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Perdón y liberación.-
En el Libro de Levítico, vemos las distintas clases de ofrendas, los sacrificios que representaban los distintos aspectos de la cruz de Cristo, de la crucifixión del Señor a nuestro favor, para obtener para Dios la recuperación del hombre, quitando las cosas negativas; lo vemos a El muriendo como la ofrenda por las transgresiones, como el cordero de Dios que derrama su sangre para limpiarnos de todo pecado y perdonarnos de toda transgresión o acto de desobediencia.
Lo vemos también a El muriendo como la serpiente de bronce, hecho pecado y maldición por nosotros, y para crucificar juntamente con El al viejo hombre, de manera de que por la victoria de El suministrada a nosotros por el Espíritu Santo, que tomó lo de El para nosotros, nosotros en virtud de la crucifixión del viejo hombre juntamente con Cristo, no solamente seamos perdonados, sino liberados del mal, liberados del pecado.
También vemos en la palabra del Señor, allí en Levítico, que se nos habla de la ofrenda de paz, la ofrenda por la reconciliación; vemos, pues, que el Señor en la cruz nos consigue, por una parte, perdón; por otra parte, liberación, y también reconciliación; estas cosas están íntimamente relacionadas, pero no son exactamente lo mismo.
El perdón se refiere a que Dios olvida nuestro pasado, El nos perdona, El decide no tomarnos en cuenta los hechos que hemos cometido; pero también la cruz de Cristo nos provee no solamente el perdón de nuestros pecados, sino también la limpieza de la mancha del pecado; la mancha del pecado es esto: una persona, por ejemplo, ha sido un ladrón; esa persona, por causa de ser un ladrón, lo meten a la cárcel, paga su deuda, devuelve lo que robó; pero, cuando ya sale de la cárcel, la gente dice: éste es un ladrón; o sea que le quedó la mancha; aunque la persona ya devolvió lo que había robado, aunque la persona ya pagó su pena, sin embargo, le quedó la mancha, quedó manchado, quedó marcad; pero la cruz de Cristo no solamente nos perdona lo malo que hicimos, sino que nos quita la mancha del pecado; ya no somos más llamados ni ladrones, ni prostitutas, ni borrachos, ni narcotraficantes, ni pecadores, ni cualquier tipo de pecado, ni explotadores, sino que somos limpiados con la sangre del Señor, perdonados y limpiados de los pecados y de la mancha del pecado; el Señor se olvida de lo que éramos, y por la regeneración somos totalmente nuevas personas.
La liberación se refiere ya, más que al perdón, y más que a la limpieza, se refiere a que hay ahora en nosotros una victoria sobre el mal que opera en la carne del hombre; el viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo; es decir, el Señor venció al pecado en la carne, y fue hecho pecado por nosotros; lo condenó, de manera de que el viejo hombre nuestro fue crucificado en Cristo; Cristo se vistió de carne y venció la tentación, venció al viejo hombre, y el Espíritu de Cristo contiene estas victorias de Cristo. Así que en la cruz de Cristo el viejo hombre fue crucificado; por lo tanto, fuimos liberados del viejo hombre, en Cristo. Algunas personas dicen: pero si ya fue crucificado el viejo hombre, ¿por qué es que se quiere levantar de nuevo en mí? Lo que pasa es que usted está buscando la crucifixión del viejo hombre en usted mismo, pero fue en Cristo que fue crucificado; por lo tanto, si usted anda en el Espíritu, ya no tiene problemas con el viejo hombre; porque, en el Espíritu, el viejo hombre ha sido destrozado, porque el Espíritu contiene las victorias de la cruz de Cristo.
No necesitamos luchar contra el viejo hombre; el viejo hombre ya fue vencido en Cristo; Uno que ya lo venció, es el que está fluyendo a través de nosotros, si andamos en Espíritu; somos liberados a través de la cruz de Cristo, y del Espíritu. Reconciliados significa todavía algo más, que veremos, Dios mediante, en próximos numerales.
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