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Objeto de la administración.-
En el Nuevo Testamento vemos, pues, que existe una economía divina, una administración de Dios, donde Dios mismo se administra, donde la gracia multiforme de Dios es administrada, y donde los misterios de Dios son administrados, de parte del encargado principal que es la Cabeza, el Ungido, a través de Su vicario que es el Espíritu Santo, y a través de las autoridades delegadas, los apóstoles, los obispos, y también los santos; cada uno tiene autoridad en su función particular en el cuerpo de Cristo.
Así que recordamos que hay algo que se administra, hay quienes lo administran, y ahora tenemos que ver a quien se administra; porque una administración tiene un capital, tiene una manera de administrarse, y tiene también un destinatario, un objeto de esa administración, a quien se administra.
Vemos en las Escrituras principalmente tres áreas fundamentales en las cuales se desarrolla la administración de Dios. Vemos que se ministra a Dios, y se administra a todo hombre, y específicamente a la casa de Dios; y dentro de la casa de Dios, unos a otros.
Dios, Su gracia y sus misterios, se administran en esta triple dirección: hacia todo hombre en lo exterior, a la casa para edificarla en lo interior, y dentro de la casa unos a otros. Y todo para la gloria de Dios. Eso podemos revisarlo, por ejemplo, inicialmente en Colosenses capitulo 1, versículos 25 al 28, donde nos dice Pablo que fue: "hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles"; aquí vemos a los santos como destinatarios; pero continúa: "ese misterio es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre".
De manera que la administración de Dios tiene como objeto al hombre para la gloria de Dios; todos los hombres deben recibir la corriente de vida de Dios, la palabra de Dios, la administración de los misterios, y de la gracia de Dios, y de la misma vida de Dios, para que sean regenerados y perfeccionados para Dios.
Vemos también en Mateo 24:45, que ante una pregunta de unos de los apóstoles, el Señor dijo en una de sus parábolas: "¿quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa, para que les dé el alimento a tiempo?" Vemos, pues también, que la casa de Dios es objeto de la mayordomía de los siervos del Señor. El siervo del Señor debe dar el alimento a la casa de Dios. Y 1Pedro 4:10 dice: "Cada uno, según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios". Entonces también los santos se administran unos a otros la multiforme gracia de Dios. La gracia de Dios, a través de unos para con otros, debe ser el ambiente normal de cada iglesia.
Se administra, pues, a los hombres, a la casa, y en la casa, los santos unos a otros, para la gloria de Dios.
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