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Ecónomos.-
Dios administra Su economía a través de Cristo y por el Espíritu Santo. Ahora bien, Dios, Cristo y el Espíritu Santo, la Divinidad, ha delegado Su trabajo de administración a mayordomos, o administradores.
Esas dos expresiones las tenemos en la Biblia: la palabra “mayordomos”, y también la palabra “administradores”; y en un pasaje en Gálatas están las palabras “tutores” y “curadores”. Pues bien, la Escritura, en el original griego, usa una palabra que es "oikónomos"; o sea, los “ecónomos”, las personas humanas encargadas de trabajar en la economía Divina, en la administración de Dios, de Su gracia y de Sus misterios. Dios ha delegado Su autoridad; y a través de Su vida y de Su Espíritu, ha constituido apóstoles, ha constituido obispos o presbíteros; y también, los mismos santos son los ecónomos de Dios, son los administradores de la gracia de Dios, y de los misterios de Dios, y de la misma vida de Dios que fluye por el Espíritu Santo a través de la Iglesia.
Los ecónomos, o administradores de Dios, lógicamente que no pueden independizarse de la administración divina, o del programa divino realizado por el Ungido, por el Cristo, por, la Cabeza. Si un presidente de un país constituye un gabinete de quince o doce ministros, o los que fuere el número, esos ministros no pueden hacer de su departamento una republiqueta independiente; ellos deben administrar según el plano del administrador cabeza.
Asimismo en la Iglesia, cada uno de sus ministros no debe administrar en forma independiente, porque no está construyendo una pared sin tener relación con aquel otro que está construyendo otra pared de la misma casa. De otra manera, no se edificaría la casa de Dios, sino que construiríamos un laberinto, pero no la casa de Dios. Por eso, todos los ministros debemos formar parte de la economía divina, y trabajar en la edificación de la casa de Dios, del cuerpo de Cristo, cada uno según su actividad, cada uno según su función, pero todos trabajando en la línea del propósito de Dios.
No debemos, pues, independizarnos del plano. Si vamos a levantar una casa, a construir un edificio, existe un plano, existe una maqueta. En el Antiguo Testamento tenemos la maqueta, tenemos la figura, tenemos el símbolo, el tipo; y en el Nuevo Testamento tenemos el plano y el registro de la verdadera y auténtica edificación de la Iglesia, del cuerpo de Cristo.
Todos los ecónomos deben trabajar, pues, en esta economía, y no erigir una administración rival y contradictoria con la línea central del propósito divino. La corriente de la vida divina va vivificando al cuerpo de Cristo en general, y a todos sus miembros en particular, para desarrollar el propósito divino según el programa Divino. De manera que cada uno de los miembros del cuerpo de Cristo, no importa cuál sea su función, no debe trabajar aisladamente ni desconectado de la intención de Dios.
Debemos compenetrarnos del estilo de gobierno y administración de la Cabeza: el Ungido, y realizar el trabajo según Dios y Su palabra.
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