panorámica de Cristo como centralidad (aspecto objetivo)

   
 


 

 

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Preámbulo a la soteriología

Introducción a los variados aspectos del sacrificio de Cristo

Ofrenda por las trasgresiones y ofrenda por el pecado

Perdón y liberación

Ofrenda de paz y reconciliación

Liberación

Hecho maldición por nosotros

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La Cruz entre el mundo y nosotros

La cabeza aplastada de la serpiente

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Sepultado

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Regeneración y renovación

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PANORÁMICA DE
CRISTO
COMO CENTRALIDAD

 

por: GINO IAFRANCESCO V.




"Panorámica de Cristo como Centralidad": (Aspecto Objetivo y Aspecto Subjetivo), es la enseñanza del autor los días 10 y 17 de Agosto de 1996, en la escuela de la obra cristiana, sede de la localidad de Tunjuelito, Santafé de Bogotá D.C., Colombia, América del Sur. Transcripción de Angela Fernández de Blanco. Grabación y digitación en sistemas de Marlene Alzamora de Troncoso.
"Panorámica de Cristo como Centralidad", constituye los capítulos 3 y 4 de la serie titulada: "Tres Centralidades Concéntricas". La presente es la quinta edición de estos capítulos.
Los derechos son del autor. Se permite la reproducción total y la distribución gratuita del presente documento, con la única condición de citar enteramente la fuente a fin de corroborar y preservar la integridad del texto. Sin tal citación el autor no puede hacerse responsable por el nuevo texto.

PANORÁMICA DE CRISTO COMO CENTRALIDAD

ASPECTO OBJETIVO

 

El orden de las tres centralidades

Cuando comenzamos esta serie aquí en Tunjuelito, mencionamos tres asuntos que son centrales. Estuvimos viendo como el pueblo, el campamento del Señor, tenía que mudarse, tenía que avanzar. Y al avanzar no podía hacerlo de cualquier manera; Dios había establecido un orden; Dios había establecido una manera de cómo había que desmontarse el tabernáculo y había que trasladarlo y había que seguir avanzando y cómo había un orden de los asuntos. Todo eso es una tipología; todo eso son capítulos que no están de balde en la Biblia; y la intención de Dios no era que terminaran cuando sucedían apenas de manera tipológica con Israel; Dios, a esa tipología la estableció pensando en nosotros también; y es para nosotros que esas cuestiones deben tener bastante sentido y bastante significado.

Entonces veíamos que lo primero que el Señor establecía que se trasladara con determinados cuidados era el arca; siempre el precursor, el que abre la brecha, digamos, la prioridad, quien lleva adelante todo el avance del pueblo del Señor: es Cristo; y por eso está representado por el arca; el arca es lo primero que tiene que avanzar; todo lo demás sigue al arca; el arca está señalada de una manera especial, mostrando la preeminencia; todo avance legítimo y verdadero en el pueblo del Señor está íntimamente relacionado con Cristo. No hay ningún avance aparte de Cristo; los verdaderos avances son en el conocimiento de Cristo; en la medida en que conozcamos mejor al Señor, en la medida que el Señor se forme en nosotros, es como realmente avanzamos; no hay ningún traslado del campamento para una etapa más avanzada que no esté íntimamente relacionado con Cristo; siempre estaremos reviendo y rumiando (para usar las palabras del mismo Antiguo Testamento) a Cristo; siempre tenemos que estar volviendo a darle un mayor lugar a Cristo, un nuevo lugar a Cristo.


Lo que en la primera sección de esta tarde nuestro hermano Alejandro Pacheco compartió sobre la panorámica de fundamentos en Cristo, está íntimamente relacionado con esto que vamos a estar viendo sobre "las centralidades". Veíamos tres centralidades: Una la de Cristo, que es la de Dios, pero obviamente en Cristo, porque Dios es conocido en Cristo; Dios el Padre se conoce a través del Hijo; la obra de Dios íntegra, empezando por la creación, no sólo por la redención, se hace con Cristo, se hace por Cristo y se hace para Cristo; todas las cosas están centralizadas en Cristo y es Dios el Padre el que puso en ese lugar central a su Hijo Jesucristo. El Padre ama al Hijo y le ha dado como herencia todas las cosas.


El Padre ha querido que en el Hijo habite toda plenitud y el Padre lo ha hecho a él heredero de esa plenitud; el Padre ha creado en el Hijo, ha creado con el Hijo y por el Hijo y para el Hijo; entonces, no hay avance legítimo separado del Hijo; cualquier cosa tiene que ser una mayor profundización, un mejor entendimiento, pero no solamente intelectual, sino por revelación; claro que iluminando también nuestro intelecto y tocando también nuestros sentimientos y emociones y renovando nuestra voluntad y poniendo nuestro cuerpo como instrumento al servicio de Cristo y como miembros de Cristo. Amén.

Pero todo es en Cristo. Cristo es lo esencial. Entonces la primera centralidad tiene que ver con Cristo; tenemos que ahondar profundamente en Cristo.


La segunda centralidad es la consecuencia de ésta; es en el Espíritu; porque Cristo mismo, así como el Padre a Él le delegó una parte del trabajo, así también el Padre juntamente con el Hijo delegaron al Espíritu la continuación de este trabajo; entonces hay algo que es propio del Padre, con el Hijo y el Espíritu; algo que es propio del Hijo, con el Padre y el Espíritu; y hay algo que es propio del Espíritu, con el Padre y el Hijo. Entonces la segunda centralidad es en el Espíritu, en Su ser y en Su obra en nosotros, comenzando por nuestro espíritu; o sea, es la segunda centralidad. Nosotros nunca debemos salirnos de eso; nunca debemos salirnos de Cristo, nunca debemos salirnos del Espíritu y nunca debemos hacer trabajos o funciones que sean fuera de la comunión del Cuerpo de Cristo.


La tercera centralidad que Dios estableció es el Cuerpo de Cristo, porque el Cuerpo es la extensión del misterio de Cristo y es el cuerpo en el que opera el Espíritu de Cristo; por tanto todo tiene que hacerse en Cristo, todo tiene que hacerse en el Espíritu y todo tiene que hacerse en el Cuerpo y como el Cuerpo y para glorificación del Cuerpo de Cristo. Un cuerpo para que Dios sea contenido y expresado y realice Su Reino a través del cuerpo que Él quiso escogerse y a través del cual quiere reinar.


El misterio de Cristo

Entonces en esas tres centralidades nosotros estaremos basados, estaremos profundizando en ellas. ¿Por qué? Porque ellas son precisamente lo que representa el misterio de Cristo; el misterio de Cristo, que es como decir, la llave maestra de toda la Escritura.

Aparte de Cristo, la Escritura no tiene un sentido claro. Es el Señor Jesús el Cristo; o sea, el Señor Jesús como el Cristo de Dios, y el misterio del Cuerpo de Cristo y en el Espíritu. El misterio de Cristo es la llave de toda la Escritura, es la clave de todos los libros de la Biblia, es el que pone todos los libros de la Biblia en coordinación unos con otros. Por eso la vez pasada estuvimos viendo esa panorámica de toda la Biblia, mostrando que toda la Biblia está íntimamente relacionada en una misma función y en un mismo sentido; lo que es la clave de toda la Biblia que es la revelación de Dios es: el misterio de Cristo. El misterio de Cristo es lo que Dios quiere hacer conocido y revelar y ha revelado en el Nuevo Testamento y Su Espíritu lo está iluminando a Su Iglesia y lo está trayendo a realidad en la Iglesia, es el Misterio de Cristo.


El misterio de Cristo es el asunto del cual trata la Biblia; el misterio de Cristo es el asunto del cual trata el Antiguo y el Nuevo Testamento; pero el Misterio de Cristo no es sin el Cuerpo; no es sin el Cuerpo de Cristo; porque lo que Dios quiso fue darle a Su Hijo un cuerpo; un cuerpo para que Él se exprese, para que exprese Su gloria, para que exprese lo que al Padre agrada. Porque el Padre se agrada en el Hijo; entonces quiso darle al Hijo un cuerpo, quiso darle al Hijo un reino para que el Hijo haga lo que Él quiere en ese reino, que el Hijo reine, que el Hijo tenga la preeminencia, porque el Padre confía plenamente en lo que haga el Hijo. El Padre le confió todas las cosas al Hijo, y el Hijo recibe todas las cosas y realiza con todas las cosas lo que gusta al corazón del Padre; o sea que el Hijo es el que lleva todas las cosas a realización; y las lleva en Él a realización, y las lleva en Él a realización para el Padre; como está escrito: "Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos" (1Co. 15:28).


Hermanos, si sabemos que el misterio de Cristo es la llave maestra de toda la revelación divina. Debemos comenzar por esa centralidad y esa centralidad tiene tres partes: Cristo, el Espíritu y el Cuerpo de Cristo. Después se verá la culminación del propósito de Dios; pero la culminación es después; todo tiene que empezar por Cristo. Hoy, lo que Dios mediante estamos haciendo, y en sintonía y empatando con lo que nuestro hermano Alejandro está compartiendo, y esperando seguir con la ayuda de Dios en esa misma secuencia, es ver como el Señor lo vaya queriendo.


Hoy tenemos que comenzar a desglosarlo, también así como lo estaba diciendo Alejandro, primero en una forma panorámica.

Necesitamos ver cuantas cosas están relacionadas con Cristo; verlas primero así en forma panorámica; después necesitamos entrar en ellas, dejar que la palabra de Dios nos hable acerca de esos aspectos, abrirnos a esa Palabra de Dios, porque la Palabra de Dios es una simiente que una vez que realmente la digerimos, la recibimos con aprecio y con atención, produce fruto; porque según la simiente que se siembra es el fruto que se produce. Nosotros necesitamos conocer esa simiente de Dios, que es el mismo Cristo también. Entonces quiero usar el tablero para ir anotando algunos ítemes o algunos puntos que son esenciales en relación a esta primera centralidad que es Cristo.


Cristo en la eternidad

Vamos a comenzar por Cristo en la eternidad; no se puede comenzar por Cristo aquí en la tierra, porque realmente la encarnación es una de las importantes obras de Cristo, pero no es la única, ni es la primera y antes de Sus obras está Su propio ser; entonces tenemos que ver a Cristo en la eternidad, lo cual es como decir también Cristo en la Divinidad o en la Deidad; Cristo en la Divinidad o en la Deidad.

Ahí tenemos que ver el lugar de Cristo. Esto lo vamos a subdividir en capítulos; tendríamos que poner el lugar de Cristo en la Trinidad; quiere decir, Cristo como segunda persona de la Trinidad; eso implica la esencia o substancia y la naturaleza divina. En esto en la Iglesia tenemos que estar muy claros, porque esto es la revelación de Dios, es lo que Dios ha venido revelando a la Iglesia.


Dios ha venido revelándose a la Iglesia, Dios ha venido revelándose a Sí mismo, a través de Cristo; no hay revelación del Padre, sino por el Hijo; el Hijo es la revelación del Padre; el Hijo es la imagen del Dios invisible. Dios es conocido a través del Hijo, pero antes de la revelación es el ser del Hijo; es el ser de Dios, de Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu en la eternidad, pero en Sí mismo, para Sí mismo, todavía sin tener nada que ver con la creación. La creación no es una necesidad de Dios; eso tenemos que tenerlo muy claro; la creación es un acto de amor voluntario de Dios; la creación no es necesaria a Dios; a la creación sí es necesario Dios, pero a Dios no le es necesaria la creación; el amor eterno se basta en la Trinidad, pero es tan rebosante ese amor que Dios quiso crear también; pero antes de la creación es la Trinidad en sí misma, de sí misma y para sí misma; y en esa Trinidad entonces Dios le ha dado lugar al Hijo.


De manera que debemos ver primero al Hijo en la Deidad sin relación con la creación; lo que el Señor es desde la eternidad con el Padre, lo que es Su verdadero ser con el Padre, lo cual está revelado en la Palabra del Señor; y esa revelación Dios la ha venido haciendo, la ha venido adelantando de varias maneras; la ha venido adelantando de manera tipológica, de manera profética, también revelación por encarnación, por declaración directa del Padre, del Hijo y del Espíritu; también por declaraciones delegadas de los profetas en el Antiguo Testamento y de los Apóstoles en el Nuevo Testamento y también por la experiencia de la Iglesia, gracias al Espíritu Santo. O sea que Dios se ha estado dando a conocer durante un largo período en toda la creación; basta con que hubiera comenzado la creación; ya era para Dios darse a conocer; aun la historia de la humanidad tiene el sentido de conocer a Dios. Ustedes recuerdan del capítulo que estamos distribuyendo sobre la Transición de la Revelación General a la Especial, donde Pablo decía de Dios: "para que las naciones busquen a Dios y lo glorifiquen" (Hch. 17:27; Ro. 1:21-23).


Fíjense en el objetivo que Dios le da a la historia de la humanidad, a la historia de las naciones: "para que busquen a Dios"; no hay otro fin en la creación, legítimo, que no sea el conocer a Dios y el glorificar a Dios; pero Dios es conocido y revelado y glorificado por medio del Hijo; es por medio del Hijo que se conoce a Dios y es por medio del Hijo que la creación glorifica a Dios; todo tiene que comenzar por el Hijo en la eternidad.


Después viene Cristo en la creación; pero esto de Cristo en la creación tiene que identificarse también; Cristo en el propósito de Dios; es decir, antes de la creación hubo en Dios con Cristo un propósito; no solamente un propósito para consigo mismo, sino para con la creación que haría. Antes de crear la creación, primeramente hubo una deliberación en el seno de la Divinidad acerca de la creación; entonces, lo ponemos en el capítulo de Cristo en la creación, pero es como un antecapítulo; no lo ponemos en el de Cristo en la eternidad sólo, aunque sí pertenece allí; sin embargo, es por causa de que en ese primer capítulo estamos viendo a la Trinidad en sí misma y para sí misma.


Entonces, después tiene que haber un puente hacia la creación, el cual es el propósito. El propósito no es todavía la creación; y ese propósito de la Trinidad con respecto a la creación ya muestra otro aspecto; ya no muestra el aspecto de Dios solamente en Sí mismo y para Sí mismo, sino de Dios en relación con la creación, pero primero queriéndola, preconociéndola, planeándola, deseándola, decidiéndola; entonces sí, creándola. Digamos, pues, que hay un capítulo intermedio entre Cristo en la eternidad y Cristo en la creación, pero lo estamos poniendo como si fuera una especie de prólogo a Cristo en la creación, puesto que el propósito tiene que ver con la creación; así pues que lo ponemos como una especie de antecapítulo


Cristo en el propósito eterno de Dios para con la creación

Tenemos que ver qué ha revelado Dios acerca de lo que ellos querían, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo con la creación; para qué querían la creación? y ¿qué lugar tendría el Hijo en relación con la creación? Después de que eso es decidido en el seno de Dios, pero ya no sólo en relación a sí mismo, sino a unas criaturas que comenzarían a ser de la nada por voluntad y amor de Dios y mediación del Hijo, entonces ahora sí se llega a la creación.

En la Biblia aparece revelado el lugar de Cristo en la creación. Tenemos que tener esto también presente; en la Biblia, la Palabra de Dios, se nos revela que Cristo tuvo un lugar especial en la creación y tiene un lugar especial en la creación. Tuvo, en el sentido de la creación de la nada; o sea, cuando creó él mismo; la Biblia dice que todas las cosas fueron creadas por Él y que sin Él nada de lo que ha sido hecho fue hecho. Otra cosa, la creación fue hecha también en Cristo; dice que: "todas las cosas fueron creadas en él”; esto es una cosa muy misteriosa; esto es una cosa muy espiritual; ahora necesitamos aceptar esos versículos, tenerlos presentes; digamos, programar nuestro corazón y nuestra fe con esos versículos para que el Espíritu Santo pueda traerlos a la pantalla de nuestra conciencia en el momento oportuno. Hermanos, yo antes había visto esas frases en la Biblia, pero en determinados momentos de comunión con Dios el Espíritu Santo les ha dado un sentido tan grande, tan grande, de lo que es la creación haber sido hecha en Cristo (Colosenses 1:16), no solamente por, sino también en. Por Cristo y en Cristo. Hechas por Cristo en el Padre, pero el Padre mediante el Hijo y también hecha en Cristo. Dice que: “en él vivimos, y nos movemos" (Hechos.17:28); dice que todas las cosas fueron hechas en Él. Eso es una cosa grande porque eso nos va llevando un poco al misterio de lo que es el cuerpo de Cristo. Fíjense que en la eternidad Dios se basta con el Hijo; el Padre se basta con el Hijo; pero el Padre le quiere hacer regalos al Hijo; entonces el Padre le da al Hijo una creación que Él sustente. Esa palabra sustento, que en Él es sostenida la creación, ese es otro aspecto de Cristo en la creación; eso es una cosa seria. Nada de lo que existe, existe fuera de Cristo; todo existe sustentado por Cristo.

Ustedes saben que Cristo es la Palabra de Dios y que sin la Palabra de Dios nada existiría y que todo lo que se mantiene en existencia es por la voluntad y el ejercicio de la Palabra de Dios; o sea que ese es un aspecto importante de Cristo en la creación.


Primero, no había nada apócrifo como inicio de todo; Cristo es el principio; el principio de la creación de Dios; no que Él fue el primero creado, sino que a través de Él es que se da inicio a toda la creación.


Segundo, no solamente ese principio, sino que la creación fue hecha en Cristo. Esos versículos los vamos a rumiar, nos vamos a unir a ellos, les vamos a dejar que digan lo que dicen; ahora por lo pronto estamos haciendo el resumen, pero tenemos que abrir esos versos, tenemos que dejarle a ellos decir lo que dicen.


La fecundación al principio parece que no se nota, pero deje un rato y verá cómo eso va creciendo, cómo eso va multiplicándose, va formando algo grande. Tenemos que abrirnos a la Palabra del Señor y dejar que nos diga eso para que en cualquier momento el Espíritu Santo pueda iluminarlo y asombrarnos de manera que lo adoremos y le exaltemos. Bueno, entonces Cristo es el principio de la creación de Dios, en el sentido de que es el que da comienzo a ella. Segundo, la creación es hecha en Él; o sea, la esfera de la creación, incluso la vieja creación; porque de la nueva, la redención también es por medio de Él; pero la primera creación es en el Hijo. De eso hay versículos que veremos y que algunos nos parecerán raros; y ¿qué será esto de ser creados en Él? hasta que un día el Espíritu te llega y nos ilumina; pero por lo menos tenemos que recibir la Palabra como ella viene, como ella vino de Él. Ahora viene lo relativo al sustento; no sólo a la esfera en quien fue creada la creación, sino quién la sostiene. La Palabra dice que Dios "sustenta todas las cosas con la palabra de su poder" (Hbr. 1:3); o sea, es el sustento de ella. Ahora, ese sustento implica también algo más que se llama providencia. La providencia de Dios quiere decir el ejercicio soberano de Dios con la creación para hacer los arreglos que Dios ha determinado, para que cada una de las cosas que Él creó cumplan su función; necesitan un cuidado especial de Dios, necesitan una providencia Divina; entonces hay providencia de Dios realizada por medio de Cristo; por medio de Cristo es la providencia de Dios. Hermanos, el Padre nada hace con la creación, sino por el Hijo y con el Hijo; la Providencia de Dios es a través del Hijo, es con el Hijo; estamos viendo lo que es el lugar de Cristo en la eternidad y en la creación, desglosado.


Cristo en la revelación

Ahora vamos a Cristo en la revelación; cuando vemos a Cristo en la creación ya hay un aspecto de la revelación de Dios. Una vez que empieza a existir algo eso es señal de un creador; o sea, eso es lo que se ha dado en llamar en la historia de la Teología, la revelación general, lo que la Teología Natural puede percibir de Dios a través de la creación; pero además de eso hay una revelación de Dios que es especial; hay una intervención personal de Dios en la historia de los hombres, antes de la caída, cuando Dios habló palabras directas al hombre, cuando le dijo a Adán y Eva ciertas cosas; allí hay una revelación; cuando hizo pacto con ellos. Cuando leemos Génesis, la palabra "pacto" en relación con Adán y Eva antes de la caída no aparece; pero cuando hablamos del pacto de Dios con Adán, en los profetas (Os. 6:7), nos damos cuenta que el Espíritu Santo está utilizando estas frases en los profetas para referirse a un pacto que aconteció en el Edén, un pacto en el Edén.

Entonces el capítulo Cristo en la revelación fue subdividido: Teología Natural; es decir, Cristo revelando algo parcial, pero verdadero de Dios, por medio de la creación; luego aparece la Revelación Especial de Dios; o sea, la intervención histórica de Dios en Cristo; primero antes de la caída y segundo después de la caída. Hay una revelación especial de Dios con Adán antes de la caída y después de la caída en el Antiguo Testamento realizada mediante Cristo. Entonces aquí es donde aparece el asunto misterioso que estamos viendo en la localidad de Teusaquillo: El Ángel de Jehová; “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob” (Ex.3:2,6), el Ángel de Jehová que aparece como Jehová enviado (Zac.2:8,9,11), hablando en primera persona como Dios; entonces eso tiene que ver con la revelación.

Cristo es la revelación, la revelación de Dios por medio de Cristo como el Ángel de Jehová; no un ángel creado. El nombre “ángel” no es nombre de naturaleza, sino de oficio; y el Hijo es el enviado del Padre. Por eso vemos lo relativo al Ángel de Jehová, vemos también lo relativo a las apariciones teofánicas de Cristo antes de la encarnación; eso es también Cristo en la revelación y todavía no en la encarnación, como dice el canto: "éste es el Cristo que yo predico", que la Biblia predica; la Biblia predica este Cristo. No sólo a los de la Iglesia; nosotros tenemos que conocer al Cristo de Dios, del cual somos Su cuerpo, del cual somos ahora Su cuerpo.


Cristo en la encarnación

Este es el siguiente punto de la serie; esta parte tiene muchos capítulos; la primera de ellas es la misma decisión, la decisión en Dios de redimir por medio de Cristo, incluso antes de la encarnación; pero la encarnación es la decisión de Dios. La Palabra del Señor dice que el Cordero fue inmolado desde el principio del mundo y dice que ya había sido destinado desde antes de la fundación del mundo; o sea que Dios ya había tomado esta decisión, incluso antes de que hubiera una criatura que pudiera rebelarse en carne; ¿por qué? porque Dios es omnisciente; Dios conocía todas las cosas y Dios ya había tomado decisiones y previsiones; ya ninguna cosa le sorprende a Dios. Cuánto nos consuela saber de que a Dios no le va a sorprender ningún pecado nuevo, ni ningún diablo nuevo. Dios es omnisciente y Él ya conocía todo esto y ya en la naturaleza de Él estaba el ser Redentor. Era ya una decisión en Dios; o sea, podemos comenzar por la decisión de redimir, antes de encarnarse; Cristo destinado para ser inmolado a favor de Su pueblo, antes de la fundación del mundo. Eso ya lo sabía el Señor; Él sabía para qué venía; a Él no le sorprendió nada; Él tenía clara conciencia de para qué Él había venido. Entonces Cristo en la encarnación. Tenemos que ver lo de la encarnación, primero como una decisión de Dios; y segundo, como un plan específico para redimirnos; o sea, la redención sería a través de la encarnación; el hombre se salvaría y se salvaría mediante una encarnación; o sea que el Verbo tomaría la naturaleza humana, la que en Adam cayó, y juzgaría su pecado en la cruz; y luego la renovaría; la regeneraría en la resurrección; las cosas fueron hechas en Él y entonces Él las asume; ahora Él pasa por el juicio de Dios, porque las cosas tuvieron una caída; pero no porque Él la quiso, pero sí la previó y la permitió; pero Él salvaría, Él intervendría; entonces ¿qué sucede? hay una decisión, hay que pasar por esto.

Entonces cuando Él vino, vino exactamente a eso; de manera que ahora sí, después de esa decisión, viene lo que se llama la kenosis; que es la palabra griega que significa despojamiento o anonadamiento. Cuando dice por ejemplo Pablo por el Espíritu Santo en el capítulo 2 de Filipenses: "siendo en forma de Dios, no estimó...", ahí comienza ya a revelar Dios, a Cristo, antes de la encarnación, pero para la encarnación, primero, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse; ahí comienza uno a ver esa excelencia de Cristo; ahí es donde uno se da cuenta del contraste total con Satanás, porque precisamente Satanás no siendo el Hijo se ve semejante; y el Hijo, siéndolo, no se aferra a Su condición así; y estuvo dispuesto a hacerse inferior a los ángeles, someterse a la condición de siervo y de ir hasta la muerte y beber una copa. Ahí es donde vemos la belleza de Cristo y lo que Cristo es en Su persona, lo que es para el Padre y para nosotros, porque todo esto comenzó a favor de nosotros; es decir, para que lo que Cristo es en Sí mismo por naturaleza, llegase a ser nuestro. Por eso es tan importante conocer a Cristo, porque nosotros en Adán heredamos la actitud de Satanás, pero en el Espíritu le podemos enfrentar con la actitud de Cristo, porque Cristo enfrenta a Satanás desde esa decisión; Él sabía de la caída de ese querubín y luego los que le siguieron habían tomado una actitud específica. "Seré semejante al Altísimo y sobre las estrellas estableceré mi trono" (Is. 14:13,14); entonces ¿qué se dice de Cristo? "no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse" (Fil. 2:6).


No se aferró, es decir, Él confió plenamente en el Padre, dependía absolutamente del Padre, le dio toda la honra al Padre, le dio el primer lugar al Padre, corrió todos los riesgos habidos y por haber en las manos de Su Padre; esa es la mayor bofetada contra Satanás y contra todos nosotros, cuando no estamos en Cristo participando de esta misma naturaleza y sentir que hubo en Cristo Jesús; y este sentir que hubo en Cristo es para que sea realizado en nosotros, para que nosotros seamos Su cuerpo y Su expresión; entonces necesitamos conocer a Cristo, la preciosura de Cristo, la riqueza de Cristo, porque lo que Él es, lo es para nosotros, y lo que conozcamos y apreciemos de Él es lo que llegaremos poco a poco a presentar a Dios para gloria del Padre.


El despojamiento

Entonces ya con esta decisión, "no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo”, aquí tenemos que detenernos a ver cómo fue ese despojamiento, en qué consistió ese despojamiento. ¿Dejó Él de ser Dios? ¿puede ser Dios mudable? o ¿es Dios inmutable? Entonces ¿en qué consistió ese despojarse? ¿en qué no y en qué sí se despojó? "Tomando forma"; no tenía, "tomó forma de siervo, hecho semejante a los hombres" y aquí vemos entonces el aspecto "el Verbo hecho carne", pero también "semejante a los hombres".

Naturaleza humana de Cristo

Entonces aquí entramos en el aspecto ya de la naturaleza humana de Cristo; hasta aquí, antes de la kenosis o el despojamiento, es la naturaleza divina; pero a partir de la encarnación es la naturaleza humana de Cristo. Entonces ahí hay un capítulo que corresponde a la antropología, qué misión tiene el hombre, qué partes tiene el hombre y cómo Cristo asumió el hombre integral. Porque hay herejías cristológicas y necesitamos poder distinguir la revelación divina bíblica acerca de este aspecto de la humanidad de Cristo y contrastarla con las enseñanzas heréticas acerca de Cristo y de Su humanidad; porque hay herejías que niegan la humanidad de Cristo y dicen que es una apariencia. O allí está el apolinarismo que dice que solamente el cuerpo de Cristo era humano, pero que su alma era divina, cosa que niega la completa humanidad de Cristo. O está el monofisismo que dice que Cristo no tenía sino una sola naturaleza. O está el monotelismo que dice que Cristo no tenía sino voluntad divina, pero no tenía voluntad humana; que son herejías acerca de Cristo. Todos los espíritus de error quieren tergiversar a Cristo. Fíjense que cuando el Apóstol Juan dice en qué conocer el Espíritu de Dios del espíritu de error, no dijo que porque la gente fuera muy amable, muy gentil, ni muy bondadosa; era por causa de la confesión acerca de Cristo (1 Jn. 4:1-6). Debemos ver todo lo relativo a la humanidad de Cristo, al espíritu humano de Cristo, el alma humana de Cristo, al cuerpo humano de Cristo; tenemos que constatar que la revelación divina bíblica nos muestra a Cristo con un alma humana, con un espíritu humano, con un cuerpo humano, pasando por pruebas humanas, tratado en todo conforme a nuestra humanidad; esos son capítulos fundamentales de la persona de Cristo; amén!.

Hermanos, entonces cuando dice: "hecho carne" (Jn..1:14), si se toma este verso sólo sin tener el de Filipenses, pensamos que se refería sólo al cuerpo, pero cuando lo completamos con Filipenses vemos que esta palabra “carne” la está usando el apóstol Juan para implicar toda la humanidad o naturaleza humana, porque el apóstol Pablo lo dice: "semejante a los hombres"; y luego cuando seguimos todas las pistas, las pisadas del caminar humano, del vivir humano de Cristo, entonces ahí nos damos cuenta que en Su persona Él tenía un espíritu humano, un alma humana y un cuerpo humano; y cuando Él dijo: "mi alma está muy triste hasta la muerte" (Mt. 26:38) y "no dejarás mi alma en el hades" (Hch. 2:27), entonces, ahí nos damos cuenta que Él tenía un alma humana; y también cuando dice: "me preparaste cuerpo" (Hbr. 10:5b), y también cuando les dijo, ya resucitado incluso; "un espíritu no tiene carne ni hueso como véis que yo tengo" (Lc. 24:39), nos referimos a un Cristo íntegro. Esto es muy importante tenerlo en cuenta, hermanos. En la historia de la Iglesia se ha presentado un Cristo no solamente carne sino hombre; es decir, hombre en el sentido integral, no solamente cuerpo. Los herejes han presentado un Cristo que es humano, pero que no es divino, otro que es divino, pero apenas en apariencia es humano; otros dicen que sí es humano, pero su nacimiento fue como si fuera de apariencia; y muchas cosas más.


Aquí tenemos que desglosar esta encarnación en varias etapas, comenzando por la concepción inmaculada de Cristo en la virgen María; fíjense, no dije la concepción inmaculada de María, porque es que a veces se habla de la inmaculada concepción de María diciendo que sus padres Joaquín y Ana no transmitieron la naturaleza pecaminosa a María; que ella no la heredó, que prácticamente no necesitó ser salvada; así que cuando el ángel Gabriel le dijo: Dios te salve, María, le dijo una blasfemia.


La Palabra del Señor sí habla de la inmaculada concepción de Cristo, o sea, del Verbo de Dios como hombre en el vientre de la virgen María; entonces, es la concepción inmaculada de Cristo, del Verbo como hombre, no del Verbo como Dios; pero el Verbo como Dios se sometió a una concepción humana en el vientre de la virgen María; el Verbo como hombre en el vientre de la virgen María. Aquello también de que ella era virgen, hay también que decirlo y eso estaba profetizado; entonces debemos ver esas profecías y leerlas con cuidado, dejar que nos hablen y que cada etapa esté clara. La concepción, la gestación y el nacimiento fue el cumplimiento de las profecías.


El vivir humano de Cristo

En relación al nacimiento, cómo nació en Belén y después todo lo que Él pasó, lo que se ha dado en llamar el vivir humano de Cristo. La Palabra del Señor nos enseña el vivir humano de Cristo; o sea, nos enseña de Su crecimiento, no el de la divinidad, porque la divinidad no puede crecer, porque eso sería decir que la divinidad ha sido imperfecta y se está perfeccionando y eso es el error del panteísmo, el panteísmo de la nueva era; ellos piensan que la creación es la que es Dios y que la creación evolucionando es Dios perfeccionándose, y lo querían decir varias de las religiones paganas, incluso la de los indígenas de la Amazonía, que la creación es esa substancia divina que va tomando conciencia de sí misma y en el hombre aparece la divinidad, y por eso ellos adoraban la naturaleza; los mismos indígenas aquí de la Amazonía Colombiana llegaban a idolatrar la creación por decir que la creación es un Dios. Entonces todo esto tenemos que entenderlo: Dios en Su ser es inmutable, Él no es perfectible, Él es perfecto, pero la humanidad si es perfectible, y por eso en cuanto a la humanidad en Hebreos se dice: "y habiendo sido perfeccionado llegó a ser autor de eterna salvación de ellos" (Hbr. 2:11; 5:9); pero no en lo divino, sino en lo humano, ¿por qué? porque Él tenía que asumir nuestra naturaleza humana, que nosotros habíamos degradado, y Él tenía que asumirla, pero sin pecado, para rescatarla y para llevarla a su perfección, al varón perfecto. Por eso la Biblia, en lo del vivir humano, habla del crecimiento de Cristo como hombre (Lucas 2:40), y en varios aspectos creciendo Él, en estatura, en sabiduría, en gracia, delante de Dios y de los hombres. En ese crecimiento, acompañándolo, están lo que se llaman las pruebas. “Fue probado en todo conforme a nuestra semejanza.” (Hbr. 4:15).

Además de las tentaciones a que fue sometido Cristo, habiendo salido en victoria en las pruebas; una victoria sobre sí mismo, sobre la carne, sobre el mundo, sobre el diablo, sobre los enemigos, sobre la muerte. Ahora, todo esto lo hacía para el Padre y para nosotros, y es por eso que hay que seguirlo atentamente porque eso es lo que nos pertenece a nosotros; nosotros tenemos que seguir a Cristo, porque cada cosa que recobramos en Él es para nosotros; por eso es importante seguir a Cristo. Cuando leamos la Palabra pongámosle atención a todo el caminar de Cristo porque seguramente cuando lo necesites, el Espíritu Santo te lo transmite y te hace recordar como es Él, como fue y como sigue siendo; mira como actuó y él es el mismo hoy en ti para ayudarte. Entonces, necesitamos conocer a Cristo, leer la Palabra acerca de Cristo con cuidado, leer los Evangelios; necesitamos leer Mateo, Marcos, Lucas y Juan, seguir el caminar de Cristo, las enseñanzas de Cristo, las obras de Cristo, porque todo eso es revelación. Además dice la Palabra del Señor, (especialmente Juan es el que nos habla así), de esa realización de Cristo en señales. “Este principio de señales” (Juan 2:11); si habla de esta primera señal es porque hubo otras señales; ahora, una señal es como decir un lenguaje simbólico para expresar un mensaje; o sea que los hechos prodigiosos de Cristo, no solamente culminaban en sí mismos, sino que eran hechos en señal de algo. Nosotros, pues, debemos percibir de qué eran señales esos hechos; no solamente que Él hizo, que convirtió el agua en vino, que hizo aquello, que hizo aquello otro, sino que aquello lo hizo como señal de algo, y ¿usted cree que Dios nos va a dar señales para que las ignoremos? ¿no sería eso una ofensa al Señor? No debemos ignorar esas señales, hermanos. Tenemos que observar esas señales en el vivir humano de Cristo. Todas las señales que hizo, Sus enseñanzas, cuando actuaba como profeta, cuando actuaba como sacerdote, como rey, como Señor.


La muerte de Cristo

Llegamos ahora a la muerte de Cristo, lo que significó la muerte de Cristo; primero en qué consistió, qué significado tiene y qué logros obtuvo, son tres cosas importantes. Primero en qué consistió, segundo qué significó y luego que logró. Ahí es donde vemos las riquezas del sacrificio de Cristo. Con los hermanos de Teusaquillo en los años de 1992 y 1993, estuvimos viendo una serie sobre las provisiones de la cruz, lo que el Señor hizo en la cruz; y eso duró como un año, pero todavía no está en la mano de muchos hermanos.

Lo que el Señor hizo en la cruz; esto es una cosa amplísima, y como ya está, digamos, bosquejada en otros capítulos y ya en otros lugares fue enseñada, digamos que aquí solamente lo voy a pasar por alto; sólo voy a decir que en la cruz de Cristo fueron tratadas muchas cosas: la expiación o propiciación, el perdón, la limpieza de la mancha del pecado, la liberación del pecado, la reconciliación, la justificación, el tratar con las cosas viejas, la circuncisión, el tratar con el viejo hombre, el tratar con la carne, el tratar con el mundo, con Satanás, con los principados, con el acta de decretos que había contra nosotros, con las enemistades del sexo, de raza, de nacionalidad, etc. ¡Cuántas cosas fueron hechas en la cruz! Trató además con el antiguo ministerio de la letra, con el antiguo pacto, para pasarlo al nuevo. Por eso, hermanos, Cristo es un misterio glorioso para la Iglesia; y en esto la Iglesia no puede ser superficial. Sí, esto es lo que Dios nos ha dado, Dios nos ha dado a su Hijo para vivir por él; en esto tenemos que estar encima, tenemos que estar digiriéndolo y bebiéndolo constantemente; esto es lo central. El Evangelio comienza por la persona de Cristo, la muerte de Cristo, Su sepultura y Su resurrección.


La sepultura de Cristo

Entonces, después de todo esto sigue lo relativo a la sepultura de Cristo; lo que fue en sí misma y el efecto que tiene para nosotros; lo que objetivamente aconteció en la sepultura y también mientras su cuerpo estaba en la sepultura su alma no fue dejada en el Hades y en espíritu fue y predicó a los espíritus encarcelados. Así que hubo algunos acontecimientos de ultratumba mientras Cristo estuvo muerto, antes de la resurrección. Por ejemplo, dice que el fue al Paraíso y le dijo al otro que también iba a morir: "de cierto hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43); o sea que él fue al Paraíso, pero también dice que fue al Hades. La Biblia dice: "no dejarás mi alma en el Hades"(Hch. 2:27); y también dice que en espíritu fue y predicó a los espíritus encarcelados que habían desobedecido en los tiempos de Noé (1 Pedro 3:18-20), a aquellos ángeles que pecaron y que están en el tártaro (2 Pd.2:4); así que el Señor fue al Paraíso, fue al Hades y fue al Tártaro; tres días de trabajo intenso en ultratumba, antes de la resurrección.

La resurrección de Cristo

Entonces ahora sí viene la resurrección, lo que fue objetivamente y lo que obtuvo para nosotros; así como la muerte obtuvo para nosotros mucho, la sepultura también tiene su significado. Dice la Biblia que nosotros fuimos sepultados juntamente con Él por el bautismo (Col. 2:12). Cuando Él fue sepultado, nosotros estábamos siéndolo juntamente con Él. Cuando somos bautizados nosotros nos identificamos con Su sepultura. Somos sepultados con Cristo por el bautismo. Es decir, todo lo que aconteció con Él objetivamente, todo lo que aconteció con Cristo objetivamente tiene una aplicación al hombre para un fin subjetivo. Debemos conocer lo que fue hecho objetivamente, ya sea que usted lo crea o no lo crea. Fue hecho, ya sea que usted lo disfrute o no lo disfrute. Fue hecho. Entonces tenemos que oír lo que fue hecho. Y segundo, el Espíritu Santo comienza a darle vida a lo que Él hizo; comienza a revelar, comienza a darlo para disfrutarlo. Cristo murió por nosotros; nosotros también morimos, empieza a decir Pablo, y ahí es cuando el Espíritu Santo comienza a enseñarle al mundo muchas cosas. Lo que Aquel Cristo objetivamente, sin que todos lo supieran, había hecho, el Espíritu Santo comenzó a decir: -mire, esto fue para usted, dice el Espíritu, para ser esto suyo. Entonces usted empieza a verlo en Cristo y comienza a creerlo, a recibirlo y a disfrutarlo. Es porque usted lo ve y lo cree que llega a ser suyo. Pero de todas maneras fue hecho. Por eso nuestro hermano lo recordaba. Cristo tiene que ser anunciado.

¿Por qué Cristo tiene que ser anunciado? Para que el Espíritu Santo pueda darle vida al anuncio y realizar Su presencia. Tenemos que hacer eso: oír de Cristo y oír a Cristo. Lo que los apóstoles predicaban era a Jesucristo. Ese era el tema de los apóstoles, porque lo que Él es para nosotros es lo que determina lo que nosotros lleguemos a ser.

Quien sea para ti Cristo, qué de Cristo te ha sido revelado, y qué de lo que Cristo es y te ha sido revelado tú confiesas, crees y recibes, eso determinará lo que tú llegas a ser. Eso es lo que Dios nos dio en Su Hijo. Sobre esa Roca somos edificados. Entonces la resurrección tiene un aspecto objetivo en la historia de Él y también un aspecto aplicable ; de hecho la resurrección toda es aplicable, toda la resurrección de Cristo es aplicable y eso significa la regeneración de nuestro espíritu, la renovación en el alma, la glorificación en Cristo, la unidad del Cuerpo de Cristo; habrá arrebatamiento en la Iglesia porque Cristo fue ascendido; ¿en virtud de qué será arrebatada la Iglesia?, en virtud de la ascensión de Cristo; Aquel que ya ascendió ahora viene a levantar la Iglesia; es una cosa maravillosa, gloriosa.


La ascensión de Cristo

Después de la resurrección viene la ascensión; la entronización; el sumo sacerdocio de Melquisedec; Él es abogado, Él es intercesor, Él es Señor, soberano, Él es cabeza y como cabeza es cabeza de todo principado y potestad, de todo varón, de la Iglesia y de todas las cosas dado a la Iglesia. ¡Precioso! Qué grande es nuestro Dios; Él es heredero, Él conduce todas las cosas, a la diestra del Padre. Aun Su Espíritu prohibe ir por allá, ir por acá, porque Él conduce y también volverá. Pero todo lo anterior es para Su regreso; volverá; esto
también tiene sus capítulos, también tiene sus detalles. Cristo vuelve.

 Por eso la tipología que nos estaba recordando Alejandro de las distintas fiestas; todas son para señalarnos los distintos aspectos de Cristo, porque la Biblia dice que las fiestas son sombra de Cristo, de Aquel que habría de venir que es Cristo. O sea que a través de aquellas fiestas, Dios estaba resaltando aspectos de Cristo que necesitamos todos; todos ellos los necesitamos. Entonces en el regreso de Cristo hay muchas cosas.


El reino

Luego viene el aspecto del reino; hay un aspecto actual del reino, de la Iglesia, y hay un aspecto dispensacional de recompensa del reino en el milenio; también está el nuevo cielo y la nueva Jerusalén; o sea la culminación de Cristo, la lámpara de Dios, el Cordero. Entonces hermanos, esta es una especie de panorama que nos demuestra cuánto debemos poner atención a Cristo. La Iglesia tiene que estar ahí; la Iglesia tiene que tener estas cosas, porque cada una de estas cosas: Qué es Cristo, qué hizo Cristo y qué logró Cristo, es para nosotros; mientras más lo apreciemos, más lo disfrutamos, más lo agradecemos; ahora, ¿qué es el sacrificio que Dios puede recibir de nosotros? Sí, Dios no recibe nada del hombre, sino es por el sacrificio de Su Hijo; es nuestra fe, confianza, nuestro aprecio y fruto de lo que Cristo es y de lo que Cristo hizo, nuestro sacrificio que nos hace aceptos al Padre; nosotros tenemos que apreciar lo que Cristo es y apreciarlo delante de Dios y asombrarnos y creerlo y recibirlo, y entonces Dios nos recibe. ¿Sabe por qué Dios nos recibe? Por la fe, porque apreciamos a Su Hijo. No hay otro motivo por el cual Dios nos reciba; si no creemos, si no apreciamos a Su Hijo, no podemos estar delante del Padre, porque sólo por Su Hijo, por Su nombre y en Su sangre es que tenemos acceso a Dios. No podemos entonces, hermanos, salir de estas tres centralidades concéntricas: Cristo, el Espíritu y el Cuerpo de Cristo.

 
 

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