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EL FUNDAMENTO PUESTO
"Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Co. 3:11). Esto escribía Pablo. Ahora bien, ¿qué es un fundamento? Es algo sobre lo cual se puede descansar y edificar con seguridad; algo que resiste el peso y que sostiene; algo sin lo cual las cosas se corrompen desde abajo. Bonito nombre y exacto, dado, pues, por Pablo a Jesucristo: ¡Fundamento! Fundamento es el principio indispensable, y para nosotros los hombres, no puede ser menos que Dios, ni menos que hombre. Dios, para sostenerlo y significarlo todo; y Hombre, para asimilarlo y realizarnos. Debemos, pues, considerar a Jesucristo, la Luz de los hombres, el Camino, la Verdad y la Vida, la Resurrección.
Al considerar a Jesucristo como nuestro Fundamento, contemplamos en Él: Su Persona, Su obra, Su doctrina; todo, claro está, indisolublemente ligado. Aprovecharía menos la consideración de su mera doctrina, si no la consideramos respaldada por Su obra; y de igual manera, perderíamos lo substancial de Su obra si no la consideramos en el perfecto marco de la identidad de Su Persona auténtica e histórica, Teo-antrópica. Así que consideramos la Revelación Divina Fundamental en la Persona, obra y doctrina de Jesucristo.
Sí, porque entre los hombres, ¿quién ha habido como Él? No se levantará filósofo, ni visionario, ni héroe, ni moralista, ni político, ni mariscal, que pueda compararse con Él en cuanto a excelencia y en cuanto a frutos beneficiosos para la humanidad. Y si algo bueno tenemos de los hombres en la Tierra, podríamos rastrear sus raíces y encontrarlo en Jesucristo, trátese de amor, justicia, libertad, belleza, dignidad, verdad. Conocerle verdaderamente es, pues, la indagación prioritaria; conocerle personalmente y cómo encaró Su obra, y en qué fundamentalmente ha consistido ésta; quién es, qué hizo y qué hace.
Aprendamos también de Él, ¿cómo podríamos colaborar eficazmente en Su tarea. "Eficazmente" es palabra clave aquí, pues cuánta basura hemos servido falsamente en Su Nombre, sin Su Espíritu. Oh, que podamos con Su ayuda comprender Su obra y colaborar con ella.
¿Cuál es Su obra fundamental? ¿Cuál también la doctrina y enseñanza de Su sublime persona? ¿Cómo podríamos empezar a recoger las primeras migajas de Sus rudimentos y hallar su correcta aplicación en Él para todo? A estas alturas, cuántos descubrimos desengañados lo desdibujado de nuestro cristianismo, que aún no hemos bebido lo mejor de las aguas vivas, que hemos estado por mucho tiempo adormecidos, y como embriagados; porque, ¿quién participa realmente de Su intención y de Su método? En Su luz nos descubrimos como una multitud de traidores.
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