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Vivificado en espíritu.-
En el numeral pasado habíamos quedado en el aspecto de Cristo muriendo como el grano de trigo; el señor Jesús, en Juan, capítulo 12, nos dice: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no lleva fruto; pero si muere, lleva mucho fruto.” La liberación de la vida divina, la germinación de la vida divina, está relacionada también con el quebrantamiento, con la humillación, con la muerte del grano de trigo. El Señor Jesús fue ese primer grano de trigo que murió para que la vida divina fuera liberada; así que la cruz nos quita todo lo negativo, y permite también la liberación de la vida divina.
Leamos un aspecto relacionado con esto en la muerte de Cristo, en primera de Pedro, capítulo 3, versículo 18; nos dice allí: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.
Notamos allí, pues, que cuando el Señor Jesús estaba muriendo como el grano de trigo, el germen de vida estaba brotando de él; nos dice Pedro, muerto en verdad en la carne, pero, pero vivificado en espíritu; esta expresión, vivificado, nos muestra la germinación de la vida divina a través del morir del grano de trigo; muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.
La vida divina ahora podía salir y entrar en nosotros; el Señor Jesús dijo que estaba con nosotros cuando El estaba aquí en la tierra; pero El les dijo: es necesario que yo me vaya, porque si yo no me voy, el Espíritu Santo, el Consolador, no viene; así que era necesario que la vida divina, que estaba contenida en el Señor, que se había vestido de humanidad, y que así había vencido a Satán, fluyese; Él tenía que ser muerto para que fuera liberada esa vida divina, para que pudiera entrar en nosotros, para que el Hijo Unigénito, se convirtiera en Primogénito, para que el grano de trigo, que era solamente uno, se convirtiera en muchos, dando así ocasión a la gran espiga, el cuerpo de Cristo, la Iglesia, la casa del Dios viviente; esa es la germinación del grano. Por eso dice, “muerto en la carne, pero vivificado en espíritu”; estaremos continuando, Dios mediante en los próximos numerales.
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