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La revelación escrita.-
Es curioso que la epístola a los Hebreos no tiene un autor humano visible, pero Su Autor divino es el Espíritu Santo. Las demás cartas aparecen como escritas por Pablo, como escritas por Pedro, como escritas por Santiago, como escritas por Juan, etc.; pero la carta a los Hebreos ha sido motivo de controversia acerca de su autor humano; pero se reconoce su Autor divino.
¿Por qué? porque allí se nos enfatiza el hablar de Dios; esta carta comienza diciendo: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”; y ahí comienza en esa carta a contrastar la excelencia del Hijo con otras cosas, también buenas, y que eran tenidas como excelentes. Pero aquí, el énfasis está en la excelencia del hablar de Dios por el Hijo, la excelencia del Hijo como el Verbo de Dios, como la palabra autorizada de Dios.
Cuando hablamos de la revelación divina, no nos estamos refiriendo a mistificaciones extrañas; nos referimos a la definitiva revelación de Dios en su Hijo Jesucristo, como está consignada en las Sagradas Escrituras; especialmente en el Nuevo Testamento, como continuación y concreción y cumplimiento del Antiguo Testamento.
Así que la revelación de Dios se hace perfecta a través de su Hijo Jesucristo. Jesucristo es quien nos revela al Padre; el Padre se nos da a conocer a través del Hijo, y en el Hijo conocemos a Dios, conocemos el plan de Dios y conocemos la salvación de Dios. A la vez, el Hijo habló y transmitió y encomendó Su revelación a los apóstoles; y los apóstoles hablaron y escribieron; y ese registro de lo esencial, de lo clave, está registrado en el Nuevo Testamento.
De manera que la revelación de Dios, la revelación de Jesucristo, no puede separarse de la palabra de Dios, del Nuevo Testamento, ni siquiera del Antiguo Testamento, porque el Antiguo Testamento está ligado y explicado y completado en el Nuevo Testamento.
De manera que la revelación divina está escrita; por eso Pablo decía que lo que le fue revelado lo escribió, leyendo lo cual, podemos entender. Cuando nos acerquemos, pues a leer la revelación que está escrita en la palabra del Señor, sabemos que estamos acercándonos a palabras de Dios; por eso nuestra disposición debe ser correcta y debe ser confiando en la gracia del Señor.
Nuestra disposición a Dios es también una reacción positiva a la gracia de Dios, y la luz de Dios nos hace conocer la palabra de Dios; la palabra de Dos es la revelación de Dios. Tenemos, pues, la palabra de Dios escrita afuera de nosotros en las Sagradas Escrituras, y también tenemos el Espíritu de Dios que inspiró estas palabras morando de nosotros, en nuestro espíritu, si somos hijos de Dios; el Espíritu nos dirige interiormente para comprender la palabra exteriormente, y hay una concordancia entre la guianza interior del Espíritu Santo y Su inspiración registrada objetivamente en las Sagradas Escrituras.
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