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UN CUERPO
La Iglesia universal que es el Cuerpo de Cristo, puesto que Cristo no está dividido, es, pues, una sola, de la que forman parte todos los hijos de Dios. No hay un sólo hijo de Dios que esté fuera de Su Cuerpo, puesto que para ser hijo de Dios debe participar de la vida de Cristo, lo cual se hace recibiéndole por fe. Si participa un hijo de Dios de la vida de Cristo, entonces es un miembro de Su Cuerpo. Quien no tiene el Espíritu de Cristo no es de Él; y por el hecho de no participar de Cristo, entonces ningún no-regenerado ajeno a la vida de Dios puede participar de Su Cuerpo que está formado por tan sólo miembros de Cristo. El Cuerpo de Cristo está, pues, formado por todos sus miembros, que son todas aquellas personas donde Cristo mora. Siendo, pues, Cristo uno solo, Su Cuerpo es también uno solo; como está escrito: "Un cuerpo" (Ef. 4:4).
"Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros" (Ro. 12:5).
"12Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 13Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo..." (l Co. 12;12,13), "16Mediante la cruz reconciliar a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. 21...un templo santo en el Señor" (Ef. 2:16,21).
"La paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo..." (Col. 3:15).
Este cuerpo único de Cristo formado de la suma de todos sus hijos en toda época y lugar, es la Iglesia universal; y a ella pertenece por derecho propio y sin necesidad de otro "ingreso", toda persona que se haya identificado con Cristo Jesús, siendo efectivamente renacida por la virtud del Espíritu suyo. Una vez que Cristo haya recibido a una persona, esa persona queda incorporada a Él, y Cristo mora en ella haciéndole miembro Suyo. Todos Sus miembros, sin faltar ni sobrar ninguno, formamos Su cuerpo, y somos de hecho y por derecho la Iglesia universal.
Este cuerpo tiene una sola Cabeza y una sola Vida: Cristo Jesús. La autoridad dentro del Cuerpo radica, pues, exclusivamente en la Cabeza, Cristo Jesús, y opera exclusivamente por Su Espíritu, moviéndose a través de todos los miembros y delegando a cada cual un servicio en el Espíritu. Este servicio en el Espíritu es una manifestación espiritual evidente por sí misma, constituida directamente por la Cabeza y reconocida en la comunión del Espíritu por los miembros del Cuerpo sujetos a la misma Cabeza.
Cada carisma tiene, pues, su propia autoridad delegada, la cual se mantiene viva una vez que esté sostenida por el suministro del Espíritu y la autoridad de la Cabeza. Cristo no sólo dona carismas, sino que además delega responsabilidades. Carisma y responsabilidad, aunque no son lo mismo, están íntimamente relacionados, pues de cada talento debe rendirse cuentas. Sin embargo, carisma y responsabilidad son diferentes; la autoridad del carisma es moral; en cambio la autoridad del comisionado a una responsabilidad es además oficial. Cuando Cristo, la Cabeza, encomienda una responsabilidad, obviamente otorga también el carisma necesario para sobrellevarla. La encomienda es delegada con una autoridad oficial ungida con el carisma de autoridad moral.
Veamos un ejemplo para entender la diferencia entre autoridad oficial y autoridad moral; las dos delegadas directamente de Dios: En la familia, el padre es el primer responsable de su marcha, por lo cual se le debe sujeción; su autoridad es oficial. Si ese padre vive sujeto a Cristo, posee además autoridad moral; pero si no, de todas maneras es el responsable de su familia, por lo que dará cuentas; y por lo tanto sigue siendo suya la autoridad oficial, aunque moralmente se haya deslizado de su dignidad. Y ya que fue Dios quien otorgó esa autoridad oficial, por lo tanto merece respeto.
En el cuerpo de Cristo la Cabeza delega Su autoridad a quien quiere; a cada miembro una jurisdicción; y ante Su tribunal se rendirá cuentas. La autoridad oficial en la obra del Señor la tienen los apóstoles, y dentro de la iglesia local el presbiterio de ancianos, quienes son los obispos de la ciudad. Autoridad moral tiene todo miembro sujeto a la Cabeza, pero los comisionados tienen una responsabilidad especial por causa del encargo. Cualquier carpintero puede hacer una mesa (autoridad moral), pero el responsable es aquel a quien se le contrató para hacerla (autoridad oficial). El cuerpo está, pues, sujeto a Su Cabeza sometiéndose a Su autoridad por el Espíritu Santo. Debemos, pues, someternos a la autoridad del Espíritu, que delega autoridad moral y oficial en Sus miembros.
Aunque la Cabeza delega autoridad, no por eso se desliga del Cuerpo, sino que en sus manos permanecen las riendas, y con cada miembro hay un contacto vivo; con la oración se apela a la justicia de la Cabeza.
La cabeza es el único Coordinador suficiente de todos los miembros; y ya que Cristo es el Coordinador (Ef. 2:21), no podemos encerrarnos en círculos denominacionales, sectarios o estrictamente misionales, sino que debemos estar abiertos a la comunión con todos los hermanos, permitiéndole a la Cabeza asociarnos, dirigirnos y complementarnos. Recordemos que Cristo es nuestra paz, y que en Sí mismo ha hecho de muchos: Un solo y nuevo hombre. Solo, porque Cristo es único; y nuevo, porque proviene de la virtud de la resurrección; un solo y nuevo hombre: el Cuerpo de Cristo (Ef. 2:15,16).
No importa cuán multiforme aparezca la gracia, el Cuerpo es uno; no importa cuánta diversidad haya entre funciones y actividades, ministerios, dones y operaciones, Dios es uno, el Señor es uno, el Espíritu es uno, y entonces el Cuerpo es también uno. Nuestro deber es recibir a todos los que Cristo ha recibido, de la misma manera como Él nos recibió a nosotros (Ro. 15:7). Somos aceptos en el Amado por las infinitas riquezas de Su gracia derramada en Cristo para todos sin distinción.
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