan que somos salvos, versículos en que habla que estamos siendo salvos, y otros que dicen que seremos salvos. Nuestra pregunta podría ser, entonces ¿somos, estamos siéndolo o lo vamos a ser? ¿Cuál de las tres es la verdad? Las tres, pero hay que entender las cosas en orden.


La obra del Padre en la salvación

Vamos a detenernos en la consideración de la obra del Padre en la salvación. No habría salvación si primeramente no hubiera habido una decisión eterna en Dios. La salvación comienza con la previsión de Dios, con la ordenación de Dios, con el decreto de Dios. Claro está que esa salvación es mediante la redención, la cual también fue primeramente un decreto. Primeramente Dios ordenó algo desde la eternidad; lo decidió en Su corazón. Después se cumplió en el tiempo, históricamente, con el Hijo, y luego se aplica en la vida de cada uno, en su historia personal. Primero Dios lo decide en la eternidad; segundo, se manifiesta y se cumple en el tiempo, en el cumplimiento del tiempo, con el Hijo de Dios, objetivamente. Esa salvación planeada y decretada por Dios se realiza en el tiempo y la historia a través del Hijo; y luego se aplica en nuestra vida personal, en nuestra experiencia subjetiva, en la vida de cada uno. Primeramente en nuestro espíritu, después en nuestra alma, y por último en nuestro cuerpo. Esa es a grandes rasgos la obra de la salvación. La obra de la salvación consiste en muchas etapas, pero por el momento vemos la participación del Padre.

En la participación del Padre en la salvación está: La previsión de Dios, la ordenación de Dios, el decreto. En la del Hijo está Su encarnación, Su vivir humano, Su obra en la cruz, la resurrección y la ascensión. En la del Espíritu Santo está en tomar esta salvación decretada por el Padre y realizada por el Hijo, y aplicarla al espíritu, al alma y al cuerpo del ser humano, y luego de la Iglesia; porque la salvación no es solamente para el individuo, sino para el Cuerpo de Cristo y el resto de la creación.


8Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, 9quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, 10pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Timoteo 1:8-10).

El verso 9 habla de una gracia dada en Cristo antes de los tiempos de los siglos; pero en el verso 10 dice: “pero manifestada ahora por la aparición de Jesucristo”; o sea, que la salvación realizada por Jesucristo para nosotros en el tiempo, manifestada por la aparición de Jesucristo, era ya decretada por Dios antes que sucediera. Dice: “La gracia nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”. Esa frase, “antes de los tiempos de los siglos”, manifiesta una decisión de Dios. Dice que nos salvó, no conforme a nuestras obras (Dios, el Padre), sino según el propósito suyo. El tenía Su propósito, y para cumplir ese propósito, El quería personas. Y como esas personas habían de pecar y perderse, entonces El había de salvarlas; pero El ya sabía el final desde el principio, y por eso decretó y preparó esa salvación de los que habían de realizar Su propósito. Nuestra salvación comienza con el propósito de Dios; se realiza en la cruz de Cristo, y el propósito de Dios era que esa salvación fuera mediante la redención en Cristo Jesús; pero comienza desde la eternidad. Dios decidió. “La gracia nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”.
3Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:3-4).


El Padre nos bendijo con toda bendición; o sea, que la salvación, que es una importantísima bendición espiritual, ya fue decretada. Fuimos escogidos antes de la fundación del mundo, y que según nos escogió nos bendijo con toda bendición espiritual. Gran parte de la salvación es esa bendición espiritual; es decir, que incluida la salvación, Dios nos bendijo según nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo. En este pasaje, al igual que en el de la primera a Timoteo, nos muestra que ya en Dios hubo la decisión de salvarnos. Esta participación del Padre en la salvación debemos tenerla subrayada, porque muchas veces no la tenemos muy bien en cuenta. Si el Padre no lo hubiera decidido, el Hijo no hubiera venido, y no nos hubiéramos salvado. Todo lo que el Hijo hizo, fue lo que el Padre planeó. Eso es lo que está escrito en 1 Pedro 1:18-20, cuando dice:

18Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”.
Dice el verso 20 que el Cordero, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, fue manifestado en los postreros tiempos. Lo mismo que decía Pablo, la gracia nos fue dada en Cristo, pero fue manifestada con la aparición de Jesucristo. Nos fue dada antes de los tiempos de los siglos, pero se manifestó en el tiempo de Jesucristo, en el cumplimiento del tiempo. Una cosa es cuando se manifiesta y otra cosa es cuando se decide, cuando se decreta, cuando se da. La gracia ya nos fue dada antes del los tiempos de los siglos, y por eso apareció Jesucristo en el cumplimiento del tiempo. Y aquí dice lo mismo, que el Cordero fue destinado ya desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos, o sea en los tiempos en que vivían los apóstoles, que para ellos eran los postreros, porque eran los que estaban viviendo y ya había pasado toda la historia. Destinado el Cordero en la eternidad, en el corazón de Dios, pero manifestado en el cumplimiento del tiempo, en la historia, en la vida de Jesucristo, hace casi dos mil años. Eso demuestra que sí hubo una participación del Padre. El Padre planeó que la salvación de los que habían de ser salvos, y cumpliendo el propósito, sería a través de Su propio Hijo que llegaría a ser el Cordero de Dios, y ya estaba destinado a ser inmolado, incluso antes de que naciéramos, incluso antes de que pecáramos, ya El lo sabía; ya El lo había preparado, ya lo había ordenado. En ese decreto descansa nuestra salvación, porque de El es de quien surge la manifestación de los hechos; de El es de quien surge la cruz, la resurrección, la venida del Espíritu Santo, la obra en nuestro ser personal, no sólo perdonándonos de los que merecíamos, sino transformándonos progresivamente, primero en espíritu, entonces el alma, entonces el cuerpo, y luego también el resto de la creación.
“Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna” (Hechos 13:48).


Nótese que fueron todos, no faltó ninguno, ¿por qué? Porque es una obra de Dios. Recordando los puntos cruciales de Teología Bíblica, que nos habla de la relación de Dios con Su creación, los planes de Su creación, uno de los puntos que habíamos visto era el de la ordenación. Y aquí dice: “ordenados para vida eterna”; esos son los que creyeron, los que estaban ordenados para vida eterna. ¿Cuándo fue su ordenación? Antes de la fundación del mundo, porque si nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, si preparó y estimó que el Cordero fuera inmolado por nosotros antes de la fundación del mundo; si la gracia nos fue dada en Cristo Jesús antes del tiempo de los siglos, entonces la ordenación para vida eterna fue ya en Dios antes de que nosotros existiéramos; porque la ordenación para vida eterna es el resultado lógico de la elección y de la decisión de Dios de salvarnos. Algunas personas pueden decir que Dios es injusto, pensando que cómo es que solamente algunos se salvan y otros se pierden. No, no es injusto. Lo justo sería que todos nos perdiéramos, porque todos hemos pecado; pero si hay algunos que no se pierden, sino que son salvos, es por gracia, es por misericordia, porque Dios no le debe nada a nadie. ¿Quién le dio a El primero para que le sea recompensado?

Rememorando tenemos:
- La gracia dada antes de los tiempos de los siglos. 2 Timoteo 1:8,9.
- Bendecidos con toda bendición espiritual según nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo. Efesios 1:3-4.
- El Cordero destinado a ser inmolado antes de la fundación del mundo, pero manifestado ahora, en Jesucristo, en los tiempos postreros. 1 Pe. 1:18-20.
- Creyeron los que estaban ordenados para vida eterna. Hechos 13:48.
Esto nos patentiza, nos hace evidentes por la revelación divina en las Sagradas Escrituras, que la salvación descansa en un decreto del Padre, realizado por el Hijo y aplicado por el Espíritu Santo. Nadie se salva solo.
Si Dios no hubiera decidido, si el Hijo no hubiera venido y si el Espíritu no hubiera actuado, nadie sería salvo. La salvación comienza desde la eternidad con una decisión del Padre, realizada en el tiempo por el Hijo, y aplicada en nuestras vidas personales progresivamente, por etapas, por el Espíritu Santo. Esa es una salvación completa, que abarca todo nuestro ser, incluso el medio en el cual vivimos y viviremos.
 
La obra de la salvación por el Hijo


El Hijo es el que realiza el plan del Padre; pero por vía de contraste vamos a poner a un lado lo que nos revelaba la Hamartiología, que es la doctrina que trata del pecado, del origen del pecado, de la condición del pecador, de la situación humana, de la caída del ser humano. La Hamartiología sirve de contraste para la Soteriología. ¿Por qué? Porque cuando tú ves la situación caída del hombre, entonces comprendes que el remedio debe ser integral, conforme a la enfermedad. Si en la caída del hombre fue afectado en su destino eterno, fue afectado en su espíritu, separándolo de Dios, quedando muerto en delitos y pecados; fue afectado en su alma, pervirtiéndola, estableciéndola como el ego, como el yo, como el centro de todo, en vez de estar alrededor de Dios, ahora ella se independiza y hace las cosas como le da la gana, y además queda sometida al pecado porque no hace el bien que quiere, sino el mal que no quiere, eso hace, queda vendida, sometida al poder del pecado, y el cuerpo queda convertido en la carne, vendido a la concupiscencia, bajo el poder del pecado y en la ley del pecado y de la muerte que opera en nuestros miembros; entonces con ese telón de fondo de la Hamartiología, que diagnostica la condición del hombre, entonces viene la Soteriología, la doctrina de la salvación, para decirnos qué es lo que ha hecho Dios para solucionar ese problema.


Es que si nosotros pensamos que el problema es solamente que hemos cometido algunos pecadillos, pues bastaría que El nos perdonara y listo. Pero el problema es muy grave; el problema no es sólo lo malo que hacemos, sino lo malo que somos, y cómo integralmente estamos afectados para muerte en el espíritu, en el alma y en el cuerpo; y aun la creación ha sido maldecida por nuestra causa. Entonces la salvación de Dios tiene que ser mucho más que el perdón. Hay perdón para los pecados que cometimos, pero el pecado que heredamos en la naturaleza adámica, no solamente de él tenemos que ser perdonados, sino que de él tenemos que ser libertados; porque el poder del pecado es una cosa; tenemos que recibir un nuevo poder más fuerte que el poder del pecado, para que por medio del poder del Espíritu de vida en Cristo, venzamos al poder del pecado y de la muerte que está en nuestra carne. Eso es algo más que perdón; de donde la salvación implica muchas cosas.

En el diagrama de la cruz, se relaciona al lado iz­­­­­­­­­­quierdo de la cruz los problemas que la cruz tiene que enfrentar, al otro lado se coloca una flecha, que representa la resurrección, mostrando lo que la salvación ha tenido que sufrir. La obra de la salvación está radicando, descansando en la cruz y en la resurrección del Señor Jesús. Hay cosas de la salvación que opera la cruz, cosas que opera la salvación, y tanto las unas como las otras, las de la cruz, las de la salvación, las aplica el Espíritu. Hay cosas negativas que entraron en el universo y en el hombre, por lo tanto la cruz tiene que quitarle lo negativo. La cruz es para terminar, para crucificar, para acabar lo negativo, lo que Dios no quiere que esté delante de El en nosotros. Pero no es suficiente quitar lo negativo. Una vez que se quita lo negativo, se tiene que suplir con lo positivo, y esa es la obra de la resurrección. La resurrección es para proveer lo nuevo, la nueva creación del hombre. El trabajo de enfrentar lo correspondiente a la vieja creación es una obra de la cruz; y el trabajo de sustituir lo viejo con lo nuevo, es una obra de la resurrección.
Todas esas cosas negativas son problemas que vienen desde la caída. Los pecados como transgresiones, como actos de nuestra desobediencia; el pecado como la naturaleza adámica heredada, la carne, el viejo hombre, todo esto está relacionado; la ley del pecado y de la muerte en nuestros miembros; la muerte misma; las cosas viejas. También dice la Biblia, por causa del pecado que obra muerte en nosotros, Dios nos dio en el Antiguo Testamento el régimen de la letra con el ministerio de muerte escrito en tablas de piedra, que eso no es una cosa negativa, pero que fue añadida a causa de las transgresiones. La ley no es negativa; el ministerio de la ley, de la letra, no es negativo, pero fue añadido a causa de las trasgresiones. Dice en Gálatas 3:19: “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las trasgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa”.


Todas esas cosas son tratadas en la cruz. Nos damos cuenta que en la Biblia aparece que todas estas cosas son tratadas por la cruz. La cruz no es algo simple. La cruz trata todos estos problemas. Por ejemplo, respecto de los pecados, la Biblia dice que Cristo llevó nuestros pecados en el madero; o sea que en la cruz cargó nuestros pecados. También dice con respecto al pecado, que Cristo fue hecho pecado por nosotros. Respecto de la vida, del pecado y de la muerte, dice que la ley del Espíritu de vida en Cristo fue liberada cuando Cristo murió en la carne, fue vivificado en el Espíritu, y el postrer Adán llegó a ser Espíritu vivificante, y “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”[2]. En cuanto a la muerte misma, también fue tratada en la cruz. “Oh muerte, yo seré tu muerte” (Oseas 13:14). En cuanto al viejo hombre, dice: “nuestro viejo hombre que fue crucificado juntamente con él (Cristo)”[3], pues también fue tratado en la cruz el viejo hombre. En cuanto a la carne dice Gálatas: “los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”[4]; o sea que la carne con sus pasiones y deseos fue también tratada en la cruz.

En cuanto a las cosas viejas dice: “Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). ¿Cómo pasaron? En la cruz. El ego también es tratado en la cruz. La Biblia dice: “ya no vivo yo...con Cristo he sido crucificado”[5]. El mundo también es tratado en la cruz. “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gá. 6:14). Dice la Palabra, en el saludo de Pablo en la carta a los Gálatas (1:4), que en la cruz hemos sido librados del presente siglo malo. El siglo malo está relacionado obviamente con el mundo; pero es tratado en la cruz. “En la cruz el mundo me es crucificado, y yo estoy crucificado al mundo”.
Los rudimentos del mundo. Tales como no manejes, ni gustes, ni aun toques, son cosas relacionadas acá con el régimen de la letra; sólo que el régimen de la letra está en los mandamientos de Dios escritos en tablas de piedra; y los rudimentos del mundo son mandamientos de hombres, como no gustes, no toques, no manejes, etcétera. Dice Colosenses 2:20-21: 20Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos 21tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques”; es decir, que la vida bajo precepto es considerada el mundo. Ese es el mundo; el mundo es también el ascetismo, el legalismo. A todo eso se le llama “los rudimentos del mundo” en el capítulo 2 de la epístola a los Colosenses.


Cuando la vida no es en el Espíritu, muchas veces la vida es legalista, ordenada por medio de mandamientos y normas exteriores, como no manejes, ni gustes, ni toques; es decir, observaciones en el sentido de que no se debe hacer ciertas cosas que no tienen importancia, y se va practicando una manera de vida legalista, ritualista, exteriorista, que no proviene de la vida del Espíritu de Dios, sino que es apenas una religión; y a eso se le llama los rudimentos del mundo. Esa no es la Iglesia, esa no es la gracia, ese no es el Nuevo Testamento; ese es el mundo, los rudimentos del mundo. Los rudimentos del mundo no son solamente los pecados, las discotecas, los bailes, las orgías, las borracheras. Sí, eso es el mundo; pero también la religión, el ascetismo, el legalismo es el mundo, y también en la cruz fue tratado el legalismo; por eso dice: “Por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos?”“Si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo”, significa que eso también fue tratado en la cruz; no solamente el perdón de los pecados.

También dice en el capítulo 2 de Colosenses: “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (v.14). Eso significa que el Señor Jesús en la cruz quitó, rasgó, anuló el acta de los decretos que nos era contraria, es decir, nosotros, por ser pecadores merecemos morir, y la sentencia de muerte por nuestros pecados está en un acta; un acta que los demonios usaron delante de Dios para juzgarnos; y a lo mejor decían: Pero, tú dijiste que el que hiciera estas cosas viviría por ellas, pero el que desobedeciera, moriría, y todos han desobedecido tantas veces, entonces merecen morir. Y eso está en el acta. Pero como el Señor murió por nosotros, dice en Colosenses 2 que entonces el acta de decretos que nos era contraria, fue anulada en la cruz. Vemos entonces que la cruz también trató eso.
 
La pared intermedia derribada


Dice que los principados y las potestades fueron exhibidos en la cruz; y en Hebreos 2:14 dice que el Señor destruyó por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es decir, al diablo; o sea que también el diablo fue tratado en la cruz. Cada una de estas cosas que estamos viendo a grandes rasgos hay que analizarlas más detalladamente. Hay lugares en que nos hemos demorado con un grupo de hermanos hasta por tres años, estudiando cada uno de estos ítems: La obra del Señor en cuanto a los pecados, durante un mes; la obra del Señor en cuanto al pecado, otro mes; y así la obra del Señor en cuanto al mundo, en cuanto al diablo, en cuanto al acta de decretos, en cuanto a las enemistades, uno por uno tratados en la cruz. La Biblia dice que mediante la cruz reconcilió a los que estaban en enemistad. Judíos y gentiles estaban en enemistad; hombres y mujeres estaban en enemistad, el machismo, el feminismo, de razas, de clases; pero dice: “ahora en Cristo Jesús ya no hay judíos ni griegos, bárbaros ni escitas, varón ni mujer, siervo ni libre, sino que Cristo es en todos y por todos”[6]. ¿Dónde terminó todo eso? En la cruz. Porque eso de bárbaro y escita era la descendencia natural de los nacidos de la carne, pero ahora hemos nacido de nuevo, por el espíritu; ahora la realidad es que somos una nueva creación en el Espíritu, no en la carne; quiere decir que las enemistades de raza, de nacionalidad, de clase, de sexo, etcétera, es tratado en la cruz; por eso es una vergüenza que haya iglesias de ricos, iglesias de pobres, iglesias de blancos, iglesias de negros. Eso ocurre porque no se ha entrado al fondo de lo que es la salvación. La salvación terminó con la diferencia de clases, terminó con la diferencia de razas, terminó con las diferencias de nacionalidad; ya no hay judío ni gentil, ya no hay indígenas ni colombianos, ya no hay mulatos, zambos, negros, mestizos, rusos, americanos, chinos, ya no hay nada de eso. Ahora lo único que hay es Cristo, en los blancos, en los negros, en los hombres, en las mujeres, en los ricos, en los pobres, en los cultos, en los incultos, el mismo Cristo. A todos sin discriminación se nos dio a beber de un mismo Espíritu.

Cuando una persona actúa con racismo, actúa con clasismo, actúa por un nacionalismo insano, esa persona está en la carne, no está en el Espíritu, porque en el Espíritu de Cristo no hay ni judío, ni griego, ni bárbaro, ni escita, ni varón, ni mujer, ni siervo, ni libre. No hay; lo único que hay es Cristo; el mismo Cristo para todos; Su Espíritu en todos, en ricos, en pobres por igual. Cuando dos hermanos están en el Espíritu, no son ni ricos ni pobres; el que era esclavo ahora es libre, el que era libre ahora es esclavo de Cristo. Todos somos uno. Todo esto fue tratado en la cruz. En la cruz no se trata solamente del problema de los pecados, sino de la naturaleza del pecado.


La Biblia dice que también el régimen de la letra, el ministerio de muerte grabado con letras en piedra, que había sido con gloria, había de ser abolido; es un ministerio que fue abolido en la cruz. También dice la Biblia: 13Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. 14Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, 15aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 16y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades” (Efesios 2:13-16). ¿Por qué? Porque en la cruz abolió en Su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo, de los dos un solo y nuevo hombre haciendo la paz; un solo y nuevo hombre ya no son dos pueblos, los judíos por un lado, y por otro los gentiles, los hombres por un lado y las mujeres por el otro; por eso dice que derribó la pared intermedia de separación, y eso fue cuando en la cruz había muchas paredes intermedias de separación y entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo, por encontrarse separados por un velo, no se podía entrar. Solamente los varones judíos del pueblo podían entrar al atrio; al Lugar Santo sólo podían entrar los sacerdotes; por otro lado había el atrio de las mujeres y hasta ahí podían entrar las mujeres. Los gentiles sólo podían entrar al atrio de los gentiles; es decir, que si un gentil pasaba de ahí se exponía a morir, y si una mujer pasaba de su Atrio, también podía morir; o sea que había un montón de paredes de separación.

Los gentiles, perros inmundos, allá afuera, solamente hasta esa muralla, esa pared los separaba y hasta ahí podían entrar, más allá no. Y por eso fue que agarraron a Pablo y lo apresaron, dizque porque había introducido en el templo a gentiles; esa fue la razón. Además estaba el atrio de las mujeres; las mujeres israelitas no podían entrar más allá; sólo los hombres, las mujeres afuera. Había un muro del atrio de las mujeres; entonces vemos una pared que separaba a los hombres de las mujeres, a los judíos de los gentiles, a los levitas de los sacerdotes, y a Dios mismo un velo lo separaba del hombre, pues no estaba el camino abierto. Pero cuando el Señor Jesús murió en la cruz, el velo principal, el del Lugar Santísimo, fue rasgado para que todo el mundo entrara, judíos y gentiles, hombres y mujeres, y entonces hubo paso desde las demás murallas y se acabaron, porque ahora sí, todos los demás entran al Lugar Santísimo. Eso quiere decir que podemos pasar del atrio de los gentiles, al del los judíos y del atrio de las mujeres al de los hombres, del de los levitas al de los sacerdotes, del Lugar Santo al Lugar Santísimo. ¿Quién? Todos podemos entrar.


Fue derribada la pared intermedia de separación, y eso significa que en la cruz se acabaron las discriminaciones. No hay discriminaciones en la cruz. Un verdadero cristiano no juzga, porque él no juzga según las apariencias, según la vieja creación, sino según la nueva creación. No lo que tú eras cuando naciste de tu papá y de tu mamá, porque también dice que hemos heredado una vieja manera de vivir. “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres”[7]; es decir, que de nuestros padres heredamos una vana manera de vivir. Pero ahora Cristo murió, y al morir Cristo terminó con todo, y resucitó, y ahora es la vida de los negros, de los blancos, de los chinos, de la mezcla de los mulatos, de los mestizos, de los pigmeos, de los gigantes, de los vikingos; no hay diferencia porque Cristo es el mismo en el pigmeo que en el vikingo, en el blanco que en el chino, en el negro que en el mulato y en el indio; es el mismo Cristo en el rico que en el pobre y en el de la clase media, en los barrios del norte que en los del sur, en el culto que en el inculto, en el que lee como en el que no lee y en muchos que no saben leer, es el mismo Cristo en todos.

Ya no hay judío. Todavía algunos hacen diferencia diciendo, este es judío; los antisemitas dicen, es judío; pero en Cristo ya no hay judío ni griego. Algunos pretenden utilizar la Iglesia para exaltar a los judíos, y los antisemitas quieren utilizar la Iglesia para denigrar a los judíos y ser antijudíos, pero si uno verdaderamente es cristiano, no es antijudío. Cuando Cristo murió, El fue el postrer o último Adán, el segundo hombre; con El comienzan de nuevo las cosas, así que ya no hay ni judío, ni griego, ni gentil, ni bárbaro, ni escita. Los escitas son los rusos , los bárbaros son todos los que no eran de la civilización grecoromana, es decir, nosotros, los indios, o los alemanes, porque en ese tiempo los alemanes eran bárbaros, y los tártaros, y los hunos también eran bárbaros. Ya no hay diferencia de nacionalidades; la diferencia de razas terminó, la diferencia de sexos terminó, la diferencia de clases terminó, todo terminó en la cruz. Por eso si una iglesia verdaderamente es profunda, si una iglesia verdaderamente vive lo que es la salvación, ¿cómo puede haber una iglesia de ricos en la cual miran a los pobres de lejos? En Estados Unidos había congregaciones sólo para blancos, y decían, aquí no pueden entrar los negros. Entonces los negros hacían lo mismo en su país, y ahí no podían entrar los blancos. Eso no es bíblico, eso no es espiritual, eso es carnal.
El racismo es carnal, lo mismo que el nacionalismo insano. Hay un nacionalismo sano, que es amar a nuestra patria, pero no ese nacionalismo de que yo soy venezolano y que usted es colombiano, o usted es venezolano y yo colombiano. Ya en Cristo no hay venezolano ni colombiano, ya somos una sola familia, porque todas las enemistades fueron destruidas en la cruz, y en la resurrección comienza un pueblo nuevo, una nación nueva. Esa es nuestra nación, la nueva familia de Dios. Antes sí erais extranjeros, advenedizos, lejanos; pero ya no. Ahora habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo, quien mediante la cruz reconcilió a ambos pueblos en un solo cuerpo, un solo y nuevo hombre. En Cristo ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Eso es obra de la cruz. La cruz es lo más revolucionario que existe, y fue la que terminó con el viejo orden, con el viejo siglo, y por eso dice, no os conforméis a este siglo, sino transformáos, por la renovación de vuestro entendimiento.


En la Iglesia primitiva se vivía un ambiente diferente. Por ejemplo, en el capítulo 13 del libro de los Hechos, encontramos el presbiterio de la iglesia en Antioquía, y miramos qué tan precioso es ese ambiente en unidad, sin discriminaciones. “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo” (v.1). Bernabé era un levita de Chipre, o sea que era un helenista, Simón el que se llamaba Niger era de raza negra, Lucio de Cirene era también del Africa, pero del Africa de raza blanca; Manaén, que se había criado junto con Herodes el tetrarca, era un rico, y Saulo, era un erudito. Mire esa mezcla; ¡qué belleza!. Todos juntos allí en armonía, sin discriminación. Esa es la Iglesia verdadera que produce la cruz de Cristo, la resurrección de Cristo y la aplicación de la obra de Cristo en Su cruz. La resurrección por el Espíritu Santo.

Si una persona verdaderamente anda en el Espíritu, no es racista, no es clasista, no es nacionalista en el sentido insano, en el sentido del nacionalismo; cuando nosotros somos regionalistas y decimos que la costa, que los cachacos, que los paisas, en sentido negativo, no estamos en el Espíritu. Claro, tenemos nuestras naturalidades con que Dios mismo nos hizo a todos, porque Dios nos hizo a todos, y algunos comen frijoles con arepa, otros comen arroz con coco y arepa de huevo, otros caldo de papa y en fin, eso es algo normal, tradicional; ninguno puede decir que tiene que ser sólo esto, porque sólo esto es lo bueno. No, no. Todo es bueno; es decir, que lo cultural es liberado por la cruz de lo que es pecaminoso, pero si hay un elemento que es pecaminoso en el nacionalismo y en el regionalismo, como cuando uno rechaza a otro a causa de diferencias de regiones o por causa de la raza, o por causa de la clase social, eso es liberado en la cruz. No solamente el rico rechaza al pobre.


A veces el pobre rechaza también al rico y a veces tiene una actitud que no es la cristiana. En la actitud cristiana es como somos uno. Tenemos un ejemplo entre los apóstoles. El Señor tenía a Mateo el publicano en el mismo grupo con Simón cananita. ¿Se puede usted imaginar lo que era tener a Simón cananita junto con Mateo el publicano? Era como tener un representante de las multinacionales junto con guerrilleros del ELN en el mismo grupo, porque Mateo el publicano era como el representante de las multinacionales, y ustedes saben que los publicanos eran funcionarios del Imperio Romano; era el imperialismo que se enseñoreaba sobre el pueblo, y los publicanos eran los oligarcas que se vendían al Imperio Romano, y le pagaban los impuestos al Imperio Romano en nombre del pueblo, y luego le cobraban al pueblo con intereses; es decir, que no solamente sometían al pueblo al imperialismo, sino que le añadían todavía su tajada, la del publicano, y por eso fueron los publicanos aborrecidos, y tan aborrecidos eran, junto con los imperialistas romanos, que surgió un partido del judaísmo que se llamaba los cananitas, los sicarios, que eran los guerrilleros, los cuales decían, tenemos que sacudirnos del yugo del imperialismo por medio de las armas. Esos cananitas se salían al monte y cuando pasaban los romanos los mataban a cuchillo o con lanzas, porque eran los guerrilleros de la época. El Señor Jesús tomó la Santa Cena con Mateo el publicano y con Simón el cananita, reconciliados; la ultra derecha junto con la ultra izquierda. En Cristo Jesús ya no hay ni ultra derecha, ni ultra izquierda, porque reconciliarlos es la obra de la cruz. Esa es la obra que debe haber en nosotros.

 
La lista negra
Los seres humanos tenemos cosas naturales del hombre viejo que quieren enseñorearse de nosotros, pero el Espíritu Santo que está delante de nosotros, dentro de nosotros, dice, nada de eso. A veces hay personas que tienen prejuicios para con los guerrilleros y dicen: No, éste cómo se va a salvar, si éste es de las FARC. Sí se puede salvar. O lo contrario, el guerrillero puede decir: Este gringo capitalista, banquero, qué se va a salvar. También se salva. Y los del Señor decían: Pero cómo El va a comer con los publicanos; sí, ¿por qué no? ¿No ve que Zaqueo era un publicano? Y el Señor llegó a su casa, y la salvación llegó a su casa. Y ¿qué hizo? Devolvió lo que se había robado y repartió su dinero a los pobres; o sea que también puede ser salvado. Y Simón el cananita fue salvado, y Mateo el publicano fue salvado.


Sucede que a veces leemos sin entender las indicaciones; pero si las entendemos nos maravillamos de ver ahora a Mateo tomando la Santa Cena con Simón el cananita, el Zelote. Los zelotes eran los nacionalistas de la guerrilla; sin embargo ahí los vemos reconciliados en Cristo Jesús. Cristo Jesús no es partidista, no es sectarista, no es racista, no es clasista, no es sexista, no es machista, no es feminista. Porque no hay hombre ni mujer en Cristo, en el Espíritu. Es Cristo; el mismo Cristo que está en el hermano fulano es el mismo Cristo que está en la hermana fulana, y los guía a los dos y los armoniza. Claro, cada uno tiene su trabajo, su función; pero la vida interior, nueva, es la misma, y todo eso fue realizado en la cruz, en la resurrección, y eso fue obra de la salvación. La salvación no es solamente no ir al infierno al morir, sino para dejar de ser clasista, o machista, o racista; para eso es también la obra de la cruz. Ante esa lista llamada negra, vamos a aplicar aquí el remedio contra los pecados y el perdón del pecado. Contra los pecados vamos a poner el antídoto a cada una de estas cosas, porque la salvación hace todo eso contra los pecados. El perdón contra el pecado, la liberación del pecado; contra la ley del pecado y de la muerte en nuestra carne, en nuestros miembros, en los miembros de nuestra carne, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús; contra la muerte, la resurrección y la vida; contra la vieja manera de vivir, la nueva manera de vivir.

Contra el viejo hombre, el nuevo hombre; contra el ego, es el alma salvada; contra la carne, el Espíritu; contra las cosas viejas, las cosas nuevas; contra el siglo malo, el siglo venidero; contra la vieja creación, la nueva creación; contra los rudimentos del mundo, el régimen del Espíritu; contra el acta de los decretos que nos era contraria, o sea la acusación contra nosotros, ahora es la justificación; contra los principados y potestades del diablo, ahora guardados por el Señor mismo, el Angel de Jehová, en libertad, y andamos en vida nueva y tenemos poder sobre los demonios. El Señor mismo dice, en mi nombre echarán fuera demonios. Todos esos son los antídotos. Contra el diablo, el Señor mismo y la protección del Señor, la nueva creación; sentados con Cristo en lugares celestiales, reinando, todo esto es prevención contra los ataques del diablo; resistir al diablo; la lucha contra los gobernadores de las tinieblas. Contra la incircuncisión de la carne, la circuncisión del corazón; frente al régimen de la letra, el régimen del Espíritu; frente al ministerio de muerte escrito con letras en tablas de piedra, el ministerio del Espíritu, de la reconciliación, el nuevo pacto. Frente a las enemistades de raza, nacionalidad, clase, sexo, incluso enemistad con Dios, la reconciliación. Todas estas son provisiones de Dios.
 
Conquistas del Señor Jesús en Su obra expiatoria


Estas no son solamente palabras, sino que se refieren a realidades espirituales que debemos experimentar. La intención de Dios no es que leamos estas palabras y no las tengamos en cuenta, sino que las disfrutemos. No son una ley, son un regalo, un disfrute. ¿Qué hemos conseguido en la cruz y en la resurrección? El sacrificio del Señor Jesús está simbolizado por muchos sacrificios en el Antiguo Testamento. Hay el sacrificio por las transgresiones, la ofrenda por el pecado, la ofrenda de paz, la ofrenda mecida del holocausto totalmente quemada. ¿Por qué el Señor no fue simbolizado por una sola clase de sacrificio? ¿Por qué en Levíticos hay tantas clases de sacrificios? Todos representan a Cristo, pero uno representa un aspecto de la obra de Cristo al morir por nuestros pecados. Cristo, además de morir por nuestros pecados, también fue hecho pecado por nosotros, fue hecho maldición por nosotros, nos quitó la maldición a nosotros y nos dio la bendición. Las siguientes palabras representan conquistas del Señor Jesús en Su muerte, en Su resurrección y ascensión, a favor de nosotros. Algunas provienen de la cruz, otras provienen de la resurrección, otras de la ascensión, pero todas provienen de Cristo, y todas están incluidas en la gran salvación de Dios.

Salvación, perdón, liberación, propiciación, redención, reconciliación, justificación, santificación; todo esto proviene de la cruz, pero también proviene de la resurrección: regeneración, renovación, vivificación, adopción, transformación, configuración a Cristo, glorificación. La renovación, la vivificación de nuestros cuerpos mortales con la adopción o redención de nuestro cuerpo. La glorificación, la transformación, la configuración a la imagen de Cristo, todo esto que aparece aquí, perdón, liberación, propiciación, redención, reconciliación, justificación, santificación, todo esto son realidades espirituales distintas, pero todas son provistas en la cruz y en la resurrección del Señor Jesucristo a nivel individual. Pero la obra del Señor no es solamente a nivel individual, sino a nivel corporativo. La resurrección no es solamente para regenerar individuos, sino para edificar el Cuerpo de Cristo, la unidad del Cuerpo de Cristo, del Espíritu, que es también una provisión de la resurrección.
En el capítulo de los puntos cruciales de Eclesiología, ya pasamos de esa salvación meramente del individuo a la salvación colegiada, corporativa, porque hay que entender que el Señor no quiere solamente la salvación para el alma de un individuo. A veces hemos enfatizado que solamente se salvan las almas, y ¿los espíritus qué? y ¿el cuerpo qué? y ¿la civilización qué? y ¿la Iglesia qué? Pero la Biblia habla que no sólo el individuo, sino que la relación de los individuos como Iglesia también es obra de Dios. Y no sólo la Iglesia, sino que Romanos también dice que la misma creación gime por la manifestación de los hijos de Dios, y que la creación fue sujetada a vanidad por causa de nosotros, del pecado, pero que también será libertada de la esclavitud o corrupción, a la semejanza de la gloria de los hijos de Dios[8]. Eso nos manifiesta que la obra de la salvación es grandísima. No solo la cruz para el perdón, sino que la cruz es para todo eso, y asimismo la resurrección.
 
La obra del Espíritu Santo en la salvación


En los tres círculos del dibujo se ha representado la obra del Padre en la salvación, la obra del Hijo en su cumplimiento y la realización del decreto divino, y la obra del Espíritu Santo en el individuo. En principio la parte correspondiente al Espíritu Santo en la salvación, es aplicarla a cada ser humano. La salvación fue realizada objetivamente por el Hijo en el cumplimiento de la historia, pero es aplicada por el Espíritu Santo a cada persona humana salvada, y en consecuencia cree en su espíritu. La obra de Dios, del Espíritu Santo, en el espíritu del hombre, del ser humano, comprende la regeneración. Cuando el Espíritu de Dios viene a morar en el espíritu del hombre, lo regenera. ¿Por qué es necesaria la regeneración? Porque hemos heredado una condición caída y nuestro espíritu estaba muerto, separado de Dios, muerto en delitos y pecados. Necesitamos ser regenerados. ¿Cómo se efectúa la regeneración? Por la inhabitación del Espíritu de Dios en el espíritu del hombre, cuando recibimos a Cristo. ¿Qué conseguimos en la regeneración? Lo que el Señor es, lo que el Señor logró; eso es lo que trae el Espíritu Santo, Su propio ser, Su propia gloria, Su propia naturaleza, la ley del Espíritu de vida que hay en Su propia naturaleza, en Su propio Espíritu. Eso significa para nosotros que vamos a tener un nuevo espíritu, y el corazón de carne es quitado.

Tenemos un corazón nuevo y tenemos la ley del Espíritu de vida en Cristo, y tenemos a Dios el Padre, y tenemos al Hijo y tenemos al Espíritu Santo en nosotros. Todo eso conseguimos; lo que El es viene a serlo dentro de nosotros; lo que El ha conseguido en Su vivir humano, en Su muerte, en Su resurrección, en Su ascensión, el Espíritu tomó lo de Cristo y nos lo ha dado a nosotros. Todo eso es el regalo en la regeneración. Pero lo que nos ha dado en el espíritu, tiene que pasar también a nuestra alma, a nuestra mente, a nuestras emociones, a nuestra voluntad; o sea que con paciencia tenemos que ganar el alma.


Cuando recibimos al Señor somos instantáneamente regenerados, pero luego tenemos que aplicar por el Espíritu, no por nosotros, esa salvación, esa naturaleza, esa vida, a nuestros pensamientos; porque en El somos salvos, sí, en el espíritu, pero nuestros pensamientos todavía no se dejan salvar; todavía siguen perdidos. Y tenemos que ser renovados en nuestros pensamientos; nuestras emociones todavía son muy alocadas, muy desordenadas, no están en su lugar. Dios quiere que tengamos emociones, pero no locas, sino manejadas y controladas por Dios, renovadas. Entonces la obra del Espíritu en el alma es la renovación por el Espíritu Santo; y luego la obra en nuestro cuerpo, cuando aún no hemos sido transformados a la imagen de Cristo. Vivificación por una parte. Dice en Romanos 8:11: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”. El es quien nos fortalece y a veces nos sana. Pero en Romanos 8 también dice que teniendo las primicias del Espíritu, seguimos esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo[9]. Entonces la obra del Espíritu en nuestro cuerpo se llama también adopción; es decir, que antes le pertenecía al pecado, pero ahora le pertenece al Señor; El ha ido ganando.

La glorificación es cuando la vida y la gloria del Señor se manifiestan en nuestros cuerpos mortales en el día de la resurrección. “Cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). Esa es la glorificación. “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:4). Eso es la obra de Dios por el Espíritu aplicado a nuestro cuerpo. La decretó en la eternidad, la cumplió en el tiempo por el Hijo y el Espíritu la aplica al hombre. El Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo dispensando Su salvación, que es El mismo y Su obra, a través de Cristo y por el Espíritu al hombre tripartito, espíritu, alma y cuerpo del hombre individual. El Trino Dios en el hombre tripartito. Pero el hombre individual bendecido, es solamente una piedra del edificio de Dios, lo cual corresponde al estudio relacionado con la Iglesia.
 
Los tres tiempos de la salvación
Pasado. En la Biblia hay pasajes relacionados con nuestra salvación, unos en pasado, otros en presente y otros en futuro. Por ejemplo, en Efesios 2:8 dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Dice que ya sois salvos, declarándolo como un hecho, como algo que se ha dado, como algo que está en pasado. Lo relacionado con nuestra salvación se divide entonces en tres partes: una parte que le decimos pasado, otra que le decimos presente, y otra que le decimos futuro; porque usted va a encontrar que se habla de una salvación ya en pasado, otra en futuro, y también de versículos que hablan de una salvación que se está dando en el presente y también versículos que h
 

 
 

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