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EN TORNO A COSAS DE
La reedificación de la casa de Dios en la tipología
veterotestamentaria
Es necesario un despertamiento del Espíritu para que la reedificación sea realmente de la Iglesia y no sea algo menos, porque se trata de una Cabeza diferente, una organización diferente, una institución diferente, una jurisdicción diferente, un servicio diferente. Según la Biblia, ¿cuál es el servicio de la Iglesia? ¿Cuál es la Cabeza de la Iglesia? ¿Cuál es la jurisdicción de la Iglesia? ¿Cuál es la autoridad de la Iglesia? ¿Cuál es la organización de la Iglesia?
Para que las iglesias sean restauradas y lo deficiente sea corregido, es necesario que recurramos al Señor mismo por Su Espíritu y a Su Palabra, y sólo eso. Aparte de lo realizado por el Espíritu del Señor y de Su Palabra, sería imposible que esto se lograra. Todo tiene que comenzar con un despertamiento del Señor mismo en Su Espíritu. Por ejemplo, en Hageo, que es con Zacarías de los profetas de la restauración, en esos libros y en los de Esdras y Nehemías, la Palabra del Señor nos muestra los principios de restauración de la casa de Jehová y de la ciudad de Dios; y la verdad es que el estudio de estos cuatro libros se relacionan y es sumamente útil a la Iglesia en el período de restauración. Todas las cosas tienen que comenzar por el Espíritu del Señor y por el espíritu de las personas. Para un mayor entendimiento de este importante tema, leemos en el Espíritu del Señor todo el capítulo I del libro del profeta Hageo.
“1En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, diciendo: 2Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada. 3Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: 4¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. 6Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y nos os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. 7Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. 8Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová. 9Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. 10Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. 11Y llamé la sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos. 12Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le había enviado Jehová su Dios; y temió el pueblo delante de Jehová. 13Entonces Hageo, enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice Jehová. 14Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios, 15en el día veinticuatro del mes sexto, en el segundo año del rey Darío”.
El segundo año del rey Darío equivale en el libro de Esdras a la época cuando la reparación de la casa se había parado y la obra se había paralizado; el Espíritu de Dios no quería que se paralizara, entonces envió a Hageo. El nombre de Zorobabel, el gobernador de Judá es muy interesante, pues según dice el profeta Zacarías, es con Josué hijo de Josadac, su compañero y otros que trabajaron en la restauración, varones simbólicos, porque cada uno representa o simboliza algo. Uno de ellos es Zorobabel. Zorobabel significa “una simiente sacada de Babilonia”. El Señor, por castigar la infidelidad de su pueblo, los llevó a Babilonia en donde permanecieron hasta que se cumplió el tiempo determinado por Dios. Entonces el Espíritu de Jehová empezó a moverse en Babilonia entre los hebreos que permanecían allí, para despertar su espíritu y hacerles regresar de nuevo a Jerusalén y reedificar la casa del Señor, que estaba en ruinas, así como la ciudad de Dios; y a quien Dios usa primeramente es a Zorobabel, porque este varón era aquél en quien venía la simiente mesiánica y la autoridad del reino, la línea de Judá. A Zorobabel le correspondía el cetro de Judá, que representa la autoridad de Dios y representa el reino, así como Josué representa el sacerdocio. No puede haber restauración sin el sacerdocio y si no hay sometimiento a la autoridad del Señor.
Todo comienza con el Señor mismo. Le dice al pueblo: Cada uno de ustedes está en lo suyo propio, pero lo que es mi casa está desierta, y por eso es que invierten mucho y consiguen poco, y se quedan con hambre, y se quedan con sed y se quedan desnudos; pero suban al monte, traigan madera y reedifiquen mi casa, y yo voy a poner en ella mi voluntad y la voy a bendecir. Es Su casa la que ha de ser reedificada, la que ha de ser restaurada. Y dice el Señor: “Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto (el remanente) del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios”. Todas las cosas tienen que comenzar del espíritu. El Señor tiene que despertar nuestro espíritu para que podamos ver lo que es la casa del Señor. Todos estamos seguros de que la casa del Señor, sin duda, es la Iglesia. La Palabra del Señor dice claramente: “... la cual casa somos nosotros, la Iglesia”, y que “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente” (1 Timoteo 3:15).
La reedificación con relación a la Iglesia
La reedificación de la casa de Dios guarda relación con la Iglesia. Así como existió un plano original de la casa de Dios en el Antiguo Testamento, una edificación original, y hubo también vicisitudes a lo largo de la historia de la casa de Dios en el Antiguo Testamento, de manera que el pueblo del Señor se dividió y hubo problemas, y fue infiel y levantó lugares altos e hizo las cosas conforme a su manera y no conforme a la Palabra de Señor, así sucede con la Iglesia. Los israelitas organizaron las cosas pero lo hicieron conforme a sus estatutos y no conforme a la Palabra de Dios, y eso fue lo que hizo que se desviaran. En el segundo libro de Reyes y concretamente en el capítulo 17, se viene hablando de la caída de Samaria y cautiverio de Israel, explicándonos cuál fue la razón, pues ellos se habían dividido y habían hecho las cosas conforme a sí mismos, y luego nos dice los versos 19-23:
“19Mas ni aun Judá guardó los mandamientos de Jehová su Dios, sino que anduvieron en los estatutos de Israel, los cuales habían ellos hecho. 20Y desechó Jehová toda la descendencia de Israel, y los afligió, y los entregó en manos de saqueadores, hasta echarlos de su presencia. 21Porque separó a Israel de la casa de David, y ellos hicieron rey a Jeroboam hijo de Nabat; y Jeroboam apartó a Israel de en pos de Jehová, y les hizo cometer gran pecado. 22Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam que él hizo, sin apartarse de ellos, 23hasta que Jehová quitó a Israel de delante de su rostro, como él lo había dicho por medio de todos los profetas sus siervos; e Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta hoy”.
Notemos que el verso 19 nos dice que ni aun Judá guardó los mandamientos de Jehová su Dios, sino que anduvieron en los estatutos de Israel, los cuales habían ellos hecho; es decir, hay cosas que Dios ha hecho, que Dios ha mandado, que Dios ha establecido y cosas que el pueblo se hace, y lo que el pueblo hace llega a convertirse en rival de lo que Dios hace, y luego ya Dios no tiene lo que El quiere sino que Su casa está desierta, y ellos están cada uno en lo suyo propio pero están en cautiverio, están en insuficiencia y están fuera de la voluntad de Dios, fuera del programa de Dios, del plan, del propósito de Dios. ¿Qué hizo Dios? Despierta el espíritu para que vengan otra vez a reedificar la casa de Dios. Notemos que existe una competencia entre los estatutos que se hace el propio pueblo, que son los que lo rigen, y los que el Señor estableció. Si nosotros realmente queremos servir al Señor y conocer y servir a sus propósitos, tenemos que conocer cuál es el propósito de Dios con la Iglesia.
La edificación de la Casa de Dios
La Iglesia no es una cosa liviana. Para el Señor la Iglesia es algo muy cercano a Su corazón. La Iglesia es tan cercana al corazón de Dios, que el propósito eterno de Dios está centrado en el misterio de Cristo, que es Cristo y la Iglesia. En Efesios 3 encontramos un versículo que nos muestra el lugar central que ocupa la Iglesia en el propósito de Dios. Allí dice San Pablo por el Espíritu Santo:
“8A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, 9y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; 10para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la Iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, 11conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Efesios 3:8-11).
El apóstol antes se llamaba Saulo, que era nombre de rey, pero se lo cambió por el de Pablo, que significa pequeño; cambió así la S de rey por la P de pequeño. Cuando dice que le fue dado el aclarar a todos cuál sea la economía del misterio, leemos la palabra dispensación, como una traducción parcial de la palabra griega oikonomía, que es algo muy grande; una economía es toda una administración del Reino. Dispensar es un aspecto de la economía. ¿Qué tenía Dios escondido desde antes de la fundación del mundo? La Iglesia es algo que Dios tenía en sus planes desde la eternidad, y es necesario que a la Iglesia se le aclare cuál es el misterio escondido en Dios desde antes de la fundación del mundo, para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer.
Debe ser ahora; esto no es para el milenio, en el futuro, para el nuevo cielo y la nueva tierra; claro que allá se va a completar, pero esto comienza desde ahora, desde el Nuevo Testamento, para que ahora sea dada a conocer la multiforme sabiduría de Dios por medio de la Iglesia a los principados y potestades en lugares celestiales, porque ellos son los testigos de la verdadera edificación. Los hombres miran el vicio; los hombres miran lo que tienen delante de sus ojos, pero Dios mira la verdadera edificación, porque la casa que Dios está edificando es una casa espiritual. Por eso dice Pedro: “Vosotros también sed edificados como casa espiritual”. Es algo en la nueva creación, es algo en la intimidad de las personas, es la comunión con el Señor y con Su Cuerpo.
Eso es lo que El está edificando, eso es lo que los demonios ven; no dice solamente por medio de la Iglesia, en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra[2]; sí, eso lo dice, pero también dice ante principados y potestades, porque a los hombres los podemos engañar, pero la verdadera edificación en el corazón es la que el Señor y los demonio ven, y esa es la verdadera. No nos engañemos. Nosotros podemos hacer muchas cosas, pero lo que está plenamente hecho por el Señor en el espíritu, en el corazón, eso es la única cosa que proviene realmente de la nueva creación y va a prevalecer.
Los hijos de Esceva quisieron usar el nombre de Jesús y el nombre del Padre, y decían sobre los que tenían espíritus malos: “Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo”, y el demonio contestó: “A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?[3] Los demonios veían las cosas desde la dimensión de ellos; ellos conocían qué realmente era una edificación genuina, espiritual, auténtica, y qué era solamente un embeleco de la apariencia. A veces los hombres edificamos embelecos de apariencia, según nuestros propios estatutos, pero la edificación verdadera de Dios es la edificación de la casa espiritual de Dios, del Cuerpo de Cristo, la formación de Cristo en Su Cuerpo; esa es la verdadera edificación de la verdadera casa de Dios: la formación de Cristo en Su Cuerpo, que es la Iglesia, la única que El tiene y que incorpora a todos los hijos de Dios. Esa es la verdadera edificación a la que somos llamados y en esa es en la que estamos comprometidos. No estamos interesados en seguir la corriente a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, Dios nos guarde, porque nosotros mismos somos el peor peligro.
El propósito eterno de Dios
Regresamos a Efesios 3; dice el verso 11: “Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”. Este trabajo del Señor con la Iglesia es conforme al propósito eterno. Dios quiere a la Iglesia para expresarse Él en la Iglesia; por eso la Iglesia se llama el Cuerpo de Cristo. Un cuerpo es el vehículo de la persona, es el instrumento del hogar de la persona. La cabeza y la vida del Cuerpo es el Señor, y es el Espíritu del Señor, y el Cuerpo somos todos nosotros los hijos de Dios, que tenemos al Señor en su Espíritu, el Espíritu de Cristo. El que no tiene al Espíritu de Cristo no es de El, pero el que tiene el Espíritu de Cristo es parte del Cuerpo de Cristo, y Dios quiere que todo Su Cuerpo, que es uno solo, sea el canal de Su plenitud, en la que El se va formando y expresando. Dios quiere formarse por medio de Cristo y el Espíritu y expresarse a través de un solo cuerpo, que es la Iglesia. La Iglesia es la casa de Dios, donde Dios mora, donde Cristo se forma y donde el Espíritu fluye y expresa la naturaleza de Dios, el sentir de Dios, el amor de Dios, la bondad de Dios, la luz de Dios, el carácter de Dios. Dios, principio y fin, formándose en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
Las cosas de la Iglesia son sumamente importantes para Dios, porque forman los deseos de Su corazón en los propósitos eternos en Cristo. ¿Tú crees que Dios no va a estar presente de lo que se ha propuesto desde la eternidad? ¿Tú crees que El no va a ser diligente de lo que El quiere? A veces nosotros no sabemos lo que queremos; a veces subimos y bajamos, pero Dios sí sabe lo que Él quiere, y ese es Su propósito, y ese propósito lo ha declarado, lo ha simbolizado, lo ha tipificado, lo ha planeado, y Él está sobre eso. En todos los siglos Él está haciendo algo. Debemos estar muy atentos a la obra del Espíritu del Señor y a Su Palabra, en función de Su propósito que está en la Palabra de Dios. Ahora, si la Iglesia es tan importante para Dios, no podemos dejar de considerar lo que Dios ha revelado acerca de la Iglesia en Su Palabra; porque existe en la Biblia una Eclesiología, es decir, una doctrina de la Iglesia, que es bíblica. Puesto que la Iglesia es la casa de Dios, y puesto que el plan de Dios es edificarse una casa para morada de Su plenitud, entonces todo lo relativo a la Iglesia es de suma importancia para Dios; ese es Su propósito eterno. Lo que Dios ha enseñado en la Biblia acerca de la Iglesia es lo que comprende la Eclesiología Bíblica. La Eclesiología Bíblica es la doctrina acerca de la Iglesia, que aparece en las Escrituras. La Eclesiología Bíblica se encuentra de manera especial en el libro de los Hechos, porque Dios no quiere solamente una visión de la Iglesia, o una Iglesia en las Escrituras; Dios quiere que la Iglesia según las Escrituras tenga realidad, en cada localidad.
Tenemos que trabajar por la visión de la Iglesia y por la práctica que Dios tenga realmente en Su Iglesia, práctica de carne y hueso, en la tierra, en cada localidad. Dios quiere tener la Iglesia; quiere tener el sentir Suyo en la Iglesia. El sentir de Cristo debe ser el sentir de la Iglesia; el pensar de Cristo debe ser el pensar de la Iglesia; el Espíritu de Cristo debe ser el que prevalezca en la Iglesia; la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, Su vehículo. Pero, ¿qué pasa? Así como Israel se hizo sus propios estatutos, así el pueblo en su infidelidad, nosotros, nos hemos hecho nuestras propias cosas. Yo pienso que hay cosas que es legítimo que hagamos a nuestra manera, a nuestro gusto. Por ejemplo, si queremos hacer un club, una biblioteca, un teatro, un partido, un equipo, lo podemos hacer a nuestra manera, pero a la Iglesia no la podemos hacer conforme a nuestro gusto, porque la Iglesia es un edificio de Dios, es la casa de Dios, y tiene que hacerse conforme al plan de Dios y al fuero de Dios.
Además de la Eclesiología Bíblica existe una eclesiología eclesiástica, y entre ambas hay una competencia. La misma Iglesia en su infidelidad ha protocolizado, legalizado, aprobado cosas que no son conforme al plan de Dios, sino conforme a sus propios estatutos. Hacemos una iglesia como nos parece, la llamamos dizque iglesia, hacemos nuestros estatutos, pero cuando lo comparamos con el plan de Dios, vemos que lo que hicimos fue algo nuestro, y que le pusimos un nombre que no le corresponde, que le queda muy grande.
Tenemos que ver cuál es la Eclesiología de la Biblia, qué es lo que la Biblia enseña acerca de la Iglesia, y luego, a la luz de la Eclesiología Bíblica, juzgar las diferentes, variadas y contradictorias eclesiologías eclesiásticas; porque en la historia del pueblo del Señor han aparecido multitudes de llamadas iglesias. Pero cuando tú miras a ver si en la Biblia hay denominaciones, no las encuentras.
En la Biblia tú no encuentras denominaciones; en la Biblia tú no encuentras iglesias de pastores. Sí, encuentras pastores pero de la Iglesia de la localidad; pero auditorios privados del pastor equis, no encuentras en la Biblia. En la Biblia no encuentras iglesias de razas; no hay iglesias de negros donde no pueden entrar los blancos. En la Biblia tú no encuentras iglesias de clases, pero ahora hay iglesias que son de ricos donde los pobres se sienten muy mal, y donde no tienen nada que ver con las necesidades de los hermanos pobres. Hay iglesias de pobres donde también están excluidos los ricos. Hay iglesias de apóstoles, iglesias de pastores, iglesias de razas, iglesias de énfasis doctrinales. Si no te gusta hablar en lenguas entonces te separas y te congregas en la iglesia en contra de las lenguas. En la Biblia no hay iglesias de dones, no hay iglesias de ministerios, no hay iglesias de apóstoles, no hay iglesias de pastores, no hay iglesias de otras clases distintas de la Iglesia del Señor en cada localidad.
La línea de la edificación del Espíritu
Necesitamos estudiar la Eclesiología Bíblica, la cual debe ser la base de nuestra práctica como Iglesia, porque como hijos de Dios pertenecemos a la Iglesia. Nosotros somos la Iglesia; todos los hijos de Dios somos la Iglesia, y tenemos que saber qué clase de Iglesia somos. Si no somos la Iglesia que quiere el Señor conforme al plano, conforme a la Palabra, pues estamos haciendo algo distinto de lo que Dios ha planeado. Mientras uno no se da cuenta, bueno, allí hay paz. Dios tolera, y los padres toleramos que hasta los dos años los niños sigan haciéndose en los pañales y los mojen, y es lo normal, pero llega un momento en que ya se les exige más y se les dice: Bueno, hasta aquí yo toleraba que tú fueras así, pero ahora ya no. Tienes cinco añitos, ya debes cambiar. Lo que se toleraba en la niñez espiritual no se ha de tolerar después. En la edificación de la casa de Dios, Él permite que en un cierto período y en un cierto inicio se hagan las cosas como si se estuviera jugando, porque no las estamos haciendo en serio, estamos apenas aprendiendo a hacerlo; entonces los niños hacen casitas de arena, castillos de arena, pero esos castillos de arena no son los castillos verdaderos; pero seguramente el muchachito en el futuro va a ser arquitecto y por eso se pone a jugar con arena y hace castillos muy bonitos, pero esos castillos de arena no son la casa de Dios.
Abraham estuvo trece años pensando que Ismael, el hijo que había surgido de su propia fuerza natural, había venido de Dios; él pensaba que ese era el que iba a ser el heredero, y Abraham le dice al Señor: Señor, ojalá Ismael ande delante de ti. Otro aspecto era que Ismael era más grande, en cambio Isaac apenas estaba naciendo, entonces Ismael lo menospreciaba. Pero Dios le dijo: Isaac es el heredero. Por cuanto él nació según el espíritu y conforme a la promesa del Señor, no te heredará Ismael; te heredará Isaac, el que yo te daré por Sara. Sara representa el Nuevo Pacto, el que proviene del Espíritu, y de ahí edificaría Él a Su pueblo. En cambio Agar representa el Antiguo Pacto, el que proviene de la carne y del esfuerzo de la carne y de la justicia propia, la edificación humana.
Cuando los hombres quisieron edificar algo, lo hicieron con ladrillo, que es hecho de barro, de material humano, y los hombres dijeron: “Vamos, edifiquémosnos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (Génesis 11:4). Y los hombres con su propio material edificaron a Babel. Pero en cabio Jerusalén no surge de abajo para arriba, ni es hecha de materiales de barro humano. Jerusalén desciende de Dios, y su arquitecto y constructor es Dios. La Jerusalén celeste, la que en la Biblia representa la esposa del Cordero, y la Iglesia. La Iglesia es la esposa del Cordero, y la esposa es la Jerusalén celeste, y la Jerusalén celeste desciende de lo alto, y su arquitecto y constructor es Dios. Entonces hay una edificación que es hecha por el Espíritu conforme a la Palabra; pero hay también elementos que son humanos, que llega el momento en que es necesario encararlos, y los encaramos.
Es nuestra responsabilidad que de la mejor manera que podamos, y a la luz de la Eclesiología Bíblica, tener los patrones y decir qué es legítimo y qué no es, qué está de acuerdo a la Palabra y qué no lo está, qué cosas deben permanecer, aprobarse, respaldarse, y en qué cosas no podemos participar más, y qué cosas debemos evitar. Digo cosas, digo sistemas, no personas. Una cosa es tener comunión con todos los hermanos y otra cosa es participar con el sistema. Hay una diferencia entre el sistema y las personas. En el sistema no se realiza lo que Dios quiere porque no se sigue a la Palabra y no se sigue al Espíritu. Es muy importante que sigamos la Palabra, el Espíritu, Cristo, la Iglesia, el Cuerpo; nunca tenemos que salirnos de esto: de Cristo, del Espíritu, de la Palabra, del Cuerpo. Debemos siempre analizar esto. Todo tiene que ser centrado en Cristo, tiene que ser cristocéntrico; tiene que ser espiritual, del Espíritu de Dios; tiene que ser conforme a la Palabra, y tiene que ser en la comunión del Cuerpo de Cristo.
Testimonio terrenal de la Iglesia
Si las cosas las hacemos conforme a Cristo, al Espíritu, a la Palabra y en el Cuerpo, entonces estamos en la vertiente de Dios, estamos en el camino del propósito de Dios. Pero si Cristo no es nuestro centro, ni nuestra Cabeza, si el Espíritu no es nuestro guía, si la Palabra no es nuestro mapa y si la comunión del Cuerpo no es nuestra comunión, entonces, ¿qué cabeza tenemos? ¿Qué espíritu nos gobierna? ¿Qué plano tenemos? ¿Cuál es nuestra comunión? En ese caso no seríamos ni expresaríamos el Cuerpo de Cristo. Puede ser que lo seamos si tenemos al Señor, pero el testimonio que damos no es el testimonio apropiado; damos el testimonio equivocado. Si tú vas por ejemplo a la ONU en representación de Colombia, cuando estás allá en la curul de Colombia, tienes que actuar a nombre de Colombia, porque vas en nombre de Colombia; no puedes ir allí en nombre de Fusagasugá. Claro que Fusagasugá es una parte de Colombia, pero si vas a hablar en nombre de Fusagasugá, tu testimonio en la ONU está fuera de lugar, porque no estás dando el correspondiente testimonio apropiado; estás siendo menos de lo que debes ser.
Estarías diciendo: Bueno, vengo aquí en nombre de Fusagasugá, luego para ti el nombre es Fusagasugá. Puede ser si se tratara de una convención de municipios de Cundinamarca; estaría muy bien que estuvieras en nombre de Fusagasugá. Pero se trata de la ONU, y entonces tienes que ir a nombre de la nación. Entonces tu testimonio como representante de Fusagasugá no viene bien en la ONU porque esa curul le corresponde al representante de Colombia.
El testimonio de la Iglesia tiene que ser el que es; la Iglesia tiene que aparecer como ella es. La Iglesia no puede decir yo soy algo menos de lo que soy; ella tiene que saber quién es ella, y tiene que actuar conforme a lo que ella es, y tiene que establecer ese testimonio, y ese testimonio tiene que aparecer en la tierra, en la realidad de carne y hueso, de manera que se pueda decir: la Iglesia está en tal parte. Donde está la Iglesia del Señor realmente está gobernando Cristo, y realmente ahí las cosas se están haciendo conforme a la Palabra, y realmente ahí se realiza la apertura legítima de la comunión del Cuerpo, no algo menos.
Pero si lo que edificamos es una denominación a nuestro gusto, donde los que Dios quiere que estén en Su Cuerpo no estén porque yo no quiero que estén en mi denominación, entonces, como ahora soy yo la cabeza, ya no es Cristo, los que Cristo quiere yo no los quiero, y eso significa que no estamos edificando lo que el Señor quiere; no estamos teniendo la inclusividad de la Iglesia.
En la Biblia hay cuestiones que caracterizan a la Iglesia y que la diferencian de lo que es una secta. Si se ve que lo que vamos a edificar es una secta, cerremos y nos vamos; pero si nos damos cuenta que somos miembros del legítimo y verdadero Cuerpo de Cristo, y nuestro interés es la edificación del Cuerpo de Cristo, el que es, eso es diferente. Entonces existe la cabeza de la Iglesia, la jurisdicción de la Iglesia, la inclusividad de la Iglesia, el contenido de la Iglesia, el servicio de la Iglesia, la disciplina de la Iglesia, el gobierno de la Iglesia, la comunión de la Iglesia, la unidad de la Iglesia, las finanzas de la Iglesia, las reuniones de la Iglesia, las relaciones de la Iglesia; la Iglesia tiene que tener todo esto normal, como está en el plano de Dios, como está en la Biblia. Si la cabeza no es la que tiene que ser, sino otra, entonces no estamos siguiendo a Cristo, no estamos representando al Señor, sino que hay otra clase de autoridad que está suplantando la legítima. Si la jurisdicción no es la de la Iglesia, entonces estamos edificando conforme a otro plano, se trata de otra edificación.
Suponte que seas gerente de una fábrica, pero tú no sabes dónde comienza y dónde termina la fábrica; a lo mejor descuidas un pabellón de tu fábrica, y a lo mejor te metes en el pabellón de la fábrica de al lado; pero tú tienes que saber cuáles son los límites, la jurisdicción, el terreno, el lugar donde Dios decidió establecer Su santuario, poner Su mano. Porque es que Dios más bien fija un lugar para que en ese lugar se edifique el santuario. Eso es lo que se llama jurisdicción. Una jurisdicción es lo que determina los límites. La Iglesia no puede ser más que esto, ni menos que esto. A veces pecamos porque pretendemos irnos más allá de lo que Dios permite; o lo contrario, también a veces pecamos, no por exceso sino por defecto, cuando no llegamos hasta donde Dios dice; por eso tenemos que conocer los límites de la Iglesia, la jurisdicción de la Iglesia.
La obra del ministerio y el Cuerpo de Cristo
Tenemos que conocer también la inclusividad de la Iglesia, qué es lo que según la Biblia debe incluir la Iglesia. A veces incluimos cosas que Dios no incluye, y excluimos cosas que Dios sí incluye; y esto ocurre porque no nos importa, y tenemos cosas en la iglesia que no son de Dios, pero hay cosas que sí son de Dios que sí las queremos tener; por eso es necesario ver cuál es la inclusividad de la Iglesia. Todos esos puntos dan un total de doce ítems, porque 12 es el número del fundamento. Son 12 ítems fundamentales de la iglesia en cada localidad, tenemos que entenderlo bien por parte de nosotros como servidores del Señor en Su obra; porque los santos son llamados a la obra del ministerio. En Efesios no dice que solamente los apóstoles o los pastores edifican la Iglesia; los santos edifican la Iglesia.
“11Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12).
Los santos, los hermanos, deben ser perfeccionados por los apóstoles, por los profetas, por los evangelistas, por los pastores y maestros, para la obra del ministerio. Y ¿para qué es la obra del ministerio? Para la edificación del Cuerpo de Cristo. Hermano, no te sientas raro; tú eres un santo del Señor, tú eres un gran santo, y tú debes ser perfeccionado por los apóstoles, por los profetas, por los evangelistas, por los pastores y maestros; ¿para qué? ¿para qué debes ser perfeccionado? No sólo para tu vida personal e individual, emocional, privada y familiar. Eso está muy bien, y debe ser así, y debes encararlo; pero no es suficiente. La perfección de los santos es para la obra del ministerio. La obra del ministerio no es para edificar algo distinto que el Cuerpo de Cristo; y el Cuerpo de Cristo no es algo menos de lo que es. Tampoco incluye lo que no incluye, pero sí incluye todo lo que incluye.
Todos estamos llamados; ninguno se sienta raro, porque la Biblia dice que todos estamos llamados a la obra del ministerio, a la edificación del Cuerpo de Cristo. Claro que no todos tienen la misma función, ni hacen el mismo trabajo, pero sí son miembros del mismo Cuerpo, y sí tienen la responsabilidad de laborar, de obrar en el servicio, en el ministerio de la edificación, no de otra cosa; no estamos aquí para edificar denominaciones, no estamos aquí para edificar auditorios; eso puede ser usado, pero eso no es el fin; lo que hay que edificar es el Cuerpo de Cristo. ¿Y hasta cuándo hay que edificarlo?
“13Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Ef. 4:13-15).
Lo que hay que seguir es la verdad. Cuando el Señor le reveló la verdad a Pablo y le mostró la visión, él dijo: “No fui rebelde a la visión celestial”[4]. Pero si él no hubiera tenido la visión celestial, no la hubiera obedecido. Hay que ver la visión de la verdad, y seguir a la verdad. El testimonio de la verdad tiene que darse y practicarse, y tiene que tener carne y hueso. ¿De qué nos sirve una verdad solamente escrita en la Biblia? Dios la quiere es encarnada en la Iglesia, y eso es lo que hay que hacer. Siguiendo la verdad en amor es lo importante, porque es que algunas veces hay amor sin verdad y otras veces verdad sin amor. Pero aquí no se sigue el amor como para decir, es que amamos tanto que no importa la verdad, sacrificamos la verdad por causa del amor; no, no que se sigue es la verdad, pero se sigue la verdad en amor, con cariño, con comprensión, con paciencia, sin arrogancia, todo lo que el Señor nos dice.
“16De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.
Esa palabra es inspirada por el Espíritu Santo; es todo el Cuerpo. Es que a veces nos gusta inclinarnos por determinada denominación, prefiriéndola a las otras. No, es todo el Cuerpo. El Cuerpo va creciendo, edificándose. Jesucristo dijo: “Yo edificaré mi iglesia”.
¿Qué es la Iglesia?
Necesitamos entrar a definir a la luz de la Palabra lo que es la Iglesia. Porque es que hay ciertas palabras que han sido pervertidas en el uso; que se usan ciertas palabras y se le aplican a cosas que no son, y que se vuelve tan común el uso equivocado, que ya cuando se oye la palabra se piensa en lo que no es. Si tú tienes una botella de cocacola y la botella dice cocacola pero adentro tiene aguarrás, entonces cada vez que tú te tomas el aguarrás vas a pensar que es cocacola, porque le estás llamando cocacola al aguarrás, pero es aguarrás, no es cocacola. Tiene que ser cocacola lo que sea el contenido de la palabra. Asimismo sucede con la palabra iglesia. Tenemos que ver qué es a lo que la Biblia llama iglesia; qué sí es la Iglesia y qué no es la iglesia. No importa a cuántas cosas se les llame iglesia.
Yo puedo abrir un garaje, comprar un púlpito, poner unas bancas, sacar una personería jurídica, colocar un letrero y llamarle la “Iglesia de Jesucristo de los últimos días”. Eso lo digo yo, pero ¿la Biblia está de acuerdo? ¿A los ojos de Dios es así como uno dice que es? No; lo que la Biblia dice que es, eso es lo que es, y lo que la Biblia no dice que es, no es, por más que se diga y que la gente haya creído; una gran mentira, pero es una mentira. Algunos dicen, nosotros somos la iglesia tal, pero Dios lo dice de otra manera en la Biblia, y a veces de una manera terrible. Ellos pretenden ser, pero lo que Dios dice que es, es otra cosa. Una cosa es lo que los hombres hacen y otra cosa es lo que Dios hace por el Espíritu y la realidad conforme a la Palabra y a Su plan, a Su propósito.
La palabra iglesia es una palabra que se ha usado irresponsablemente, y ahora unos piensan que la iglesia es un templo; pero tú nunca encuentras en la Biblia que la iglesia se refiere a un templo. En la Biblia no encontramos a Jesús ni a los apóstoles hablando de la iglesia como un templo, y no encuentras a la Iglesia hablando así de la Iglesia. Hay que saber lo que la Iglesia no es; la Iglesia no es un edificio material, la Iglesia no es una personería jurídica, la Iglesia no es un estatuto, la Iglesia no es un grupúsculo separado del Cuerpo; la Iglesia es el Cuerpo de Cristo; esa es la definición de la Biblia. “La iglesia, la cual es su cuerpo; el cuerpo el cual es la iglesia”. Esa es la mutua definición bíblica. Lo que es la Iglesia es el Cuerpo, lo que es el Cuerpo es la Iglesia.
La Iglesia es el Cuerpo de Cristo
“22Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:22-23).
¿Qué significa Su Cuerpo? La plenitud. Esa palabra es muy grande. Alguien puede opinar que hay ciertas cosas de Cristo que no le gustan, y ciertos hermanos, miembros de Cristo, que tampoco le gustan, y decir: Bueno, este hermano yo lo tolero, pero no aguanto que sea ese su don y su ministerio. Entonces no le gusta la plenitud; tiene una actitud sectaria; no tiene la actitud de la Iglesia. La Iglesia es Su Cuerpo, y el Cuerpo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Todo lo que es de Cristo, todos los que son de Cristo y cada miembro de Cristo es la plenitud de su función legítima. Esa es la plenitud, ese es el Cuerpo, esa es la Iglesia. Algo menos que eso no es la Iglesia. También esto se puede decir al revés.
“Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia” (Colosenses 1:24).
En Efesios dice que la Iglesia es Su Cuerpo, y en Colosenses dice que Su Cuerpo es la Iglesia. Su Cuerpo es Su vehículo, Sus miembros. ¿Cuáles son los miembros de Cristo? Los miembros de la Iglesia, y la Iglesia incluye a todos. La Iglesia universal incluye todo lo que es de Cristo, todos los que son de Cristo y cada uno de los de Cristo en la plenitud de sus funciones. ¿Qué es lo que debemos edificar nosotros? El Cuerpo de Cristo. Todos juntos debemos velar para que la plenitud de Cristo sea entre nosotros, para que la plenitud de Cristo esté en la comunión del Cuerpo, que es la nuestra, y para que cada uno esté en la plenitud de su función. Esa es nuestra responsabilidad y nuestro trabajo y los santos llamados a la obra del ministerio, a la edificación del Cuerpo.
Como el Cuerpo es la plenitud, debemos edificar el Cuerpo hasta la plenitud, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. No estamos aquí para fundar un grupúsculo, aunque somos una celulita del Cuerpo de Cristo pero tenemos que tener conciencia de qué somos parte, quiénes somos, y de qué somos una célula. No de la misión tal, ni tampoco de la congregación tal, sino del Cuerpo de Cristo. Trabajamos para el Cuerpo de Cristo. ¿Para qué es la mano? ¿Para sí misma o sólo para el brazo? Es para todo el cuerpo. Los ojos son para todo el Cuerpo, la hipófisis es para todo el cuerpo. Tienes que tener conciencia de que tú eres miembro del Cuerpo, y de que tu función es para el Cuerpo, y que te debes al Cuerpo, y lo que debes edificar es el Cuerpo con todos los santos.
“17Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:17-19).
Cuando Pablo dice que para que habite Cristo por la fe vuestros corazones, ahí no es el punto final. Bueno, yo y Cristo y punto; no. ¿Cómo que punto? No pongas punto donde Dios puso coma. Yo y el Señor y ya; no. ¿Cómo que ya? Para ti ya puedes estar contento, pero Dios no está contento. La Iglesia es como un vaso para Dios. Por ejemplo, mi estatura es de 1,68 metros, soy gordito, y necesito un pantalón que me quede bien, de acuerdo a mis medidas. ¿Que tal si me trato de poner el pantalón de Esteban, mi hijo de nueve años? Me queda chico; no me cabe ni en el pie. Se me tranca porque no es una vestidura suficiente para mí.
Lo que Dios está edificando es un templo, una morada para Su plenitud. Esa morada es el edificio de Dios, la casa de Dios, la Iglesia de Dios, el Cuerpo de Cristo. La Iglesia no puede ser menos de lo que Dios requiere para Su plenitud. Dios sabe dónde comienza y dónde termina y cuántos siglos requiere para hacer este trabajo. Pero nosotros parese que nos olvidamos que Dios está edificando Su Iglesia y Su casa y hacemos cositas donde a Dios no le cabe ni Su pie. Dice Hageo que cada uno de nosotros construye su propia casa, está en lo suyo propio, en su cosita, pero Mi casa, la Mía, está desierta, por eso ustedes tienen hambre y por eso tienen sed, y por eso invierten mucho y consiguen poco, porque están en lo suyo propio. Ese es un tiempo que ustedes usan para lo de ustedes; pero no, suban al monte, traigan madera y edifiquen mi casa, que yo voy a poner en ella mi voluntad, y os bendeciré. Y despertó el Espíritu y entendieron qué era lo que había que edificar[5].
Etimología de la palabra iglesia
Estamos viendo el aspecto universal de la Iglesia, porque la palabra iglesia significa los llamados fuera; viene del griego ekklesia, que los griegos usaban normalmente para referirse a un conjunto de personas, a una multitud reunida; ya sea en orden, a veces en desorden, en griego común se usaba la palabra asamblea (ekklesia). Después el Señor habló de la ekklesia de El, de los que El llamaba para la asamblea suya propia, para la de Su Reino, para la de Su Cuerpo. Entonces las raíces son dos: ek, que quiere decir de o desde, de donde viene la palabra ex, (exterior, externo); quiere decir sacar de; cuando algo sale es expulsado hacia afuera, esa raíz ex, en español de, viene del griego ek (las letras épsilon y kappa, εκ); y klesía significa, llamado; es decir, ekklesía son los llamados fuera, la asamblea de las personas que el Señor sacó del mundo y las reunió a Sí mismo para salvarlas en Su grey.
Hemos estado comentando que hay palabras que se desnaturalizan porque se les da un significado que no es el que se les dio originalmente, y que al desnaturalizarse ocurre que la doctrina acerca de eso se pierde porque las personas llaman a algo por lo que no es; y a lo que realmente sí es, no saben cómo llamarle o no le ponen nombre, y es algo o indefinido o perdido. Entonces necesitamos saber qué es la Iglesia en el lenguaje de Jesús. En la Biblia el Señor Jesús nos presenta dos aspectos de la Iglesia. En el lenguaje de Jesús, Él habla de la Iglesia en dos sentidos. Habla en el sentido universal y en el sentido local. Solamente en dos pasajes aparece Jesús usando la palabra iglesia. En el evangelio de Juan encuentras la Iglesia, pero no la palabra iglesia; en Lucas no encuentras la palabra iglesia; en Marcos no encuentras la palabra iglesia. Solamente en Mateo se encuentra la palabra iglesia en dos pasajes: en Mateo 16 y en Mateo 18. En Mateo 16 te habla de la Iglesia universal y en Mateo 18 te habla de la iglesia local; es decir que existe la Iglesia Universal y existe la iglesia local.
La Iglesia universal
Tenemos que entender cuál es la Iglesia universal y cuál es la iglesia local, porque el Señor llama Iglesia a la universal y llama iglesia a la local, pero el Señor no llama iglesia a otras cosas distintas. Luego el Espíritu Santo, por mano de los apóstoles, también habla de la Iglesia universal y de la iglesia local.
“17Entonces les respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:17-18).
Cuando el Señor dice a Pedro “y sobre esta roca”, no significa sobre ti, sino sobre lo que tú acabas de expresar que soy Yo, que te lo reveló el Padre, diciéndome: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, eso no te lo reveló carne ni sangre. El Padre le reveló a Pedro quién era Cristo, y Pedro lo confesó. Esa es la roca, el Cristo revelado por el Padre y confesado por la Iglesia. Tú eras Simón, una caña llevada por el viento, pero ahora eres Pedro, una piedra, una roca. Y sobre esta roca, no sobre ti, sino sobre lo que acabas de confesar, que el Padre te dijo quién soy Yo, sobre esta roca edificaré mi Iglesia. Al analizar la palabra edificar, tenemos que Dios le había dicho a David: David, tú no me edificarás casa, pero un hijo que nacerá de ti, él me edificará casa. Yo le seré a El Padre, y El me será Hijo, pues el verdadero Hijo de David, del cual Salomón era la figura, es Cristo; es decir, que Cristo es aquél que debía edificar casa al Padre, que es la Iglesia. Cuando el Señor dice “mi iglesia”, se está refiriendo a la Iglesia universal; es decir, aquélla que abarca los santos de todas las épocas y de todos los lugares. No hay sino una Iglesia universal. No se refiere a la católica, a la protestante, a la ortodoxa, no; se refiere a la de Jesucristo que incluye a todos los hijos de Dios, no importa si estuvieron dentro de los católicos, dentro de los evangélicos, dentro de los ortodoxos; lo importante en sí, realmente es que fueron nacidos de nuevo, que realmente conocieron al Señor, realmente creyeron en El, creyeron en Su sangre.
Todos los regenerados son miembros de la Iglesia. La Iglesia no necesita apellidos; el Señor nunca le pone apellido a la Iglesia. En la Biblia la Iglesia no tiene apellido, porque es solamente una. Hay muchos Pedros: Pedro González, Pedro Martínez, Pedro Leyes, etcétera., porque hay muchos. Pero cuando hay uno solo, no necesita nombre. La Iglesia universal no tiene nombre. Si decimos, esta es la católica romana, entonces nosotros, que somos hijos de Dios, no cabemos ahí. Se está usando la palabra iglesia y la palabra católica ilegítimamente, porque si fuera iglesia incluiría a todos, estaríamos ahí; si fuera católica sería universal, y ¿por qué no nos tienen adentro? Además, si es católica, ¿cómo va a ser romana? Es una contradicción. Decimos, esta es la iglesia ortodoxa rusa; la misma cosa. O la iglesia protestante, o la iglesia evangélica, la misma cosa.
La Iglesia no es sino una, no necesita apellido, la universal, la Iglesia de Jesucristo. Puede haber alguna denominación que se llame iglesia de Jesucristo, pero que no incluye a la Iglesia real, que tiene un nombre que no corresponde a su realidad, a su práctica, a su actitud, que no da el testimonio legítimo de lo que ella es, sino que su actitud es inferior o menor, pues tiene un nombre que le queda grande; necesita ensancharse para acomodarse a la realidad. La Iglesia universal incluye a todos los escogidos, desde el primero que hubo hasta el último que habrá. Ahí están todos los hijos de Dios, de todas las edades y de todos los países, de todas las razas, de todas las nacionalidades, si son ricos, si son pobres, si son hombres, si son mujeres, si son blancos, ya en Cristo no hay esa diferencia de bárbaros y escitas, griegos y judíos, eso se acabó. Esa es la Iglesia universal. Esa es la que dice en Efesios 3:21: “A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén”.
En Mateo 16, entonces, se nos habla de la Iglesia universal. En las epístolas a los Efesios, a los Colosenses, se nos habla también de la Iglesia universal. Mateo 16 muestra la mención de Jesús, y Efesios y Colosenses nos dan la doctrina bíblica acerca de lo que es la Iglesia universal, y aparece la Iglesia universal como el Cuerpo de Cristo, como la casa de Dios, como la familia de Dios, como el edificio de Dios, como la esposa del Cordero, como el guerrero de Dios.
Todos esos aspectos, que corresponden a la Iglesia universal, están en Efesios. Efesios es una epístola eclesiológica por excelencia. En el capítulo 1 aparece la Iglesia como el Cuerpo de Cristo; en el capítulo 2 aparece también la Iglesia como el nuevo hombre, un solo y nuevo hombre; la Iglesia no es sino un solo hombre nuevo, que es Cristo resucitado y repartido en todos sus miembros; es un solo hombre con muchos miembros; cada uno es un miembro de un solo gigante, que es Cristo. Un Cristo corporativo, incorporado en todo el Cuerpo. Esa es la Iglesia; eso es lo que es el nuevo hombre: la Iglesia es Cuerpo y es nuevo hombre; un solo nuevo hombre que aparece como un solo Cuerpo que incluye a todos.
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