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EL REINO DE LOS CIELOS
SE HA ACERCADO
Con los rudimentos precedentes de la doctrina de Cristo, vemos que se nos anuncia un Reino para el cual se nos señala una puerta. Dios ha prometido, pues, un Reino. El plan eterno de Dios ha sido una Economía donde Su Hijo amado tenga la preeminencia (Col. 1:18; Ef. 1:9-14; Ro. 8:29; Mt. 22:2; 2 Pe. l:11; Ap. 19:16; 22:3-5). El Reino de los cielos que se acerca es, pues, el anuncio del Evangelio; fue lo primero que Jesús comenzó a enseñar (Mt. 4:17; Mr. 1:14,15) y acerca de lo cual enseñó claramente con parábolas (Mt. 5:3,10,19,20; 6:33; 7:21; 8:11; 9:35; 11:11; 12:28; 13:11,19, 24,31,33, 38,41,43, 44,45,47; 18:1,3,4,23; 19:14,23; 20:1,31; 22:2; 25:1,14; Mr. 4:11,26,30; 9:47; 10:14,15; 10:23-25; 12:34; 14:25; Lc. 4:43; 6:20; 7:28; 8:1,10; 9:11,62; 10:11; 11:20; 12:31,32; 13:18,20,28,29; 16:10; 17:20,21; 18:16,17, 24,25,29; 19:12,15; 21:31; 22:16,18,29,30; Jn. 3:3-5; 18:36; Hch. 1:3).
El Reino fue también lo que mandó a los suyos anunciar (Mt, 10:17; 24:14; Mr. 9:2,60) y fue lo que sus apóstoles anunciaron (Hch. 8:12; 14:22; 19:8; 20:25; 28:23,31; Ro. 14:17; 1 Co. 4:20; 6:9,10; 15:24,50; Gá. 5:21; Ef. 5:5; Col. 1:13; 4:11; 1 Tes. 2:12 ; 2 Tes. 1:5; 2 Ti. 4:1,18; He. 1:8; 12:28; Stg. 2:5; 2 Pe. 1:11; Ap. 1:9; 11:15; 12:10).
Es conveniente seguir atentamente todas estas Escrituras que nos hablan de un Reino; constituyen una hermosa panorámica dentro de la revelación. El Reino es, pues, el ambiente normal de la Iglesia, al cual ingresa y dentro del cual se prepara para su establecimiento definitivo con la segunda venida del Señor Jesucristo.
Ahora bien, ¿por qué se dice que tal Reino de los cielos se ha acercado? ¿por qué dijo del Señor que el tiempo se ha cumplido y el Reino se ha acercado? Israel estaba familiarizado con las profecías veterotestamentarias acerca del Reino; Israel esperaba el Reino del Mesías; los profetas habían hablado de él, e incluso, habían señalado los acontecimientos que precederían a tan glorioso evento. David recibió la promesa de que de su simiente se sentaría el Mesías en Su trono para siempre, puesto que de la simiente de Abraham serían benditas todas las familias de la tierra; por lo cual Mateo se apresura a reconocer a Jesucristo como Hijo de David e Hijo de Abraham (1:1) antes de comenzar aún a enumerar su genealogía.
Isaías (2:1-4; 4:2-6; 9:1-7; 11:1-16; 32:1-8; 33:2-24; 35:1-10; 40:1-11; 41:18-20; 42:1-17; 49:8-26; 51:1-23; 52:1-12; 54:1-17; 60:1-22; 61 y 62; 66:1-24).
Jeremías (23:5-8; 30:7-9; 33:15-17, 20-22,25,26).
Ezequiel (11:14-20; 16:59-63; 20:40-44; 36 y 37 ; 39:21-29; 47:13-23).
Daniel (2:44; 7:9,10,13, 14,18,22,26,27; 9:24; 12:1-3,12,13).
Joel (3:16-21), Amós (9:11-15), Abdías (1:17-21), Miqueas (4:1-13; 5:1-15), Sofonías (3:8-20), Zacarías (9:9-17; 10:1-12; 12:1-14; 13:1,2; 14:1-21), Malaquías (4:2,3).
Todos éstos describieron las características de este Reino, y lo que sucedería cuando estuviese cerca. De igual manera, los profetas hablaron del Mesías sufriente y de Sus padecimientos necesarios antes de las posteriores glorias. Daniel, incluso, en su profecía acerca de las 70 semanas, señaló el día de la visitación del Mesías, en cuya fecha exacta Jesús entró en un burrito a Jerusalén; con razón decía: "El tiempo se ha cumplido"; por lo cual Pablo escribía también a los Gálatas que Dios había enviado a Su Hijo venido en "el cumplimiento del tiempo" (4:4). La serie de imperios anunciada a Daniel en sus visiones, llegaba a su fin: Babilonia, Media y Persia, Grecia, y entonces Roma, la última bestia, bajo la cual murió el Mesías y contra la cual se desbordarían los acontecimientos apocalípticos, de lo cual el apóstol Pablo ya amonestaba, y bajo lo cual, nosotros hoy en día, nos hallamos inmersos, viendo el desarrollo perfecto del cumplimiento profético a punto de parir el anunciado Reino de los cielos. Así que verdaderamente el Reino de los cielos se ha acercado. La Iglesia ingresa en él y lo anuncia, primero espiritualmente, y entonces, cuando Cristo regrese, ya pronto, quedará establecido sin oposición alguna; primero, con el milenio, y entonces, para siempre en el Cielo Nuevo y la Nueva Tierra, con la Nueva Jerusalén, el monte de Sion y el imperio eterno del Mesías.
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