|
TROMPETAS: CRISTO ANUNCIADO
Pero, ¿qué efecto experimentaríamos de la obra de Cristo si no la conocemos? ¿cómo aprovecharla si no tenemos noticia de ella? ¿cómo confiar en Su obra y creer sus promesas, si no hemos alcanzado la oportunidad de conocer y participar (que es el verdadero conocer) del Evangelio de Jesucristo? Es por ello que también aspecto fundamental de Su obra es anunciar; para esto el Padre envió al Hijo (Ef. 2:17), y Éste a la Iglesia una vez que esté ungida del Espíritu. Así que, en la obra de Cristo, después de Su muerte, resurrección, ascensión y envío del Espíritu Santo, sigue el imprescindible anuncio. Después de la fiesta de Pentecostés seguía la fiesta de las Trompetas; y así también estableció Jesús: "Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Sunto, y me seréis testigos en Jerusalem, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hch. 1:8). Pentecostés, entonces Trompetas.
En el contexto bíblico, las trompetas sirven para anunciar, congregar, declarar juicio; y esto precisamente es lo que hace el evangelio de Cristo: Le anuncia para congregar en Él a Su pueblo, y para dejar sin excusa al mundo pecador (Jn. 15:22). Anunciar a Cristo es, pues, importante, y es la razón de la comisión que recibió toda la Iglesia, según lo escribe el apóstol Pedro: "Pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pe. 2:9). Todo el pueblo de Dios debe anunciar el evangelio. Veamos el ejemplo que de la iglesia primitiva nos quedó registrado en Hechos 11:19-21: "19Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos. 20Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales cuando entraron en Antioquia, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. 21Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor". Cada cual debe, pues, testificar a lo menos a los de su misma condición. Para la perfección de tal ministerio de todos los santos, y no para anularlo ni monopolizarlo, fue que Cristo constituyó apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (Ef. 4:11,12), y esto hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a la estatura del varón perfecto. Por esa razón, toda la iglesia local, al partir juntos el pan y bendecir juntos la copa, anuncia la muerte del Señor hasta que Él venga (1 Co. 10:16,17; 11:26). Por eso también cada uno tiene: o salmo, o doctrina, o revelación, o lengua, o interpretación (1 Co. 14:26), y cada uno debe ministrar a los otros, como buen administrador, la gracia multiforme recibida según el don de Dios (1 Pe. 4:10-11). Por esta razón también, había en Israel dos trompetas: una relacionada al ministerio especial de los Ancianos; y otra relacionada a todo el pueblo.
Pero de cualquier manera, si Cristo era anunciado, Pablo se alegraba, como escribe a los Filipenses: "15Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. 16Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; 17pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. 18¿Qué pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún" (Fil.1:15-18).
He aquí, pues, el indiscutible y gran misterio de la piedad: "Fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria" (1 Ti. 3:16b).
Que las trompetas den, pues, sonido certero (1 Co. 14:8) para que al anunciarse a Cristo, la participación de la fe sea eficaz, en el conocimiento espiritual de todo el bien que está en nosotros por Cristo Jesús (Flm. 1:6).
|
|