|
II
LA PROMESA DE CONOCERLE
No solamente es de primordial importancia conocer a Cristo, sino que también es posible. Es precisamente una promesa de Dios. Y es una promesa que ha sido revelada, porque es también un propósito de Dios el darse a conocer y llenar toda la tierra del conocimiento de Su gloria. Es una meta del Todopoderoso. Así como ha sido revelado el universo, como han sido reveladas todas las cosas existentes por su propia evidencia, así ha sido también revelado por su propia evidencia y por testimonios verificables, el propósito de Dios de darse a conocer. Él mismo ha hecho llegar hasta nosotros la evidencia de Sus promesas, y la evidencia de Su capacidad en cumplirlas. Siempre que Dios ha hablado, se ha hecho entender y le hemos entendido. Él tiene la capacidad de hacerse entender; Él mismo diseñó el entendimiento de los hombres. No podemos ignorar el cúmulo de Sus promesas cumplidas. Hemos conocido el testimonio de Sus promesas y hemos visto cumplirlas. Tenemos, pues, la garantía de Su Todo-poder. La omnipotencia es inherente a la Divinidad. El agnosticismo no es lo normal ni lo necesario. Dios es conocible en Cristo por el Espíritu. Y el conocimiento del poder y la Deidad del Creador y Sustentador de toda la creación se hace posible inicialmente mediante la evidencia de lo creado y de su designio.
Y de la misma manera como Dios sabe hacerse entender, sabe también diferenciarse ante los Suyos de todo lo engañoso y fraudulento. Él tiene Su sello indiscutible y propio, y la naturaleza de lo Suyo no tiene par, porque sólo Él es Dios. Simplemente lo encontramos y allí está, ¡es Él! ¡y lo sabemos! Descartes había dicho: "pienso, luego existo"; mas nosotros añadimos: "Dios existe, ¡helo allí!" Su rastro es inconfundible e inimitable. Inimitable porque sólo Él es Dios. Atended a Jesucristo con suprema atención y veréis al Padre.
Después de conocerle no hay lugar para equívocos. La equivocación acontece sólo antes de conocerle. Sus ovejas conocen Su Voz. Si nos hemos equivocado es porque no le hemos conocido suficientemente; pero cuando Él quiere revelarse, ¿quién puede impedírselo? El diseñó la estructura de la convicción imperturbable, la convicción de la realidad última. Tal convicción es como una incrustación de un pedazo de Sí mismo. Tan evidente es que no podemos escapar a menos que lo hagamos inmoralmente. La absoluta realidad trascendental que todo lo sostiene es Dios que da, y se da sin disminuir. Creación es Su obra, revelación Su lenguaje.
Consideremos, pues, al Espíritu de gloria. Dios hizo esta promesa: ”"13¿No es esto de Yahveh de los ejércitos? Los pueblos, pues, trabajarán para el fuego, y las naciones se fatigarán en vano. 14Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Yahveh, como las aguas cubren el mar” (Hab. 2:13,14).
También Dios ha hecho un pacto. “10Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo; 11y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. 12Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus transgresiones” (He. 8:10‑12).
Así que ni los proyectos de los hombres, ni todo el trabajo del mismo diablo, impedirán que Dios llene toda la tierra del conocimiento de Su gloria. ¡Ese es Su propósito y en Él hecho está! Sus palabras son fieles y verdaderas, y Él es el Principio y el Fin sin estar sujeto a tiempo. No es que Él era el Principio y llegará a ser el Fin, sino que Él es el Principio y el Fin. De manera que las cosas temporales y pasajeras serán enrolladas como un antiguo libro para dar lugar a las cosas eternas y verdaderas que muestran la inmutable gloria de Dios.
|
|