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TABERNÁCULOS: CRISTO ESPERADO
La fiesta de las cabañas o de los tabernáculos era la última del año, llena de regocijo, y se llevaba a cabo después de la cosecha. Los israelitas dejaban sus casas habituales y moraban en tabernáculos, señalando con eso su carácter de peregrinos. Fue en el último día de la fiesta de los tabernáculos en que Jesús se puso de pie e invitó a Sí al pueblo. Con esta fiesta, la séptima, se completa el círculo, y cual sombra de Cristo, nos lo señala a Éste regresando. La segunda venida de Cristo es la que da sentido escatológico a todo el caminar cristiano.
La segunda venida de Cristo es la meta de nuestro peregrinar, pues allí nos encontraremos definitivamente con Él para estar siempre a Su lado. Es, pues, tiempo de la cosecha y de gran regocijo, cuando dejando nuestra morada terrestre, seremos transformados y trasladados. También, si nuestra morada terrestre se deshiciere antes de aquel día, tenemos un tabernáculo no hecho de manos, eterno en los cielos (2 Co. 5:1).
La fiesta de los tabernáculos apunta hacia el establecimiento definitivo del Reino; por eso profetizó Zacarías: "Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieren contra Jerusalem, subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos" (14:16). El perder su vida en este mundo los cristianos, tiene el sentido en el regreso de Cristo. Él prometió volver, y con esto da la razón de la conducta cristiana. Su regreso es además el mayor estímulo. Así que la verdad acerca de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo es de fundamental importancia. Debemos, pues, atesorar tal esperanza y animarnos con la certeza de Su regreso próximo. Él lo prometió así:
"2Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Jn. 14:2b,3).
Aunque Él ya ha vuelto en Espíritu desde Pentecostés para unirnos con Él en lugares celestiales, también regresará corporalmente en gloria y majestad.
Debemos asimismo comprender que es el mismísimo Verbo hecho carne cual Jesús de Nazareth, el que regresará en gloria y majestad, con ese mismo cuerpo, ahora incorruptible y glorificado, con el que fue crucificado y resucitado corporalmente, palpado así por sus discípulos, y ascendido a la gloria. Cuando Él ascendió corporalmente a la vista de sus discípulos, dos ángeles dijeron a éstos: "Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hch. 1:11). En Su venida todo ojo le verá (Ap. 1:7), pues viene con poder y gloria en las nubes (Mt. 24:30) para dar retribución (2 Tes. 1:7,8) y establecer definitivamente el Reino de los cielos. Esto debería bastarnos para no dejarnos engañar por la multitud de falsos cristos, que en cumplimiento a las profecías de Jesús acerca de falsos profetas y falsos mesías, han aparecido últimamente alrededor del mundo engañando a muchos (Mt. 24:4,5,11,23-27; Marcos 13:5,6,21-23; Lucas 17:22-26; 21:8).
En Su venida en las nubes, nosotros los suyos que le esperamos, le recibiremos transformados, junto con los resucitados justos, en el aire; y descenderemos juntos a juzgar y reinar con Él (1 Tes. 4:15-17). Esta es, pues, la gran esperanza que Dios ha puesto delante de nosotros, y por la cual luchamos. Con la segunda venida de Cristo, en las nubes, se termina el curso de la historia universal en su modalidad humana; y entonces toma lugar la modalidad divina la economía celestial. Enfaticemos, pues, todos estos aspectos de la obra de Cristo.
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