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Revelación.-
Tenemos abiertas las Sagradas Escrituras en el Libro de Mateo, donde en el capítulo once, verso veinte y siete, se nos registran las siguientes palabras del Señor Jesucristo: “Todas la cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”.
Es preciosa esta frase última que nos dice el Señor Jesús; también son preciosas todas las palabras de Dios. Nos dice el Señor Jesús que Él conoce al Padre, y que también lo ha de conocer aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Necesitamos que el Hijo nos quiera revelar al Padre; y el Hijo vino especialmente para revelarnos al Padre.
Aquí queremos hacer énfasis en la palabra “revelar”. No podemos conocer a Dios solamente por nuestros medios naturales, necesitamos la revelación divina. Por eso el Señor, hablándole a Pedro, también lo registra Mateo, le dice que no se lo había enseñado carne ni sangre, sino el Padre que está en los cielos. Y Juan nos registra también otras palabras del Señor Jesús que dice: “Todo aquél que oyó al Padre, y aprendió de Él, viene a mí.”
La verdad está en Jesús. El mensaje de Dios es que Dios es luz. Como dice en Job; que “ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda”. Necesitamos el soplo del Omnipotente, necesitamos la luz que proviene de Dios. Nuestras luces meramente humanas no son suficientes para conocer a Dios y el mensaje de Dios. Necesitamos de la revelación divina; por eso dice: “Nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Por eso el apóstol Pablo oraba en su carta a los Efesios, para que los santos recibieran de Dios espíritu de sabiduría y de revelación; él sabía que la Iglesia necesitaba mucho más que el esfuerzo humano; necesitaba de la intervención divina del soplo del Omnipotente, el espíritu de sabiduría y de revelación de parte de Dios. Pablo mismo decía que él mismo había conocido a Jesucristo por revelación; dijo: cuando plugo a Dios revelar a Su Hijo en mí, para que yo le predicase...
Es necesario, pues, que recibamos revelación de Dios, de Su palabra.
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