Puntos cruciales de la teología histórica

   
 


 

 

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PUNTOS CRUCIALES DE

TEOLOGÍA HISTÓRICA[1]
 

Progresi
ón Espiritual

En la revelación divina hay una progresión en el curso de la historia, que se traduce en un desarrollo conforme las sazones o etapas de la economía divina. Ese mismo proceso se registra en la vida de los seres vivientes y del hombre mismo. Todo tiene su tiempo. Las diferentes etapas de la revelación divina tienen sus propios límites. Aún estamos en el período de la Gracia y no ha comenzado el del Milenio. El apóstol Pablo se los dice a los corintios: “Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros reináis. ¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también con vosotros!”. (1 Corintios 4:8), como si les dijera, nosotros reinaríamos juntamente con ustedes, pero ustedes quieren independizarse. Así son los jóvenes, quieren salirse de la casa para hacer su propia vida, alegando que sus padres están equivocados. Y cuando empiezan a afrontar la responsabilidad ellos solos, es cuando aprenden que sus padres no estaban tan equivocados, y que ellos mismos no eran tan innovadores como pensaban, y vuelven a respetar la autoridad de sus padres, entendiendo las razones que antes sus padres les decían. Es la etapa de los jóvenes.

En 1 Juan 2:13,14, así como habla a los hijos, también habla a los padres: “...os escribo a vosotros, padres...”. Los padres son los que ya tienen hijos, cuando empiezan a madurar. Es la etapa de los padres. Vemos que hay una progresión espiritual. Hay bebés, hay hijitos, hay jóvenes, hay padres. Pero también la Biblia nos habla de los ancianos de la Iglesia. Son aquellos que ya han tenido hijos, y sus hijos han tenido otros hijos, y los nietos han tenido otros bisnietos. Son hermanos que ya han vivido muchos años, que tienen mucha madurez en el Señor. En la vida individual existe una progresión espiritual y existe una maduración en ver las cosas. La escala de valores de un niño es diferente de la de un anciano. Muchos de nosotros los hijos de Dios, en muchos aspectos estamos todavía jugando, no practicando la vida espiritual verdadera, sino haciendo como si fuera la verdadera.
 
Progresión colectiva

Así como en lo individual, existe una progresión a nivel colectivo, a nivel de la humanidad en general. Por eso el Señor habla de las sazones del reino, de los tiempos. Ya esas sazones y esos tiempos no se refieren solamente a nivel individual, sino a nivel global, a nivel universal, a nivel de todo el género humano; y también a la Iglesia. La Iglesia también tiene sus etapas, sus progresiones. Hubo ocasión en que el Señor tuvo que decirles: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad.” (Juan 16:12,13). El habló de una progresión, y habló en plural a la Iglesia. Todavía no les puedo decir a todos ustedes todo. El Espíritu Santo conduce a la Iglesia, como cuando en el Antiguo Testamento la nube de gloria conducía al pueblo por las jornadas y esas jornadas eran paulatinas y no eran solamente a nivel individual, sino a nivel corporativo, de todo el pueblo de Dios en general, que iba siendo conducido por el Señor etapa tras etapa, jornada tras jornada, y aparece en el libro de Éxodo, el libro de las jornadas; unas cuarenta y dos jornadas.

 Progresión profética

Esa progresión o proceso es el que sigue la Teología Histórica. ¿Qué fue lo primero que Dios reveló en una etapa? ¿Cuál fue la primera mención en la historia acerca de determinado tema, y cómo se fue complementando? También en las profecías nosotros vemos esa progresión. Por ejemplo, el libro de Daniel tiene varias profecías. Las primeras (capítulo 2) presentan un panorama muy esquemático, simple. Le revela el Señor a Nabucodonosor en un sueño la historia universal, el futuro, por medio de una estatua; porque lo que se preguntaba este rey era, ¿qué sería después de él? Más tarde, cuando Dios vuelve a tratar el mismo asunto en una revelación posterior a Daniel (capítulo 7), la revelación es la misma pero con más detalle y bajo un enfoque más profundo. Ahora le muestra a Daniel a Babilonia (la cabeza en la estatua) como un león alado (caldeos, una ala, y los asirios, la otra); luego un oso (el pecho y los brazos de plata en la estatua) que se alzaba más de un costado que del otro y tenía tres costillas en su boca, simbolizando la coalición medo-persa (éstos eran más fuertes que los medos), y las costillas representaban las otras bestias (naciones) que había destruido. Y cuando le mostró lo que en la estatua era el bronce representando el imperio griego, ahora se lo mostró como un leopardo con cuatro cabezas y cuatro alas, o sea, los cuatro reinos (alas) en que se dividió el imperio griego a la muerte de Alejandro Magno, pues sus cuatro generales (cabezas) se dividieron el territorio y de ahí surgieron las dinastías del norte (sirios), la de los antíocos (Seleucia), las del sur, la de los ptolomeos (Egipto), etc. Y vemos que las profecías van entrando en más detalles.

Más tarde (capítulo , Dios le muestra otra visión a Daniel acerca del mismo tema, con detalles más completos de cómo el carnero le pegó al macho cabrío, lo tumbó y le rompió el cuerno y entra con fechas, y cada vez va siendo más complejo el panorama. Primero dio el trazo principal, el esqueleto, luego le añadió más detalles en la segunda visión, y cuando eso ya estaba claro, unos dos años más tarde, le mostró la tercera visión. La última visión de Daniel abarca tres capítulos (10, 11 y 12). Esta última visión es bastante complicada, pero primero es lo simple, luego lo complicado.


Hay una presentación básica, inicial; luego una visión panorámica, general y es lo que estamos haciendo en este curso, que se vea las principales montañas de la cordillera, sin entrar en los bosques de cada montaña, ni en los árboles de cada bosque, ni en las ramas de cada árbol. Eso viene después. Hay una primera mención acerca de algo en la Biblia, que después se va desarrollando. Por ejemplo el tema de la primera mención de la casa de Dios; aparece en Génesis 28, cuando Jacob dormía en el curso del viaje que hacía a la tierra de sus antepasados, huyendo de Esaú, Dios le dio una visión de una escalera por la que descendían y subían ángeles de Dios, y cuando despertó dijo: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo”. Luego tomó una piedra (la primera), la ungió y llamó a aquel lugar, Betel (casa de Dios). Cuando Jacob le da el nombre a ese lugar, esa es una primera señal de la casa de Dios. Es una piedra ungida. Más tarde, en Éxodo ya aparece un tabernáculo, pero con un solo candelero. Luego, en el tiempo de los Reyes y en Crónicas, cuando se registra la vida de David, de Salomón, apareció un templo más grande, que sustituyó al Tabernáculo. Ya no es un atrio, sino varios; ya no es un candelero, sino diez; ya todo se va haciendo más complejo, pero el motivo es el mismo, la casa de Dios.

Pero hay más detalles. Cuando más tarde ocurre la restauración de la casa de Dios, con Esdras, Nehemías, luego aparece la profecía para el futuro en Ezequiel; desde el capítulo 40 hasta el final muestra los detalles del templo de Dios, de la casa de Dios, de la gloria, y dice que si su pueblo se humilla, Dios le va a hacer entender el diseño de la casa de Dios. En el Nuevo Testamento vemos que la casa de Dios es la Iglesia. Es una revelación progresiva. La Teología Histórica estudia todo ese proceso. Cuál es la primera mención acerca de tal tema en la Palabra; en qué época se dio; en qué condición; qué significó en ese tiempo; qué proyección futura mostró; luego cómo se desarrolló esa progresión en la siguiente etapa, en el siguiente eon (griego), era, tiempo, sazón.
 
Períodos históricos progresivos

En una línea horizontal encontramos que comienza en un punto inicial y termina en un punto final. Si la subdividimos en varias etapas, desde el punto inicial hasta una determinada línea, tenemos el período de los acontecimientos iniciales antes de comenzar el registro de los mismos en la Biblia.
 
 
El aconteci­miento
 
 
 
Tradición oral y registro precanó­nico o protocanó­nico
 
Consolidación del registro canónico  
 
Selección de re­gistros entre los canónicos y los no canónicos.
 
Proceso de enten­dimiento del pue­blo de Dios acer­ca de la revela­ción bíblica.
 
 
Hechos históricos


Hay acontecimientos que sucedieron antes que fueran registrados en la Biblia, o que tuvieron registro extrabíblico. A veces la misma Biblia dice que ella se ha valido de fuentes antiguas. Por ejemplo, en el Pentateuco, Moisés dice que: “Por tanto dice en el libro de las batallas de Jehová...” (Números 21:14). Toma otras fuentes para corroborar lo que él está diciendo. El texto canónico es el que está escrito, pero eso no significa que no se haya valido Moisés de otros documentos anteriores.

En Génesis 5 Moisés comienza diciendo: “Este es el libro de las generaciones de Adán...” Eso significa que probablemente Moisés tuvo acceso a un documento, sobre todo si se trata de un registro de números de años, de fechas de nacimientos y otros datos históricos. Aquí vemos que hubo un primer período de acontecimientos quizá con algún registro extrabíblico y con tradición oral. Incluso en el Nuevo Testamento también sucedió lo mismo. Jesús vivió, enseñó, los apóstoles le acompañaron, vivieron con El, y ellos empezaron a testificar en forma oral. Hubo muchas personas que vieron lo que el Señor hizo, y lo contaban. Después siguió el período del registro, de recopilar y escribir los evangelios. San Lucas dice:
Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos y fueron ministros de la Palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo”. (Lucas 1:1-3).
Hay un período de acontecimientos salvíficos, donde Dios interviene, donde Dios trabaja, pero viene el período de tradición oral de los aconteci­mientos, y quizá algún registro, algún memorial de ellos, algunos extra-bíblicos y con algún indicio protocanónico que después es incorporado por la Biblia.
 
Tradición oral y registros pre-canónicos

La Biblia hace el registro definitivo de la manera como lo leemos en el texto, pero que se basó en el testimonio oral y quizá en un registro anterior, o registro protocanónico, anterior a la revelación definitiva que aparece en la Biblia, en la cual aparece ya la narración final, para la cual el Espíritu Santo utiliza los recuerdos, las tradiciones y los registros protocanónicos. Nosotros, en la medida que leemos la Biblia, vamos encontrando un registro coordinado como si se tratase de una película, por ejemplo la vida de David, pero nos olvidamos que no había filmadoras en esa época y que la vida de David no estaba siendo filmada, sino dirigida por muchos detalles y muchos testigos, pero algunas cosas tuvieron significado especial, quedaron fijadas en la memoria, fueron transmitidas de generación en generación. Se trata de una época cuando muy pocos sabían escribir, y la memoria estaba muy adaptada para conservar las tradiciones orales, y las repetían, así como nos contamos las historias en la niñez.  


Cuando hay intereses de Dios, llega el día en que Él mismo hace que se escriba ese relato tradicional. Por eso Él le dice a Jeremías: “Escribe esto...”, Luego Jeremías le dice a Baruc que escriba las palabras: “Así dice Jehová...” Luego le llevan el rollo al rey, pero el rey lo quemó. Pero Dios hace que se vuelva a escribir y añadirle otras cosas. Así también sucedió con las tablas de la ley; fueron rotas, pero vueltas a escribir. “Habacuc, escribe la visión... porque sin duda vendrá”. “Ezequiel, escribe esta fecha para que todos sepan...”. “Juan, escribe las cosas que has visto y has oído...”. En el libro de Daniel dice que él escribió lo principal de los acontecimientos. Juan dice que si se escribieren todas las cosas que hizo Jesús, ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Por lo tanto él escribió lo esencial, lo que no habían narrado los evangelios sinópticos. La Teología Histórica estudia todo ese proceso. ¿Qué sería lo que aconteció? ¿Qué expresión oral se produjo? ¿Qué documentos pre-canónicos (protocanónicos) sirvieron de fuente para la redacción definitiva? Luego, la redacción definitiva, ¿En qué época se dio, por qué medio, cuál fue el autor y cómo se plasmó definitiva­mente?

El período del registro del Antiguo Testamento es muy grande, porque sus hechos ocurrieron durante miles de años. El Nuevo Testamento ocurrió más o menos en cien años y así mismo se escribió. El Antiguo Testamento abarca desde la creación, el período patriarcal antediluviano, el diluvio, el período postdiluviano temprano, el reciente, la formación del pueblo de Israel, su período en Egipto, su vuelta a la tierra, el tiempo de los jueces, el tiempo de los reyes, el de los profetas, el tiempo de los escribas, el tiempo intertestamen­tario. Todo esto lo estudia porque Dios es un Dios que se incorpora en la historia, que vive paso a paso con el género humano, y que va guiando a la humanidad. Dios es el principal personaje de la historia. Dios primero interviene en el hecho, luego hace que se registre lo esencial, lo fundamental, lo transcendente del hecho. Hay acontecimientos que no son necesarios de contar. Aun en la vida de Cristo. Mateo registra unas, Marcos otras, Lucas otras y contaron más o menos lo mismo con una que otra variación. Por ejemplo, lo del envío de los setenta no lo cuenta sino Lucas, pero lo de “las señales que seguirán a los que creyeren” no la cuenta sino Marcos. Juan en cambio narra otros aspectos mayores. Pero terminado todo lo que dice Juan, lo que dicen los sinópticos, con alguno que otro dicho que registra Pablo, se configura el registro final. Por ejemplo, Pablo registra un dicho de Jesús que ningún evangelista registra: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Estaba antes en la tradición oral. También en los escritos antiguos de los llamados padres de la Iglesia, en la época patrística temprana, aparecen algunos dichos sueltos de Jesús que no aparecen en los evangelios canónicos. O sea, que de ese período oral sobreviven algunas cosas, pero el Espíritu Santo no se interesó en todos los detalles, sino en los fundamentales, y eso fue lo que inspiró, los de transcendencia permanente; las otras eran coyunturales, eran para el momento y no era necesario que pasaran a la historia porque ya lo esencial había pasado.
 
Recopilación y selección de los registros


Pero luego viene un tercer proceso en la Teología Histórica, que es el de la recopilación de los registros escritos, período de la formación del canon. Cada período tiene su subperíodo. Los grandes bloques en el tiempo se dan de esa manera. Primero acontecen los hechos y comienza la tradición oral y uno que otro registro, hasta que llega el momento en que se hace necesario registrar lo fundamental; pero también hay registros que no son fundamenta­les, registros que no son inspirados, que son espurios, entonces entre todo el cúmulo de registros, empieza el período de valoración de los mismos y llega la etapa de la formación de las Sagradas Escrituras. Los libros confiables, canónicos, que sirven de regla, de fundamento de fe y de conducta. Otros que se clasifican como libros reservados, apócrifos. espurios, incluso falsos o equivocados, no legítimos, pero que también pretendían tener historia y registros, pero al comparar esos registros entre sí, se enteraron que no eran confiables. “...muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas...” (Lc. 1:1). Hay una voluminosa colección de evangelios apócrifos, con pretendidas historias de Cristo, con las cuales algunos, como los gnósticos, pretenden enredarnos, usando porciones de esos evangelios falsos; pretendieron ser registros fidedignos de la vida del Señor, pero después de que se vio la necesidad de tener los registros ciertos, y distinguirlos de los dudosos, vino ese período de formación del canon. Se comparaban cuáles eran los tenidos por verdaderos, por ejemplo, en Jerusalén; cuáles eran los que tenían el respaldo de los antiguos, de los ancianos que conocían directamente el testimonio de quien había escrito determinado registro. Por ejemplo, Papías fue un discípulo del apóstol San Juan, y dice que él oyó a Juan decir que el evangelio de Marcos lo escribió Marcos de la boca de Pedro; que Pedro enseñaba la vida, la historia de Jesús como él la había visto, y los santos de ciertos lugares le pidieron que dejara escrito por lo menos eso que él les contaba. Entonces Marcos escribió sin añadir ni quitar lo que había dicho Pedro, y Juan leyó lo que había escrito Marcos y lo refrendó, y se lo comunicó a Papías. Eso está registrado en los escritos de Papías. Luego Eusebio, en el siglo IV, recopiló todos los datos de Papías. Entonces, ¿como sabemos que ese evangelio lo escribió Marcos? Por la tradición. De uno a otro se iba registrando hasta que llegó a nosotros el conocimiento.


Quien no conoce esa tradición y esos registros, puede opinar que tal hecho pudo haber sido escrito por cualquier teólogo, que al papel le cabe todo, pero no quien sabe todo el proceso de transmisión del texto; quién lo transmitió a quién, en qué rollo, en qué museo está tal códex, de qué época es, dónde se encontró y de dónde viene, de qué tradición es, de qué escuela. Para nosotros es muy fácil ir a la librería y adquirir la Biblia, pero para que eso ocurriera fue necesario que muchos trabajaran por siglos y sufrieran muchos, y dar la vida muchos. Eso se escribió en griego, y usaron imprenta para sacar millones de copias. Todo era manual, como cuando Pablo le escribe una carta a Timoteo, y a otro hermano le interesó y le sacó una copia. En ese momento no parecía que iba a tener tanto valor como el que ahora tiene. O como la carta cortita a Filemón, muy personal, sin pretensiones teológicas, pero por ser de ese personaje tan clave, y por encarnar el cristianismo de una manera tan patente, esa carta fue conservada. La fueron reproduciendo los allegados a Filemón, para llevársela para sus respectivas iglesias, y así iban apareciendo varias copias; y había algunas que parecían tan importantes (como la de los Romanos), que se le hacía muchas copias a mano, con plumas, en papiro. Todo esto tiene una fundamentación de siglos, y la  Teología Histórica examina todo ese proceso.

Resumiendo las etapas, tenemos:
1. El acontecimiento.
2. Su tradición oral con su registro pre-canónico o protocanónico.
3. Selección de registros entre los canónicos y los no canónicos entre las distintas versiones. La historia del texto. Consolidación del registro canónico.
4. Proceso de entendimiento del pueblo de Dios acerca de la revelación bíblica.
La historia del texto es sumamente importante. ¿De dónde viene este texto? ¿De qué códice fue copiado, y éste a su vez de dónde? ¿Qué iglesia o quiénes fueron los responsables, de qué siglo, de qué escuela, cuán confiables eran los de esta escuela o fuente? Al recapitular tenemos acontecimientos progresivos cada vez más significativos, tradición oral, registros precanónicos o protocanónicos, registro canónico definitivo, copia del registro canónico, comparación de las copias entre sí, evaluación de esas copias, la historia textual, comparación de los textos canónicos con los espurios, o apócrifos, o herejes. Las iglesias primitivas no tenían todas el mismo Nuevo Testamento como el que tenemos ahora. Las iglesias del período apostólico y subapostóli­co tenían partes del Nuevo Testamento definitivo. El proceso de recopilar y definir los auténticos libros canónicos del Nuevo Testamento, duró cuatro siglos. Había iglesias que tenían algunos escritos por canónicos pero que no lo eran, como la Didaché, del siglo I, el Pastor de Hermas, que eran muy apreciados por los cristianos primitivos y algunas iglesias los tenían como parte del canon. Cuando Tischendorff fue al convento de Santa Catalina y encontró unos rollos que las monjitas ya estaban echando al fuego y otros que ya se los habían comido los ratones, encontró el famoso Códice Sinaítico, uno de los más antiguos del Nuevo Testamento, en el que se basan gran parte de las traducciones modernas. Ese códice, después del Apocalipsis, tenía la epístola de Bernabé y la epístola de Clemente, y había otros códices donde no aparecía el Apocalipsis, y otros donde no aparecían las segunda y tercera cartas de Juan. Como eran cartas pequeñas, que le mandó a Gayo y a la anciana elegida de algún lugar, entonces no las consideraban de gran importancia. En cambio había cartas escritas a muchas iglesias, como a los Gálatas, por ejemplo, y cada una de esas iglesias (como Listra, Derbe, Iconio) a lo mejor conservaban copias. Ya había cartas donde Pablo decía, como a los Colosenses, “cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros”. Eso significa que se intercambiaban las cartas o les sacaban copias.


El canon del Antiguo Testamento había sido concluido y terminado cuando el Señor Jesús estuvo aquí; ya había tenido su proceso, y Flavio Josefo registra el canon del Antiguo Testamento tal como nosotros lo tenemos. El apóstol Pablo a los Romanos dice: “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ...mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios” (Rom.3:l-2). Se trata de la Palabra de Dios en el Antiguo Testamen­to, el pacto, la promulgación de la ley. Esa Palabra de Dios es la que el Espíritu Santo, por mano de Pablo, con la corroboración apostólica de la época, con el sentir y práctica de Cristo y los apóstoles, enseña eso, que la ventaja que tuvieron los judíos es que Dios a ellos les confió la Palabra de Dios. Por eso el canon hebreo es el mismo que los protestantes tienen en la Biblia, sin los apócrifos del catolicismo.

Los católicos le añaden el libro de Judith, Macabeos I y II, Baruc, Tobías, Eclesiástico, Sabiduría, añadidos a Daniel y a Ester (que vienen en griego, pero no en hebreo), y otros; pero esos libros fueron introducidos en el canon, recién en la Contrarreforma, en el Concilio de Trento, en el siglo XVI, como reacción al protestantismo. Entonces el canon católico viene del Concilio de Trento. Los mismo católicos anteriores al Concilio de Trento, que se basaban en San Jerónimo, en la Vulgata Latina, afirmaban que todos esos libros son apócrifos, pues Jerónimo lo dice en sus propios prólogos. Por esa causa ellos no se atreven a llamarlos canónigos, sino Deuterocanónicos  (un segundo canon, un canon agregado posteriormente al verdadero canon), y el protestan­tismo le llama apócrifos. El primero en tener una lista de los libros canónicos del Nuevo Testamento semejante a la nuestra, es Atanasio, del Concilio de Nicea en el siglo IV, configurándose ya de una manera estable. Pero para la Teología Histórica todavía no es el punto final. Hasta aquí lo que se ha dado es la Revelación Proposicional, la que Dios propone de sí mismo y de sus propósitos, de su Palabra, a la fe de los hombres. Cuando Dios interviene, y esa intervención se transmite, se registra, y ese registro se clasifica y queda ya definitivo, todo ese período desemboca en el documento bíblico, que es el documento básico de la revelación Divina. Esa es la revelación proposicional, esa es la fe una vez dada a los santos. Pero no se acaba allí el trabajo de la Teología Histórica, por cuanto una cosa es que Dios haya intervenido, que Dios haya hablado, y Su intervención y Sus palabras hayan sido registradas, y que se hayan separado de las otras intervenciones, las humanas que trataron de mezclar el asunto, y quedó por fin la Biblia, la palabra canónica; pero otra cosa es el entendimiento que el pueblo de Dios tenga de esa revelación que está escrita; o sea, que después de terminarse el período de la revelación proposicional, que abarca el Antiguo y el Nuevo Testamento, la Teología Histórica se ocupa también del proceso de entendimiento del pueblo de Dios acerca de esa revelación cuyo texto ha sido culminado en la Biblia.
 
Proceso de entendimiento de la Iglesia acerca de la revelación bíblica


La Biblia se terminó de escribir a fines del primer siglo de la era cristiana, pero que se haya terminado de escribir no significa que se haya terminado de entender. Todo ese proceso hasta finales del siglo I es para que nosotros pudiéramos tener la Biblia. Después vino un período comprendido hasta el siglo IV, para que se completara el canon, porque cuando la Biblia se escribió, no se escribió en un mismo lugar (uno en Roma, otro en Palestina, otro en Siria, otro en Efeso, otro en Patmos) y en diferentes lugares se fueron coleccionando esos documentos. Mateo escribió un evangelio y Marcos otro; luego alguno tuvo el de Marcos y tuvo el de Juan, otro tuvo tres, otro tuvo los cuatro hasta que por fin todos tuvieron los 27 libros. El canon del Nuevo Testamento no ha variado. Pero el entendimiento del canon es otra cosa. La Teología Histórica estudia cómo la Iglesia ha entendido la revelación bíblica a lo largo de su historia. Cómo entendieron el mensaje del Nuevo Testamento, en la edad patrística primitiva, anterior al Concilio de Nicea. Nosotros no somos los primeros en tener la Biblia, ni los únicos. Y la iglesia es un cuerpo, y un cuerpo multisecular, y el Espíritu Santo le ha estado enseñando a la Iglesia corporativamente, porque Él dijo : “Yo edificaré mi Iglesia”. La Iglesia es una edificación multisecular del Señor, y hay épocas en las que de pronto el Espíritu Santo extrae cosas del mensaje bíblico y las pone en evidencia y hace que sean practicadas, pero eso no quiere decir que todo lo que Dios ha aportado en la Biblia, haya sido ya captado ni vivido por la Iglesia.

Todos nosotros tenemos la Biblia, pero ¿cuánto de la Biblia tenemos nosotros, y cuánto nos tiene la Biblia a nosotros?. En el tiempo de Lutero, en el siglo XVI, lo que para nosotros es lo más obvio, lo más mínimo para ser un cristiano, que es que el Señor murió por nuestros pecados en la cruz, que su sangre fue derramada por nuestros pecados y que somos salvos por la fe en el Señor Jesús, y su sacrificio, por gracia de Dios, que es lo esencial, lo que consideramos el primer paso para podernos llamar con certeza cristianos; pero durante miles de años eso estuvo tapado, durante la edad del oscurantismo, cuando las indulgencias, cuando el papado, cuando la llamada pornocracia, cuando la gente pagaba misas gregorianas para sacar las almas del purgatorio; ellos no tenían claro lo que para nosotros es evidente, sencillo. La justifica­ción por la fe es una verdad que se había dado en el principio y que se perdió paulatinamente en la historia, y el asunto de la salvación llegó a convertirse en un negocio y hasta se cobraba dinero para conceder indulgencias. Entonces la verdad se perdió en parte. Fue mantenida por unos poquitos, y luego empezó a florecer en la Reforma, pero no floreció del todo en la Reforma, sino que en ese hecho histórico se comenzó a recuperar algunas cosas. Pasada la época de la Reforma en los siguiente siglos, se han ido recuperando otras cosas, pero necesitamos que se recupere todo lo que Dios ha aportado en la revelación, y que la Iglesia posea el depósito y que sea recuperado completo; tiene que ser vivido y manifestado también en forma completa.


La Teología Histórica estudia todo ese proceso, ya no sólo en revelación y de formación del canon, sino de entendimiento eclesiástico acerca de la revelación canónica. La Iglesia no siempre ha entendido lo mismo, sino que ha sido inestable en cuanto a su luz. Hay cosas que la Iglesia fue perdiendo. Si analizamos los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis, descubrimos que el Señor le dice, por ejemplo a la Iglesia de Sardis: “Acuérdate de lo que has recibido y oído y guárdalo, y afirma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras perfectas”. Eso significa que la Iglesia perdió algunas cosas que recibió en el depósito. Y la Teología Histórica, como es la responsable de estudiar ese depósito, a veces se entera que hubo cosas que se vivieron en el tiempo primitivo, que se perdieron en otros tiempos. Incluso, hubo veces en que la iglesia pretendió justificar doctrinalmente la pérdida de ciertas posesiones espirituales que tuvo al principio. Tenemos por ejemplo que al principio, en Hechos se registran milagros, pero después, fueron cada vez más escasos hasta que hubo una época en que fueron raros, entonces la Iglesia, en vez de arrepentirse y buscar la presencia del Señor, estableció una doctrina diciendo que los milagros era sólo para la época de los apóstoles: pero cuando el Señor empezó a restaurar los milagros, empezó la controver­sia; unos, que estaban vigentes; otros que eran antiguos, y eso continúa hasta hoy. Eso significa que el depósito de Dios no se ha conservado siempre fiel en la iglesia. En la Biblia sí está todo y una cosa es que está en la Biblia, pero si yo no la entiendo, o entiendo sólo un diez por ciento de lo que Dios ha dicho, de todas las posibilidades de la Palabra de Dios, ¿cuáles son las que yo aprovecho? Otro caso es sobre los dones, y todo eso sirve para darnos cuenta qué cosas del Depósito de Dios no siempre han sido conservadas en la Iglesia. Muchas se perdieron. “Afirma las otras cosas que están para morir”. Se le han muerto cosas a la Iglesia. Pero hay restauración en la Iglesia; también hay mezclas en la Iglesia; también hay herejías en la Iglesia; también hay persecuciones que suceden del depósito de Dios en la Iglesia.

La Teología Histórica le sigue la pista a las doctrinas a lo largo de la historia de la Iglesia. Por ejemplo, algunos hermanos enseñan que el rapto (el arrebatamiento) de la Iglesia va a ocurrir antes de la gran tribulación. Otros dicen que va a ser después de la tribulación. Otros dicen que va a suceder en la mitad de la tribulación. Otros dicen que va a haber dos raptos, uno antes y otro después de la tribulación. Son varias escuelas y son hermanos todos; sinceros, de buena conducta y todo; pero la Teología Histórica le sigue la pista a ese tipo de interpretación. ¿Cuándo fue la primera vez que se entendió o que se enseñó que el rapto iba a ser antes de la tribulación? Entonces contesta : En el registro histórico, el primero en enseñarlo fue John Nelson Darby en el siglo pasado (siglo XIX) y luego le sucedió Scofield y a través de las notas de Scofield se popularizó entre cierta escuela, y luego Lewis Sperry Shaffer fundó el seminario de Dallas y estableció ese tipo de interpretación dispensacionalista, que pasó a algunos institutos y seminarios y tomó cierta porción del Cuerpo de Cristo. Luego, los que les contradicen fueron los de la Teología del Pacto, y la tradición de ellos es un poco más antigua, viene de la Reforma, alguna viene de Agustín, pero quién también interpretó esto así alegóricamente, que el milenio, etc.


La Teología Histórica sigue las interpretaciones desde sus raíces, y luego las compara a la luz del Nuevo Testamento para verificar cuál nació realmente del Nuevo Testamento, cuál fue una interpretación nueva, cuál fue una desviación; de modo que es importante estudiar el depósito de Dios también con el enfoque de la Teología Histórica, porque hay interpretaciones que las aceptamos tal como las escuchamos por primera vez, pero nunca hemos conocido su trasfondo y tampoco hemos visto la interpretación de ese punto de vista, en la misma Iglesia pero bajo otro enfoque. Pero cuando la Teología Histórica estudia dónde se originó tal vertiente, tal interpretación, que llegó a formar tal denominación, (por ejemplo los hermanos de Plymouth y otros, que son los de la Teología del Pacto antidispensacionalista), y cuáles eran la tradición más antigua; el asunto del Milenio, por ejemplo: hubo una época en que la iglesia primitiva, la mayoría sostenía un milenio literal; pero a partir de Agustín de Hipona, en el siglo IV, él empezó a interpretar espiritualmente y alegóricamente el milenio, y como Agustín llegó a ser uno de los grandes personajes de influencia en la historia de la Iglesia, y Carlo Magno trató de levantar el imperio romano basado en el aporte de Agustín, entonces el punto de vista antimilenario, amilenialista de San Agustín llegó a ser popular de un período de la historia de la Iglesia; entonces los que creían en un milenio eran considerados los herejes Kiliastas (de kilo, mil). Entonces llegó la época en que creer que Cristo va a reinar mil años en la tierra después de su segunda venida, con los santos, era una herejía, porque prevaleció la opinión de Agustín, y esa opinión continuó con la Reforma, incluso los reformadores (Lutero, Calvino), tenían ese punto de vista alegórico acerca del milenio; pero en medio de todo, había algunos que mantenían el punto de vista literalista, aunque los llamaban herejes, de un milenio literal, y comenzó a abrirse paso, de tal manera que hoy son minoría los que sostienen que el milenio es espiritual.

La Teología Histórica sigue los pasos de esas interpretaciones: cómo comenzaron, por qué comenzaron, qué fue lo que hizo que ese punto de vista empezara a prevalecer, qué tiene de legítimo, qué tiene de verdadero, qué se remonta realmente al Nuevo Testamento, qué elemento extraño se le introdujo a lo largo de la historia. La Teología Histórica estudia no solamente el proceso de la revelación sino el proceso del entendimiento de la Iglesia acerca de esa revelación. Y cuando miramos la historia de la Iglesia, observamos que la historia de la Iglesia está caracterizada por períodos. De hecho, las mismas profecías de Apocalipsis 2 y 3 acerca de la Iglesia, muestran lo típico de cada período de la Iglesia. En la historia de la Iglesia se puede hablar, por ejemplo, del período Apostólico y subapostólico de la Iglesia primitiva; del período de las persecuciones, cuando Nerón, Dioclecia­no, Vespaciano, Domiciano; cuando echaban a los cristianos a los leones y los quemaban vivos. Pero luego vino el período de Constantino el Grande, cuando se dio el Edicto de Tolerancia y el cristianismo se fue convirtiendo en la religión del imperio romano y el paganismo se mimetizó, se disfrazó, se pintó de cristianismo y surgió una especie de cristianismo paganizado y paganismo cristianizado y empezaron las herejías a florecer. Más tarde llegó la Edad Media, surgió el papado. Períodos con características y énfasis doctrinales diferentes, con cosas que se perdieron y con otras que se agregaron o se enfatizaron, con otras que se menospreciaron. Y era considerado lo normal en esa época.

Pero después se dio el proceso de la Reforma y aquella gran revolución del siglo XVI, pero después comenzó el período del denominacionalismo. Hoy en día a muchos hermanos les parece que lo normal es el denominacionalismo. Pero no es lo normal; es el statu quo de la época. Algo puede parecer normal, no siendo bíblico. El denominacionalismo no es bíblico; es eclesiástico; es una modalidad que se introdujo en la historia. Pero la Teología Histórica  nos ayuda a dilucidar, ¿qué era lo que estábamos viviendo? ¿es realmente bíblico? ¿qué pertenece a Dios y al depósito de Dios, y qué no es de Dios y bíblico, sino que es solamente coyuntural, histórico, de fabricación humana? Porque al no entenderlo bien, venimos a idolatrar estructuras humanas e invalidamos mandamientos divinos y nos pasaría lo que les ocurrió a los fariseos. El Señor les dijo: “Vosotros invalidáis el mandamiento de Dios por seguir vuestras tradiciones”. Y eso sucede porque no se detienen a ver el origen de ciertas prácticas, de ciertas estructuras, de ciertas maneras, de ciertas instituciones, a la luz de la Biblia.

La Teología Histórica  nos ayuda a darnos cuenta que toda la historia es muy dinámica y que la Iglesia no es lo mismo que la Palabra de Dios y lo mismo que Dios. Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos y en El no hay mudanza ni sombra de variación y su Palabra es la misma. Pero la Iglesia está formada por seres humanos, que a veces son fieles y mantienen el depósito. Pero a veces son infieles y le quitan aquí, le añaden allá y acomodan las cosas conforme sus intereses; a veces intereses negativos sobre la mayoría, y distorsionan el depósito. Pero a veces prevalecen intereses de fidelidad y vuelve la restauración, y vuelve la reforma, y vuelve la recuperación, y es una lucha constante al interior de la Iglesia, entre el trigo y la cizaña que el diablo ha metido. La historia de la Iglesia se caracteriza por esos períodos, por esas etapas. Uno de los principios de la Reforma, era que la Iglesia está siempre reformándose, que la Iglesia no es Dios, ni es la Palabra de Dios; en ella vive Dios y en ella mora la Palabra de Dios, pero no siempre toda. Algunos descubren un poquito y se organizan alrededor de eso, otros descubren otro poquito y se organizan alrededor de lo otro; luego se pelean, pero viene un tercero y hace la síntesis, pensando que ya había dicho todo y organiza el evangelio “completo”, hasta que llega otro y le demuestra que todavía no era completo, que esto aun es más completo, y ese proceso sigue. Algunos tuvieron luz, y vinieron a ser vanguardia en determinado período histórico, pero fueron una minoría, un remanente, y la mayoría no les entendió en ese momento y le rechazó. Con el tiempo el Espíritu Santo va confirmando la verdad y las mayorías van empezando a asimilar lo que aquellos “locos” habían dicho; que no eran tan locos. En el Antiguo Testamento había una minoría de valientes que recuperaban el terreno y defendían las lentejas; después venía el pueblo y recogía el botín. El Señor siempre ha tenido siervos de El, que han estado adelantados a su época, que fueron los primeros a los que Dios les dio algo verdadero, pero que todavía la Iglesia no está preparada para recibirlo, pero tienen que empezarse a introducir a través de un remanente.


Ese grupo recibe algo de Dios, lo va trabajando y perfeccionando en la historia de la Iglesia, hasta que va entrando. Así empezó con Abraham, luego con Isaac, luego Jacob, luego los doce hijos, luego setenta personas; luego se fueron multiplicando las doce tribus, pero más tarde se desviaron y tuvo que empezar de nuevo con un remanente. Cuando el Señor Jesús se manifestó, sólo estaba El con unos poquitos que le habían creído a Juan y siguieron a Jesús; después los apóstoles, y después la Iglesia. Pero luego la Iglesia, se empezó otra vez a desviar y quedaron remanentes, vencedores, que mantienen esto. Es un proceso dinámico, de pro y de contra, de recuperación y de pérdida, de vuelta y recuperación, que la Teología Histórica estudia. ¿Cómo entendían los llamados padres de la Iglesia, en el período patrístico, la epístola a los Gálatas? Y en la Edad Media, ¿cómo la entendían los escolásticos?  luego, ¿cómo la entendieron los Reformadores? y ¿cómo se entiende en el día de hoy? Son períodos, son etapas.

Por ejemplo, la exégesis de San Agustín acerca de la epístola a los Gálatas, él saca enseñanzas preciosas de esa epístola, pero las aplica a su época. En cambio en la exégesis que Martín Lutero hizo a esa misma epístola, dice otros aspectos que no vio Agustín, pero los aplica a su otra época. Por otro lado tenemos la exégesis que hace, por ejemplo Witness Lee en estos últimos tiempos acerca de la misma epístola, y encontramos que saca otras cosas que no habían dilucidado ni Agustín ni Lutero. Pero, ¿de dónde las sacan los tres? De la misma epístola, pero el entendimiento no es el mismo, sino que hay más luz a medida que va pasando el tiempo, porque lo que aportaron los primeros ya es posesión de la siguiente generación y ellos trabajan ya sobre algo más sólido, pues otros abrieron brecha y les entregaron masticadas ciertas cosas; pero el deber es continuarlo.
 
Subdivisiones del período de entendimiento eclesiástico
Este período lo subdividimos en subperíodos, como los siguientes:
El entendimiento patrístico. Es el subperíodo con que comienza el entendimiento eclesiástico. La época patrística es la de la Iglesia primitiva. Los primeros siglos. Este a su vez se puede subdividir en:
Los padres apostólicos, que conocieron directamente a los apóstoles.
Los apologistas, en la época de las persecuciones. 
Los polemistas, como Ireneo, Tertuliano, que combatieron contra los gnósticos, contra las herejías; los que defendieron la divinidad de Cristo contra el arrianismo, etc. antes del Concilio de Nicea, después de este Concilio se va convirtiendo el período patrístico en una preparación para
El período medioeval, Se derrumbó el Imperio Romano, sobrevino las invasiones de los Bárbaros (godos, visigodos, ostrogodos, vándalos), se incrementó la situación del paganismo mezclado con Cristianismo y tradiciones. Se levantó el papado.


El período escolástico. Surgen grandes sistemas teológicos y filosóficos que coronaron la Edad Media, con Tomás de Aquino, Alberto Magno, Buenaventura; pero a la vez que se concretaba el período escolástico, comenzaba

El período de los pre-reformadores. Son aquellos precursores de los reformadores (albigenses, valdenses, Juan Wycliff, Juan Huss, Jerónimo Savonarola). Dios utilizó siervos suyos que fueron los pioneros que mantuvieron principios bíblicos que se fueron perdiendo en ese desvío, pero que eran la simiente que habría de brotar en la Reforma, y en la recuperación de cosas que se perdieron en la Edad Media. Estos conservaron clandestina­mente los principios de la justificación por la fe, de la autoridad de la Biblia, entre otros, y rechazaron el papado monárquico.
La Reforma. (Martín Lutero, Juan Calvino) y el nacimiento de las iglesias nacionales (Anglicana).
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