Puntos cruciales de la Hamartiología Bíblica

   
 


 

 

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PUNTOS CRUCIALES DE LA
HAMARTIOLOGÍA BÍBLICA[1]
 
Las cosas insondables de Dios
“El único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesi­ble; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén” (1 Timoteo 6:16).
Tenemos del Señor, entonces, las siguientes palabras claves: cosas secretas, juicios insondables, caminos inescrutables y luz inaccesible. Se dice del Señor que El habita en luz inaccesible. En ese texto, inaccesible significa que no se puede acceder a la luz; es decir, Dios sí es conocible verdaderamente por el hombre, pero relativamente. No es que Dios no sea conocible; Dios sí ha querido darse a conocer; de hecho uno de Sus planes es revelar Su gloria, como dice en el libro de Habacuc 2:13-14: “Los pueblos, pues, trabajarán para el fuego, y las naciones se fatigarán en vano. Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová”. Dios tiene en Sus propósitos llenar la tierra del conocimiento de Su gloria, de manera que Dios sí es conocible, no porque el hombre pueda, sino porque Dios quiere revelarse; pero El se revela verdaderamente, pero relativamente. ¿Qué significa esa expresión? Verdaderamente es lo que conocemos de Dios, que El ha querido revelar, es verdadero y es conocible, y lo conocemos verdaderamente; pero relativamente quiere decir que cuando lo que conocemos de El y que El quiere revelarnos, es verdadero y conocible, sin embargo hay cosas que El se reserva, de manera que conocemos no la totalidad, sino lo que El ha querido revelarnos, pero siempre hay algo más allá.
Como dice el apóstol san Pablo, ahora vemos por espejo, oscuramente, conocemos en parte[2].  No dice que no conocemos nada, y tampoco dice que conocemos todo. Ese conocimiento de Dios es relativo porque no es total, porque no damos la talla para comprender la profundidad de Dios. Cuando Moisés dijo: “Señor, te ruego que me muestres tu gloria”. ¿Cual fue la respuesta? “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá”[3].


Tuvo que esconderlo en la roca y tuvo que taparlo con su mano, y solamente le mostró la espalda y proclamó: “Jehová fuerte”. Es de imaginarse cómo se habrá sentido Moisés allá escondido y protegido por Dios mismo, cuando Dios proclamó Su fortaleza y Su clemencia, ambas cosas; que perdona el pecado, pero que también lo castiga. En ello vemos que Moisés no sólo recibió esas palabras, sino también esa profunda impresión de la presencia de Dios, de Su fortaleza, de Su santidad; también de Su misericordia y de Su juicio.

 
¿Qué razones tuvo Dios para permitir el pecado?

1. Para resaltar Su justicia
. Cosas secretas, juicios insondables, caminos inescrutables, luz inaccesible. Eso significa que las razones de Dios van más allá de lo que el hombre puede comprender. Sin embargo no significa que el hombre no pueda comprender nada, porque Dios sí ha querido revelar algo, y sí ha querido manifestar Su justicia también. Dios es conocible; de algunas de las razones de Dios por las cuales El ha permitido el pecado, El sí las ha querido revelar.
5Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.) 6En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo? 7Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador? 8¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?” (Romanos 3:5-8).


Es de notar cómo el Espíritu Santo le hace escribir a Pablo. El utiliza un si condicional, como diciendo, miren, hasta aquí es la luz que el Señor me permite ver, pero sé que hay otras cosas más allá que no puedo captar, y de ahí el uso del si condicional. Pablo está encarando una de las preguntas más serias de la teología y de la filosofía. ¿Qué razones tuvo Dios para permitir el mal? Y siempre que Pablo se enfrenta con esa condición, él sabe que Dios no tiene por qué declarar todas sus razones a los hombres, sino que les da las que quiere y se reserva las que no quiere revelar. Sus juicios son insondables, Sus caminos inescrutables, Su luz inaccesible; hay cosas que El conserva secretas, que le pertenecen sólo a El; sin embargo, parece que Pablo, en medio de ese conocimiento que él mismo llama “en parte”, diciendo, “porque ahora vemos por espejo, oscuramente”,[4] él llega a captar algunas razones, y entre esas, las que menciona en el texto de Romanos 3:5-8, utilizando el condicional, como diciendo, no estoy dando la última palabra, porque esa le corresponde sólo a las profundidades de Dios.

“Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos?”. Pablo dice, ¿qué diremos? Siempre estamos queriendo decir algo; siempre estamos queriendo poner la última razón, tener la última explicación, sentar a Dios en el banquillo y opinar nosotros, y decir, ¿y por qué Dios? ¿y Tú por qué? Como le decía Habacuc: “¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia?” (Habacuc 1:3). El mismo profeta haciéndole preguntas al Señor. Job también le hacía preguntas, lo mismo que otros profetas. Pero notemos esta salida del Espíritu Santo, iluminando así sea por lo menos en parte, como lo dice el mismo Pablo. Aquí Dios nos revela una razón por la cual El permite el mal. Dice la Palabra que la injusticia de las criaturas hace resaltar la justicia de Dios; es decir, que hay cosas que Dios sí quiere revelar de sí mismo, que se hacen mejor conocidas, se perfilan y se caracterizan con más nitidez cuando El permite el contraste, el fondo negro; es como si pasan un cuadro dorado y le ponen un fondo negro, en donde el dorado resalta en ese fondo. Que nuestra injusticia haga resaltar la justicia de Dios, es una razón importante. Ante eso dice Pablo: ¿Qué diremos? ¿Qué podemos decir? Es cierto.
2. Para que la verdad de Dios abundase para su gloria. No es que Dios quiera permitir el mal porque El ama el mal o porque El sea el creador del mal. No; pero sí lo permite porque de ese permiso provendría un bien mayor, como dice el dicho popular: No hay mal que por bien no venga. Para que venga un bien mayor y eterno, Dios permite un mal temporal, pasajero. El verso siete muestra otra razón: “Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria”. Para que la verdad de Dios abunde para Su gloria, El permitió la mentira. Así como la injusticia humana hace resaltar la justicia de Dios, asimismo la mentira del hombre, la mentira de la criatura hace que la verdad de Dios abunde para Su gloria; es decir, para mayor gloria de Dios; por vía de contraste se resalta la justicia divina y abunda la verdad de Dios, para Su gloria. Dios, en Su sabiduría utilizó por vía de contraste, el permiso al mal, a la existencia de la injusticia y de la mentira, para hacer resaltar Su justicia y hacer abundar Su verdad para Su gloria. Esas son razones bastante sólidas, si bien El no tiene por qué explicarlas, como dice en el libro de Job, que Dios no da cuenta de ninguna de Sus razones, que quién le dio a Dios primero para que le sea recompensado. ¿Cómo vamos nosotros a juzgar a Dios? ¿Quién eres tú para que alterques con Dios?


21¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? 22¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, 23y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, 24a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?” (Rom. 9:21-24).

Hay algo que se llama honra y hay algo que se llama deshonra. Para revelar Su justicia, hay cosas que Él quiere honrar y hay otras que El quiere deshonrar. Como Dios es justo, El va a honrar ciertas cosas, y al hacerlo, resulta Su justicia; y al aborrecer y juzgar otras cosas, también El muestra Su carácter, Su santidad, pero podríamos conocer eso de Dios. Lo malo que Dios no es, lo santo que Dios sí es, lo que Dios aborrece por abominable, no lo conoceríamos nosotros, ni sabríamos cómo es Dios en Su intimidad, si El no hubiera permitido lo abominable, para luego exponerlo, avergonzarlo, juzgarlo.


3. Para mostrar Su ira. Por esa razón habla de vaso para deshonra. Al igual que en el capítulo 3 de Romanos, también en el 9 Pablo utiliza ese si a la manera condicional, en el cual Pablo mismo dice, miren, no estoy dando la última razón, porque Dios tiene cosas secretas que El se reserva; Sus juicios son insondables, Sus caminos inescrutables, Su luz inaccesible, pero decimos esto conociendo en parte. En el verso 22, no obstante estar siendo inspirado por el Espíritu Santo, no habla de una manera dogmática, y sin embargo, aun siendo inspirado por el Espíritu de Dios, camina con sumo cuidado. “¿Y qué si...?”, como diciendo, esto es asunto delicado ponerle la firma muy rápido. Pero es Palabra de Dios; es la parte que Dios quiso revelar a través de Pablo, de la problemática de las preguntas humanas en el apóstol. “¿Y qué, si Dios, queriendo (ahí está lo que El quería) mostrar su ira y (otra cosa que El quería) hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destruc­ción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria...?”. Hay una preparación de antemano y hay un querer de Dios. Pablo aquí habla en forma condicional, como diciendo, me parece haber encontrado por lo menos una luz de Dios, en medio de este conocimiento en parte. ¿Y qué tal que esto sea así? Como quien dice, no lo sabemos todo, pero no podemos acusar a Dios de injusto. ¿Qué vamos a decir? ¿Qué diremos? “¿Y qué, si...?” Al decir, queriendo mostrar Su ira; es decir, que hay cosas que aíran a Dios. Hay cosas que un Dios tan santo tiene por abominables, pero si El no las permite, ¿cómo iba a mostrar Su ira? ¿Contra qué se iba a airar? ¿Si El no hubiese creado criaturas libres que por sí mismas hicieran lo malo y dieran ocasión a Dios para revelar lo que El desaprueba, y juzgarlo y castigarlo? ¿Cómo hubiéramos conocido esas decisiones del carácter y la naturaleza de Dios, si no hubiera permitido el mal? Por eso dice: “¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira...?”.

4. Para hacer notorio Su poder. Esa es otra razón, hacer notorio Su poder. “¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción...?”.
5. Para hacer notorias las riquezas de Su gloria“¿... y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria...?”. Y en este caso es la gloria de Su gracia, porque además hay la gloria de Su poder. La Biblia por una parte nos habla de la gloria de Su poder, y por otra nos habla de la gloria de Su gracia. Por ejemplo, el Señor Jesús dice que en la segunda venida, El vendrá en la gloria del Padre, en la gloria de Su poder. “Cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder... y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos...”[5], dice Pablo. Allí habla de la gloria del poder, pero en Efesios 1:6 también habla de la gloria de Su gracia. Así que Dios por Su poder cosecha gloria; pero también Dios cosecha gloria por Su gracia.


Ahora, Dios utiliza la gracia para dar misericordia; pero observemos un detalle, esta gloria a la que se refiere el verso 23 de Romanos 9, no es la gloria de Su poder, sino la gloria de Su gracia; ¿por qué? porque es una gloria que le viene a Dios por causa de Su misericordia. Por eso dice: “para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia”; es decir, que la gracia de Dios es una de las riquezas de Su gloria, mostrada para con los vasos de misericordia; de manera que hay algo en Dios que, puesto que permitió el pecado, ahora se puede conocer, que si no lo hubiera permitido, no se podría conocer. La gracia y la misericordia de Dios no se podrían conocer si no hubiera habido el pecado. Porque si no hubiera habido pecadores que se rebelaran contra Dios, que están en una condición miserable, que se van a perder eternamente y para siempre, como aquellos otros que sí se pierden, si no hubiera esa condición, entonces ¿cómo Dios a través del plan de redención iba a revelar esa naturaleza bondadosa, llena de gracia y misericordia, que reveló a través de la redención? Pero, puesto que hubo la caída, hubo el pecado, hubo la condición de miseria, de muerte, y hubo el juicio eterno, la condenación, la sentencia de juicio, entonces, puesto que hubo todo eso, ahora sobre ese punto se podría mostrar la gracia. Por eso dice: “Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”[6]. No conoceríamos la gracia, no conoceríamos la misericordia, si no hubiera la necesidad de ser perdonados. Ese tipo de gracia y de misericordia estaría oculto en Dios; pero El dice que quiso hacer notoria, mostrar las riquezas de la gloria de Su gracia.

 
6. Otras razones.

6a. Ense
ñar a Sus criaturas que sólo El es la razón final. Las anteriores no son las únicas razones por las cuales Dios permitió el pecado, ni son todas las que la Palabra de Dios revela, pero sí son algunas de las que Dios ha enseñado. Hay otras, por ejemplo, que Dios quiere enseñar a Sus criaturas, y por eso dice que soportó con mucha paciencia a los vasos preparados para ira; es decir, esos iban a ser condenados, pero Dios les dejó hacer y deshacer y que se vieran las consecuencias de esas decisiones, para que en el futuro y en la eternidad ninguna criatura diga que Dios no le dio oportunidad de presentarle un plan mejor. Y es que las criaturas parece que somos tan absurdas, que a veces pensamos que si nosotros hubiéramos sido Dios, hubiéramos hecho las cosas mejores. Entonces Dios le dejó al diablo pretender ser Dios, y hacer las cosas distintas. Luego dijo: Yo seré semejante al Altísimo, y me sentaré y voy a ser yo, y haré las cosas a mi manera. Y Dios le dio permiso; y a los que querían seguir a Satanás les dio permiso para que le siguiesen; y ¿en qué ha venido a parar todo eso? En la peor miseria. De manera pues que una razón también es para enseñar a las criaturas, para la eternidad, que sólo El es la razón final.


6b. Que el hombre nada halle después de Dios. Hay un pasaje en Eclesiastés que aporta otra de estas razones. “En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él” (Eclesias­tés 7:14). Allí hay una razón para con el hombre. Dios ha hecho dos cosas en este pasaje: a) el bien, y b) dice que Dios también hizo la adversidad; es decir, que Dios permite que exista adversidad. Pero aquí Salomón, con la sabiduría que el Espíritu de Dios le dio, nos explica que a veces Dios permite o bienes o adversidades, con un fin, de que el hombre considere. Esa es la razón del aprendizaje, que el hombre considere con qué fin, qué quiere Dios que saque el hombre como conclusión, de las consideraciones humanas, respecto de las cosas buenas que disfrutamos y de las cosas difíciles que sufrimos; a los bienes y a las adversidades. Dios quiere que el hombre considere, sí; Dios quiere que el hombre le ponga la muela al asunto, lo mastique, se pregunte por esas razones, pero a la vez quiere que el hombre tenga respuesta de esas consideraciones. Dios quiere que considere a fin de que el hombre nada halle después de El (de Dios). Es decir, para que Su criatura descubra sólo en Dios mismo su razón última y su realización. Por eso Dios permite bienes y permite adversida­des, pero todas estas van dirigidas a revelar más nítidamente a Dios, y para que Dios sea Dios para el hombre; porque Dios, ontológicamente, en Su ser, es Dios en sí mismo, pero El quiere ser conocido y reconocido por el hombre. Por eso dice en Su Palabra: “... y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo”[7]. Cuando dice, “yo seré vuestro Dios”, no es que ontológicamente no sea Dios antes, pero ahora no se habla de ser Dios ontológicamente, sino de ser reconocido como Dios, en la conciencia de Sus criaturas que le contemplan y le adoran. Nótese el fin que Dios busca, el propósito que Dios tiene es que el hombre nada halle después de El. Por eso, con esa razón, Dios le hace al hombre considerar el bien que El ha hecho y la adversidad que El ha permitido.

 
Dios asume la responsabilidad de haber permitido el pecado
Un segundo punto crucial es que Dios asume la responsabilidad de haber permitido el pecado, según sus razones, y lo revela en Su Palabra.
5Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, 6para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo, 7que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad” (Isaías 45:5-7).
Dios mismo, en primera persona se hace responsable de haber creado las tinieblas y de haber permitido la adversidad. El utiliza las decisiones de sus criaturas, pero el que permite y el que hizo esas criaturas es Dios.
37¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? 38¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? 39¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado” (Lamentaciones 3:37-39).


Aquí dice prácticamente el Espíritu Santo en aquella confusión en que estaba el pueblo en la cautividad, viviendo una adversidad, un mal, que había salido de la boca de Dios. ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo? No hay cosas que acontezcan sin que Dios las conozca; Dios conoce todas las cosas de antemano. Dios es el que permite que las cosas sucedan, inclusive se da lo que se llama en teología la concurrencia de las cosas secundarias y la causa primaria. Las causas secundarias son aquellas causas naturales que producen directamente los efectos subsiguientes; sin embargo esas causas naturales son dirigidas y utilizadas providencialmente por la causa primaria de todas las cosas, que es Dios. Un ejemplo de concurrencia de estas dos causas (la primera que es Dios y las secundarias, las que Dios usa para ciertos actos) lo podemos ver comparando 2 Samuel 24:1 con 1 Crónicas 21:1.

“Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Vé, has un censo de Israel y de Judá” (2 Samuel 24:1)
“Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel” (1 Crónicas 21:1).
Se trata de un mismo evento narrado de dos maneras, pero las dos narraciones acerca del mismo evento son inspiradas por el mismo Espíritu, sin embargo, cada vez que el Espíritu inspiró una narración, dio un detalle distinto del otro, pero no para contradecir sino para mostrar la concurren­cia de la causa primera con las secundarias. Comparando los dos pasajes aparece la causa primera, que es la ira de Jehová, incitando a Israel; es decir, a Dios le molestó la soberbia de Israel, que empezó a crecerse en número, y seguramente para gloriarse fue que se mandó hacer el censo; entonces Satanás llegó a ser el instrumento de la ira de Dios. Por eso dice en Crónicas que ”Satanás se levantó en contra de Israel e incitó a David”, y en Samuel dice que fue la ira de Jehová la que incitó. De donde Satanás es la causa segunda que concurre con la ira de Dios. La ira de Dios permitió el instrumento de Satanás para incitar a Israel.


Dios les permite a los espíritus tomar decisiones personales responsa­bles de ellos mismos, culpables de ellos, como en el caso que cuenta Micaías, que él vio que ante el trono de Dios se presentaran unos espíritus que tenían sus propias opiniones a ver cómo hacían que cayera Acab, y unos decían, vamos a hacer esto, otros que otra cosa, y Dios les dejaba que ellos opinaran libremente. Y dijo un demonio: Bueno, yo voy a ser un espíritu de mentira en la boca de los profetas allá, para que crean las mentiras. Y Dios dijo que él (el demonio) conseguiría lo que quería, y le dio permiso diciéndole: Ve, pues, porque tú lo conseguirás[8]. Sin embargo Dios no le dio la orden al espíritu de hacer un mal, no. Dios dejó a los espíritus hacer lo que ellos opinaban de sí mismo, pero el que le dio el permiso fue Dios. Satanás no pudo ir más alla del permiso de Dios. Por eso el cerco que Dios tenía alrededor de Job no podía ser cruzado si Dios mismo no se lo permitía al diablo. Recordamos la oración del Señor Jesús cuando dijo que rogaría por Pedro porque Satanás lo había pedido para zarandearlo; es decir, el diablo no podía hacer algo sin antes pedir permiso a Dios.[9]

 
El origen del pecado

Hay en las Escrituras tres pasajes claves respecto del origen del pecado, el cual es el tercer punto crucial. Las citas son: Juan 8:44; Ezequiel 28 e Isaías 14. Empezamos citando una frase clave del Señor Jesús en el evangelio según San Juan.
“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44).
Aquí el Señor se remonta al principio y dice que el diablo ha sido homicida desde el principio. Este principio, lógicamente se refiere al principio de la creación humana, porque dice homicida, es decir, asesino del hombre, destructor del hombre. Luego dice: “y no ha permanecido en la verdad”. Esto nos da la clave que se conecta con lo que dice Ezequiel 28, de que primeramente el Señor hizo bueno a ese querubín. Cuando dice: “no ha permanecido en la verdad”, quiere decir que estuvo un tiempo en la verdad, pero luego no permaneció en ella. Al decir, “no ha permanecido”, está dando a entender que en un tiempo estuvo en la verdad, pero que no permaneció en ese estado, sino que cayó de él. Por otro lado dice: “porque no hay verdad en él”; es decir, el Señor declara que no ha permanecido en la verdad porque es evidente que en el presente no hay verdad en el diablo. Por eso se dice que no ha permanecido en la verdad, en la cual estuvo en el comienzo de su existencia.


Cuando habla mentira, de suyo habla”. Esta frase es importante. El Señor le llama el padre de mentira; él es mentiroso y padre de mentira. Cuando el Señor le llama padre de mentira, quiere decir que la mentira comenzó con el diablo. Ciertamente Dios asume la responsabilidad de haber creado a esa persona, y asume la responsabilidad de haberle permitido actuar libremente. Sin embargo, esa actuación libre del diablo, tuvo origen en su propio ser, en su propio yo. “De suyo habla”; es decir, que no es Dios quien le obligó a hacer una mentira, ni el que lo creó mentiroso, sino que él, de sí mismo, no permaneció en la verdad en que fue creado, sino que se convirtió en el padre, en el originador de la mentira. Aquí el Señor Jesús a quien le llama el padre de la mentira es al diablo. No importa que Dios ya supiera, que Dios ya lo permitiera, pero cuando Dios lo permitió, Dios no es el pecador, ni es el que obliga al pecador, sino que es el que creó a la persona y le dio la libertad; pero la persona, con su libertad, de sí mismo, “de suyo”, dice el Señor Jesús, habla mentira. Comenzó de sí mismo. Una decisión propia que comenzó en el diablo, pues ahí fue cuando llegó a ser diablo. Aquí vemos que el Señor Jesús directamente dice que el responsable del origen del mal, el primero en dar cabida al mal en su propia persona y luego en el universo creado por Dios, fue el diablo. El pecado no comenzó en la tierra; el pecado comenzó en el cielo. Comenzó con seres angelicales, no con seres humanos.

1Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 2Hijo de hombre, dí al príncipe de Tiro: Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto se enalteció tu corazón, y dijiste: Yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado en medio de los mares (siendo tú hombre y no Dios), y has puesto tu corazón como corazón de Dios; 3he aquí que tú eres más sabio que Daniel; no hay secreto que te sea oculto. 4Con tu sabiduría y con tu prudencia has acumulado riquezas, y has adquirido oro y plata en tus tesoros. 5Con la grandeza de tu sabiduría en tus contrataciones has multiplicado tus riquezas; y a causa de tus riquezas se ha enaltecido tu corazón. 6Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto pusiste tu corazón como corazón de Dios, 7por tanto, he aquí yo traigo sobre ti extranjeros, los fuertes de las naciones, que desenvainarán sus espadas contra la hermosura de su sabiduría, y mancharán tu esplendor. 8Al sepulcro te harán descender, y morirás con la muerte de los que mueren en medio de los mares. 9¿Hablarás delante del que te mate, diciendo: Yo soy Dios? Tú, hombre eres, y no Dios, en la mano de tu matador. 10De muerte de incircuncisos morirás por mano de extranjeros; porque yo he hablado, dice Jehová el Señor” (Eze­quiel 28:1-10).


 Tanto en Isaías 14 como en Ezequiel 28, 31 y otros pasajes, sucede un fenómeno. Según Efesios, la Biblia enseña que existen las potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo; es decir, que detrás del manejo mundano, se mueven potestades. El Señor, como no se queda en las apariencias, va directamente al titiritero, al que maneja los títeres desde atrás del escenario. La profecía de Ezequiel 28 le está hablando a Tiro; y el rey de Tiro, el humano, el terrenal, tenía actitudes similares a las del diablo; es decir, que él era como un canal para que a través de su vida carnal y diabólica, se manifestara ese principio satánico. Por eso el Señor, cuando está denunciando a la persona humana del rey de Tiro, va más atrás y llega a ver al verdadero inspirador del rey de Tiro, o sea, al gobernador de las tinieblas, al que está manipulando, al ser angélico, que es el que está manifestando su naturaleza a través de ese hombre de Tiro, como también en el caso del rey de Babilonia. Es la misma cosa.

La profecía en que se denuncia a Lucero, es una profecía en que se denuncia primeramente al rey de Babilonia.   Pero resulta que el rey de Babilonia humano, está actuando según los principios del diablo; por eso decía el Señor Jesús: “Los deseos de vuestro padre queréis hacer”; es decir, que lo que el diablo es lo inspira y lo manifiesta a través de las personas que le consienten y le sirven de canales. Por eso Dios, al denunciar al hombre, denuncia también al espíritu inspirador.
En Ezequiel 28, los versos del 1 al 10 hablan al rey de Tiro, pero ese rey obra igual al diablo; el Señor no se queda en la apariencia sino que penetra ahora detrás del rey de Tiro, al verdadero inspirador, al padre; porque Jesús hablaba:
Vosotros no sois sino de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer”.
Es decir, primeramente fue el padre de la mentira el que tuvo eso, y luego lo que él quiso es lo que se manifiesta a través de los hijos del diablo.
11Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 12Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. 13En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. 14Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. 15Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. 16A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniqui­dad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras de fuego, oh querubín protector. 17Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojé por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. 18Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. 19Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser” (Ezequiel 28:11-19).
 

Antes del origen mismo del pecado


¿Cuál es este rey de Tiro? Primero le había llamado el príncipe de Tiro (v.2), pero ahora le llama el rey (v.12). Significa que el humano está bajo la autoridad del espiritual. De ahí que en un parte le llama príncipe y en otra le llama rey. Al decir que era “el sello de la perfección”, significa que Dios no lo creó diablo, ni lo creó malo, ni perverso; al contrario, siendo Dios omnisciente y sabiendo que esa criatura de sí mismo iba a originar la mentira y el mal, de suyo, repito, al contrario, le dio la oportunidad de estar muy cerca de Dios y de conocer a Dios, y lo hizo perfecto. Era una criatura que habría de dirigir la adoración a Dios (v.13). Dios había preparado para él los instrumentos de viento y de percusión, y también de cuerdas, porque en Isaías dice que “descenderás con el sonido de tus arpas”, es decir, los instrumentos de cuerda, de viento y de percusión, le habían sido asignados a esta criatura, que era un querubín bellísimo, para que dirigiera la adoración a Dios. “Estos instrumentos estuvieron preparados para ti en el día de tu creación”. Es un ser creado, y pretendió hacerse Dios. Era un querubín protector. Los querubines eran los que estaban alrededor del trono de Dios. Siempre eran como guardianes; como cuando más adelante el hombre pecó, Dios cerró el camino al árbol de la vida, poniendo querubines, guardianes. Por eso le llama protector. No porque vaya a proteger a Dios en el sentido de que Dios necesite guardaespaldas o protección, no. Dios es el que defiende; pero como se ve en los puntos cruciales de Angelología, los querubines manifiestan esa santidad de Dios, ellos no permiten que se le falte el respeto a Dios. No es necesario que Dios actúe; ellos mismos hacen respetar. Es como cuando un policía va adelante haciendo que la gente le abra camino para que pase el presidente. El presidente mismo no tiene que abrirse camino. Los querubines tenían esa labor.
 
Satanás dio origen al pecado

“Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad”
(v.15). Por eso dice “no permaneció en la verdad”; es decir, que había estado un tiempo, no sabemos cuánto, en la verdad, hasta que se halló en él maldad. La maldad comenzó en él; él no fue tentado de otra criatura; él no fue tentado de nadie. ¿De dónde comenzó el mal? El mal comenzó cuando él puso atención a su propia belleza, a su propia hermosura, a su propia sabiduría, en vez de a Dios. Ese fue el comienzo del mal. Cuando no dejó que Dios sea el centro. Dios permite todo para que el hombre nada halle después de El; Dios es el final de todo. Pero ese querubín comenzó a poner su atención en sí mismo, más que en Dios, y ahí se originó el problema.


“A causa de la multitud de sus contrataciones fuiste lleno de iniqui­dad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras de fuego, oh querubín protector” (v.16). Aquí vemos que en la medida en que él realizaba sus contrataciones, las mismas que había usado con el rey de Tiro (se refiere a sus negocios, sus planes, sus pactos), entonces empezó a moverse seguramente en ese ambiente angélico, y empezó a conseguir también seguidores; cuando él empezó a mirar en sí mismo su belleza, y otros le seguían y empezaban también a darse cuenta de esos aspectos de él y a reconocerlo a él, y empezó a tratar de dirigir hacia sí mismo la atención. Fue algo muy serio y terrible. Cuánto se puede parecer el hombre al diablo. Que Dios nos guarde. Se llenó de iniquidad y pecó, pero ¿debido a qué? A causa de sus contratacio­nes, a sus movimientos, a sus pactos. El se fijó en su propia hermosura, en su propia belleza, como lo dice también Isaías, porque hay que poner juntos todos los pasajes.

“Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojé por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti” (v.17). No fue a causa de una tentación desde el exterior. Todas las demás criaturas fueron tentadas desde afuera, pero él no fue tentado desde afuera; él fue tentado de sí mismo. Y lo que le tentó a él a centrarse en sí mismo y a ocupar el lugar que debía ocupar Dios en su vida, lo empezó a ocupar él. Por su propia belleza y hermosura llegó a pensar que podía ser el centro y ser como Dios; que no tenía por qué poner a Dios en el centro, si él mismo era tan perfecto y tan hermoso, y si era el primero de todo, sus movimientos en medio de los ángeles, también los otros lo reconocían y le apreciaban, porque tenía categoría ante los demás. Las dos cosas que lo sedujeron fueron su propia sabiduría y su propio esplendor, pues confió en ellas, las puso en el centro de su ser, en vez de a Dios. En vez de poner la sabiduría y el esplendor al servicio de Dios, los puso al servicio de sí mismo; y ese es el origen del mal, el origen del pecado. Ese fue el primer pecado, el de un querubín en el cielo.
“Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrata­ciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran” (v.18). Dice que Dios sacó el fuego para consumir al querubín rebelde, del propio querubín.


“Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser” (v.19). Cuando dice que “dejarás de ser”, no significa que será aniquilada su persona, sino que dejará de ser lo que fue; es decir, aquel querubín protector, con esa posición tan elevada, ya no lo será más.

11Descendió al Seol tu soberbia, y el sonido de tus arpas, gusanos serán tu cama, y gusanos te cubrirán. 12¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. 13Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; 14sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:11-14).
Nótese que el título que le han puesto en la Biblia al pasaje, que no hace parte del texto, es “escarnio contra el rey de Babilonia”, porque allí sucede lo mismo que lo que se leyó en el pasaje de Ezequiel, que le habla primeramente al rey visible, pero luego le habla al verdadero rey inspirador espiritual, que está detrás, que es el diablo.
“Descendió al Seol tu soberbia, y el sonido de tus arpas; gusanos serán tu cama, y gusanos te cubrirán” (v.11). En Ezequiel aparecen los instrumentos de viento y percusión y aquí los de cuerda; eso nos dice que la música tiene origen celestial, pero ese origen es antes de la caída, porque cuando la música fue creada por Dios, le fue encomendada a este querubín y a otros, pues él era el que dirigía, y para él fueron preparados esos instrumentos, significa, que antes de la caída ya había música. La música no es necesariamente diabólica, sino que es neutral, depende de quién sea el que la toque y para qué. La misma música que Lucero interpretara antes de la caída, la interpretó después de la caída, pero ya para centrarse en sí mismo.
Me permito ilustrar con una experiencia personal: El Señor me permitió una vez tener una terrible experiencia con el diablo en Medellín, pues una noche me atacó tres veces. Para acortar les cuento que la tercera vez se me apareció directamente el diablo como a una distancia de pocos metros, pero el Señor no le permitió acercarse más, y venía todo pintarra­jeado como si se tratara de un ídolo del rock’nd roll, y me gritó atrevida­mente, diciéndome: “Haz un altar y adórame”. Entonces el Señor me permitió reprenderlo.


Cuando aquí dice que el diablo también era músico, lo relaciono con esa vez que se me apareció como un músico. Es peligroso cuando el arte no se ejerce para la gloria de Dios, para ilustrar algo de Dios, sino para exhibirse a sí mismo; eso es peligroso. No es que el arte en sí mismo sea malo; la música no es mala; la música, el teatro, todo lo que sea arte en sí mismo no es malo si lo que sirve es para representar algo, si lo que quiere es mostrar a Dios. Por eso el Señor Jesús dice: “El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca, pero el que busca la gloria del que le envió, éste sí es el verdadero”. El arte verdadero, la estética cristiana, es aquello que se hace para mostrar a Dios, para ilustrar la gloria de Dios, para glorificar al Señor; pero cuando se usa el arte para exhibirse a sí mismo, ya está contaminado por el diablo. Cuántas cosas, uno sin darse cuenta, se deja deslizar en la autoexhibición, producto del pecado de la naturaleza caída.

12¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. 13Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; 14sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al altísimo” (v.12-14). He aquí el problema, subiré; por eso es que Pablo dice en Romanos “no digas en tu corazón: ¿quién subirá al cielo?”  (Romanos 10:6). Toda pretensión del hombre de colocarse a sí mismo más allá de lo que Dios le hizo, proviene del diablo; esa es la raíz misma, ese es el origen del pecado. Realmente las personas debemos someternos a Dios y aceptar que Dios nos ponga donde El quiere, y estar ahí para representar el sentir de Dios, y cumplir el propósito que El nos dio para El, pero nunca tratar de hacer maniobras, manipulaciones, para ponernos nosotros mismos. Cuando hacemos eso, estamos simplemente actuando en la carne, que está vendida por el pecado, que tuvo su origen en la naturaleza de Satanás cuando él se rebeló. Ahí nos damos cuenta que el pecado comenzó en el cielo, y aun notemos cómo esta misma tentación ante la que el diablo sucumbió, fue la que él le vendió a la raza humana.
 
El origen del pecado en el hombre
“Pero la serpiente era astuta, más que todos
los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?”
(Gén. 3:1)
Ahí aparece la serpiente antigua, llamada diablo o Satanás. Con la frase, ¿conque Dios...?, inicia el diablo con esa sorna, tratando de atribuirle despropósitos a Dios, tratando de desdibujar la imagen de Dios; eso es el diablo. Para presentarse él en lugar de Dios, entonces trata de denigrar a Dios, tratando de tergiversar los motivos de Dios. Eso es lo que siempre hace el diablo. Cuando la serpiente dijo a la mujer: “no moriréis”, le dijo una mentira. Pretender que la persona puede hacerse Dios a sí mismo, ocupar el lugar que debe ocupar Dios y que no va a pasar nada.
4Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 5sino que sabe Dios que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4-5).


Ese es el mismo principio con que el diablo pecó: “seré semejante al Altísimo”, es exactamente igual a “seréis como Dios”. Ese mismo principio es el que está detrás de todas las filosofías, mitologías y religiones seculares. Es lo que está detrás del existencialismo, detrás del psicoanálisis, detrás de la masonería, detrás del gnosticismo, detrás del rosacrucismo, detrás del hegelegismo, del materialismo; es decir, es el hombre tratando de ser el rey, de hacerse a sí mismo el centro del universo. Eso es simplemente el diablo operando en los hijos de desobediencia, como dice Efesios, “el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, que son hijos de ira, por naturaleza”; es decir, que cuando Adán y Eva sucumbieron a esta tentación, su naturaleza fue vendida al diablo.

La naturaleza del hombre fue vendida al pecado; antes su naturaleza no estaba sujeta a este poder, porque el pecado tiene un poder. La Biblia habla del poder del pecado; el poder es algo que obliga a la naturaleza; y la naturaleza humana al venderse, al entregarse, al someterse a la tentación, quedó sujeta al poder del pecado. El poder del pecado es la naturaleza del maligno, es la deformación que sufrió su ser cuando pecó.
En Adán y en Eva, en lo humano, el pecado personal fue primero; y después el pecado dio ocasión a la corrupción de la naturaleza, y ahora en los descendientes de Adán y Eva, en todos, heredamos la naturaleza pecaminosa; es decir, todos los seres humanos, primeramente y aparte de Adán y Eva, y con excepción del Señor Jesús que nació sin pecado, los seres humanos heredamos primero la naturaleza de pecado, y luego pecamos. La Palabra dice: “en pecado me concibió mi madre”[10]. Entonces existe: a) el pecado en la naturaleza, b) la ley del pecado y de la muerte en mis miembros, y c) el pecado personal o trasgresión; son tres aspectos distintos del pecado.
 
Los pecados

Los pecados o trasgresiones personales, son los actos de desobediencia. Cuando la Biblia habla de los pecados (los actos), lo hace en plural, a menos que sea un pecado específico particular, pero es uno entre muchos; es uno de la pluralidad; es lo que se llama en la Biblia trasgresiones. El pecado es trasgresión de la ley. Lo define el apóstol San Juan en el capítulo 3 de su segunda carta. Ese fue el caso de Adán y Eva; ellos no tenían en sí naturaleza que los inclinara al mal. Su naturaleza estaba libre del poder del pecado, pero cuando ellos aceptaron someterse a la guianza de Satanás, la naturaleza humana quedó rendida al pecado carnal, como dice en Romanos 7. El hombre llegó a ser un viejo hombre; quiere decir que el poder del pecado se enseñorea de la persona y lo obliga con la concupiscencia a hacer lo que incluso la persona no quiere; como lo dice Pablo: Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí, esto es, en mi carne; que no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago, así que ya no lo hago yo sino el pecado que mora en mí. Y el pecado que mora en mí es en singular[11]. Cuando es en plural (pecados, trasgresiones) se refiere a actos, pero el pecado en mí, en mi carne, se refiere a la naturaleza corrupta, sometida al poder del pecado; se refiere a algo heredado, adámico.

En Adán y Eva primero fue un pecado personal, que fue el que dio ocasión a que la naturaleza humana en sus personas se depravara, fuera vendida y sujeta al poder del pecado. Pero el resto de los seres humanos ya somos concebidos y nacemos en pecado; es decir, que en Adán y Eva la naturaleza humana se pervirtió, y cuando la naturaleza humana pervertida se reprodujo, todos los seres humanos heredamos una condición pecamino­sa. Eso es lo que se llama el pecado que mora en mí; eso es lo que se llama ser constituido pecador, no por mi propio pecado, sino por el pecado de Adán.
“Porque así como por la desobediencia de un hombre (esta desobediencia fue el pecado personal que afectó su naturaleza, la cual se reprodujo ya perversa en el género humano) los muchos fueron constituídos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituídos justos” (Romanos 5:19).
Fueron constituídos pecadores debido no a los propios pecados de ellos, sino a la desobediencia de un hombre; es decir, que los seres humanos somos pecadores por constitución, pues la naturaleza que heredamos de Adán, es una naturaleza en la cual opera el pecado desde adentro, como dice: en mí, esto es, en mi carne. 
 

 
 

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