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PANORÁMICA BÍBLICA

 

La Biblia revela la totalidad

Comenzamos la lectura bíblica en Josué, capítulos 5 y 6.
“1Cuando todos los reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán al occidente, y todos los reyes de los cananeos que estaban cerca del mar, oyeron cómo Jehová había secado las aguas del Jordán delante de los hijos de Israel hasta que hubieron pasado (eso es resurrección), desfalleció su corazón, y no hubo más aliento en ellos delante de los hijos de Israel”. “2En aquel tiempo Jehová dijo a Josué: Hazte cuchillos afilados, y vuelve a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel” (cuando estamos en resurrección tenemos que confirmar nuestra cortada con la carne). “3Y Josué se hizo cuchillos afilados, y circuncidó a los hijos de Israel en el collado de Aralot (siempre en el camino hay un collado en el que hay que cortar con la carne)”. “4Esta es la causa por la cual Josué los circuncidó: Todo el pueblo que había salido de Egipto, los varones, todos los hombres de guerra, habían muerto en el desierto, por el camino, después que salieron de Egipto”. “5Pues todos los del pueblo que habían salido, estaban circuncidados; mas todo el pueblo que había nacido en el desierto, por el camino, después que hubieron salido de Egipto, no estaba circuncidado”.

Por eso vuelve a circuncidar al pueblo. Esa es la insistencia del Señor, en que ninguno se quede de nieto, porque Dios no tiene nietos. Dios no es abuelito, sino Padre.


“6Porque los hijos de Israel anduvieron por el desierto cuarenta años, hasta que todos los hombres de guerra que habían salido de Egipto fueron consumidos, por cuanto no obedecieron a la voz de Jehová; por lo cual Jehová les juró que no les dejaría ver la tierra de la cual Jehová había jurado a sus padres que nos la daría, tierra que fluye leche y miel”. “7A los hijos de ellos, que él había hecho suceder en su lugar (no la vieja generación, no el hombre viejo, sino la nueva generación, el hombre nuevo), Josué los circuncidó; pues eran incircuncisos, porque no habían sido circuncidados por el camino”. “8Y cuando acabaron de circuncidar a toda la gente, se quedaron en el mismo lugar en el campamento, hasta que sanaron (porque cuando la carne es tratada hay heridas, y con las heridas no se puede avanzar.

Hay que cortar con la carne y superar todo sentimentalismo, todas las heridas)”. “9Y Jehová dijo a Josué: Hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto; por lo cual el nombre de aquel lugar fue llamado Gilgal, hasta hoy (gracias a Dios que en el camino del pueblo del Señor hay varias estaciones, y una de ellas es Gilgal)”. “10Y los hijos de Israel acamparon en Gilgal, y celebraron la pascua a los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó”. “11Al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra (¡aleluya!), los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas”. “12Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año”.


El fruto de la tierra es un nuevo disfrute de Cristo más fuerte. El maná representa un disfrute de Cristo preliminar, pero el fruto de la tierra es un disfrute de Cristo más profundo.


“13Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacía él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?”


Eso no fue algo que se inventó Josué; no fue cuando Josué lo planeó. Josué fue sorprendido, pues es el Señor el Capitán. Por eso hizo ofrenda. Porque después de estar en espíritu, en la nueva creación, entonces sí viene la guerra. No se puede hacer guerra en la carne, en la presunción del viejo hombre. La guerra es después de Gilgal. No se puede hacer frente a la guerra en la carne; la guerra se hace en el nuevo hombre, en el espíritu, es en la resurrección y en la ascensión. Del Sinaí, el pueblo del Señor fue conducido a la guerra, a la verdadera guerra; eso no es un juego de niños. La verdadera guerra es después de estar al otro lado del Jordán, después de morir a lo viejo, morir al ego, morir a la carne y estar en el espíritu, estar en la novedad de vida, estar en resurrección, estar en ascensión. Entonces esa es la hora para tomarse a Jericó y las demás fortalezas. Josué vio un varón que estaba delante de él con una espada desenvainada en su mano, al cual Josué preguntó: ¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos? Pero Él es del Padre, Él es de Dios. Son los intereses de Dios, no los de Josué, ni los de Jericó; son los intereses de Dios, ya sea con Josué, Su pueblo o con otros.


“14Él respondió: No (no era ni de uno ni de otro, Él es de lo alto); mas como Príncipe del ejército de Jehová (¡aleluya! Como Príncipe del ejército de Jehová) he venido ahora (Él no vino antes a conducir la guerra, mientras no cruzaran el Jordán, mientras no circuncidaran la carne, todavía no era la hora de conducir a Su pueblo a la guerra; pero después de todo lo que hemos visto, vino). Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró (este era el Príncipe de los ejércitos de Jehová, era el Verbo de Dios, el Hijo de Dios, el Señor Jesús antes de la encarnación); y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? (Aleluya! Esa era la actitud correcta de Josué, postrarse a ver qué dice el Señor). 15Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo”.


Porque la tierra es el estrado de Sus pies, y cuando el Señor viene a dirigir el gobierno de Su pueblo es para recuperar para Sí la tierra. La tierra es santa, es el lugar de Sus pies. Lo primero que tenía que entender Josué era que el Señor, puestos Sus pies en la tierra, viene a conducir a Su pueblo a tomarse la tierra; localidad por localidad, ciudad por ciudad, para Su reino. Seguimos en el capítulo 6.


“1Ahora, Jericó estaba cerrada, bien cerrada, a causa de los hijos de Israel; nadie entraba ni salía. 2Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó (¡Aleluya! Jericó estaba cerrada, requete que cerrada, aleluya) y a su rey, con sus varones de guerra (aleluya). 3Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto haréis durante seis días (hay que recorrer la ciudad en el nombre del Señor)”.


“4Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de carnero delante del arca (anunciando el trono, anunciando el reino, proclamando el gobierno de Dios delante del arca); y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas”.


“5Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el pueblo, cada uno derecho hacia adelante”.


Gloria a Dios; qué hermosa lectura. Toda la Palabra del Señor es una ley de Dios. El Señor revela Su corazón, revela el negocio; como Jesús dijo: “En los negocios de mi Padre me es necesario estar”. El Señor Jesús habló del Padre y los negocios; y toda la Palabra del Señor, todos los libros de la Biblia, toda la secuencia es la revelación de Dios, de Su ser, de Su persona, la personalidad divina, de Su naturaleza, de Su carácter, de Sus planes; Dios tiene su negocio.


Toda la historia de la Biblia es la intervención de Dios llevando adelante Su negocio. Cada libro de la Biblia ocupa un lugar en la revelación de Dios. Los libros de la Biblia no son un montón de libros que alguien coleccionó sin ton ni son. Dios preveía esa colección. Fue Dios el que providencialmente inspiró que se fuera formando poco a poco el canon de las Escrituras, y con cada nuevo libro que por la inspiración providente de Dios iba siendo añadido al Libro de Dios, que es la Biblia completa, cada uno revelaba algún aspecto del Señor mismo, y es Su negocio. Con todos y cada uno de los libros de la Biblia, Dios revela algún aspecto. No podemos pasarnos adelante sin algún libro de esta colección sagrada; tenemos que recibir de Dios cada libro de la Biblia en su propio lugar y percibir lo que el Señor nos revela de la Biblia.


La tipología en el programa de Dios

Cada uno de los siervos de Dios y de grupos del pueblo de Dios de las distintas épocas, cumplieron una función dentro de una totalidad. La Biblia revela la totalidad; y a la luz de la totalidad, a la luz de la cosmovisión, de la quintaesencia de la Biblia en general, de la Palabra del Señor, se entienden sus partes. Las partes no se pueden entender fuera del contexto, de la totalidad de la Escritura. Jesús siempre contó con la Palabra. Es Satanás el atrevido que quiere entresacar la Palabra del Señor pero a pedazos, con otras intenciones, y para llevar adelante otros negocios diferentes. Pero el negocio de Dios es coherente con toda la revelación divina; toda la Palabra de Dios en todo, en distintos ángulos del negocio del Padre.

En el libro de Génesis, Dios comienza a hablar. En el libro de Génesis, Dios comienza a dar las primeras cositas, y las primeras pistas de lo que Dios tiene planeado aparecen en el libro del Génesis.

Prácticamente el solo capítulo uno de Génesis es, además de una historia, una historia dirigida providencialmente por Dios en una secuencia ordenada por Él mismo para anunciar lo futuro. El libro de Génesis no sólo es un libro histórico; Génesis es también un libro alegórico y además profético.


Cuando, por ejemplo, leemos la epístola de Pablo a los Gálatas, él de pronto se refiere a algunas partes de la historia patriarcal, pero el Espíritu Santo le revela que detrás de esa historia hay un control soberano y providente de Dios para enseñar; y por eso Pablo dice (capítulo 4): “22Porque está escrito (en la ley) que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava (Agar), el otro de la libre (Sara). Luego dice por el Espíritu Santo: “24Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos”. Ahí empieza el Espíritu Santo a sacar el sentido alegórico de la historia, y por eso dice Pablo, lo cual, es decir, aquella historia real que aconteció pero que fue dirigida providencialmente por Dios. Dice Pablo: “Lo cual es una alegoría”. Eso nos dice que la historia de la intervención de Dios, como Dios intervino, deja señales de Sí mismo, de Su personalidad, de Su carácter, de Sus principios, de Sus objetivos, y por eso es que aun en la historia se puede percibir también alegorías.


Pablo mismo, ya no en la epístola a los Gálatas sino a los Romanos, de pronto en el capítulo 5 habla de Adán y dice: “14...el cual es figura del que había de venir”. De modo que a través de esa palabra el Espíritu Santo, por mano del apóstol Pablo, nos está dando una clave para leer Génesis. Génesis es un libro histórico, pero también es una alegoría, y en forma tipológica adelanta sus objetivos, sus estrategias. De manera, pues, que Génesis es un libro que debemos estudiar con cuidado. El libro de Génesis es básico para todo el programa de Dios.


Ninguno de los libros de la Biblia se puede entender bien sin Génesis. Tú no puedes entender bien la epístola a los Romanos sin Génesis. Tener Éxodo, por ejemplo, sin Génesis, sería incomprensible. No puedes entender la redención sin Génesis; no puedes entender Apocalipsis sin Génesis. Génesis es un libro clave. Detrás de la historia está la mano providente de Dios, pero está en forma de alegoría, en realidades espirituales; principios divinos que revelan a Dios, Su naturaleza y Sus objetivos. Eso fue la gran revelación que en el Nuevo Pacto le fue concedida a la Iglesia. Los judíos leían a Moisés desde Génesis hasta Deuteronomio, pero dice Pablo en la segunda carta a los Corintios, que el velo estaba puesto sobre el entendimiento de ellos. Pero también dice Pablo que “16cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará”. Y Dios empieza a mostrar detrás de aquellos acontecimientos históricos en los que Dios intervino, que Él estaba revelando cosas propias del Nuevo Testamento, como dice en la epístola a los Hebreos 3:5: “Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir”.

Eso significa que lo que aconteció también con Moisés y con el tabernáculo, la casa de Dios, y el pueblo de Israel, todo eso no era una cuestión que se agotaría en el pasado, como una historia que pasó y pasó, no; sino que era para testimonio de lo que se habría de decir; es decir, Dios estaba pensando en el tiempo del Nuevo Pacto, el tiempo del Nuevo Testamento. Se refiere al testimonio del Nuevo Testamento, pero a través de la historia estaba siendo preparado la alegoría, la tipología, los anticipos, las obras, los tipos, las profecías del Antiguo Testamento.


Dice Pablo en Romanos 16 que por mandato del Dios eterno, por medio de las Escrituras de los profetas con ellas, los del Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento se anunciaría el evangelio y la revelación del misterio que había estado oculto desde los siglos y edades. Eso significa que Dios comenzó Su proceso de revelación en el libro de Génesis. En Génesis se pone toda la fundamentación necesaria, se coloca la alegoría necesaria para toda tipología. El libro de Génesis debemos estudiarlo con mucho cuidado, desde el capítulo 1, que culmina con Adán y Eva, siendo activos en Dios, teniendo sí comunión con Dios, andando con Dios y tener comunión íntima con Él. Esa es la edificación final que estaba significada en Dios. Siete días de la creación: los seis de trabajo y el séptimo de reposo.


La edificación de la casa

En la versión bíblica en español que estamos usando, Reina Valera revisión de 1960, para la hechura de Eva dice que el Señor abrió el costado de Adán, y con la costilla que sacó de su costado hizo una mujer. Pero la palabra en el idioma hebreo, donde en Génesis leemos que dice: hizo una mujer, significa con más plenitud: edificó una mujer. Ya el concepto de edificación en relación con Eva, la esposa de Adán edificada desde el material mismo de Adán, edificada con el material más cercano al corazón de Adán, es figura de la Iglesia, puesto que Jesucristo es figurado en Adán. Adán es figura del Cristo que había de venir; entonces Eva venía a ser edificada del material de Adán.

La participación de Cristo es la que edifica a la Iglesia. Cuando la Iglesia participa de Cristo, participa del costado de Cristo, participa de la carne y de los huesos de Cristo; ella es edificada. Con ninguna otra cosa se puede edificar la Iglesia sino con la participación de Cristo.

Cuando Cristo es participado, la Iglesia es la costilla, porque la otra es la típica; es edificada. Ahí aparece el concepto de edificación ya en Génesis; y luego en la vida de los patriarcas, aparece otra vez el mismo concepto de la edificación de Dios con Bethel. El libro de Éxodo ya es edificación, es casa de Dios, que es lo que significa Bethel, y empieza a ser revelada a través de la erección del tabernáculo. Allí Dios empieza a dar detalles cómo erigir el tabernáculo, cuáles son las medidas de las cosas; cuáles son las cosas primeras y cuáles son las segundas, cuáles las terceras.


De modo que es después de que son librados de Egipto y de pasar a través del Mar Rojo y de ser bautizados en la nube y en el mar, cuando el Señor los llama hacia a Sí mismo y les dice que le hagan a Él un santuario en el cual Él va a morar, en el cual les va a visitar como visitaba a Adán y a Eva. Y todo el trabajo es para poder contener la visitación de Dios; y a la medida que seamos más edificados para el Señor, más purificados, será más palpable, más profunda la visitación de Dios en Su casa, porque para eso es que se levanta el tabernáculo, para que la nube de gloria repose sobre él.

Para eso fue que hubo primer día, segundo día, tercer día, cuarto día, quinto día, para que en sexto día el hombre y su mujer hubieran sido edificados para Dios y Su casa; para que en el séptimo día, Dios descansara. Y lo mismo después que es levantado el tabernáculo, el Señor haya descansado. El Señor no puede descansar mientras no le edifiquemos Su casa; esa casa se refiere a la Iglesia en el Nuevo Testamento, al cuerpo de Cristo. Esa es la verdadera Eva; esa es la verdadera Bethel, ese es el verdadero tabernáculo, ese es el verdadero templo: la Iglesia. No la denominación equis, no. La Iglesia del Señor Jesús; el cuerpo de Cristo único y general que abarca todos los implementos. Ese es el negocio, la enseñanza del negocio del Padre. Eso era lo que el Hijo de David le edificaría al Padre, una casa.


El gran conflicto entre dos líneas

Pero toda esa edificación acontece en medio de un conflicto. El Señor revela principios espirituales a través de símbolos, a través de señales. Ya allá en el Génesis había dicho Dios a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya” (Génesis 3:15). ¿Para qué? Dice Dios que toda la historia de la humanidad consistiría básicamente en un conflicto entre la serpiente y la mujer; entre la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente.

Hay dos líneas: Una, la de la mujer, que representa a la esposa de Dios, aquella que es tomada de Él, para Él, para casarse con Él, para complementarlo a Él, para representarlo a Él, coheredera con Él, que lleva el nombre de Él, que actúa y colabora con Él, la esposa; y la otra línea, la línea de la serpiente. Esas dos líneas es lo que explica todas las cosas que acontecen en la historia. En la historia sólo acontecen dos negocios: Uno es el de Dios, que lo realiza a través de la mujer y la simiente de la mujer; y es Cristo y el cuerpo de Cristo, Cristo formado en la Iglesia. Y el otro negocio es el de la serpiente, pues la serpiente también tiene un propósito. Ella, la serpiente antigua, que se llama diablo o Satanás, en el principio lo que quiso fue sentarse en el trono de Dios; ocupar el lugar de Dios. Lucifer dijo: “13Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; 14sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:13-14). Eso significa que Satanás quiere ocupar el lugar de Dios, quiere sustituir a Dios, él quiere pasarse por Dios. Por eso es que el diablo diviniza la creación para robarse la gloria él. Entonces la intención del enemigo es una, y es la que explica el desarrollo de la llamada historia de la civilización humana, porque la serpiente es el mismo dragón.


En Apocalipsis 12 aparece de nuevo una señal: una mujer; y otra señal, un dragón. Lo mismo de Génesis 3:15, aparece en Apocalipsis 12. La mujer de Génesis 3, aparece en Apocalipsis 12 ya más detallada. “1Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. 2Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento”, para dar a luz un hijo; pero dice apareció otra señal que se refiere al dragón. “3También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; 4y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese”. Dice el apóstol Juan por el Espíritu que esa es una señal. ¿Qué es una señal? Una revelación, un símbolo de un principio divino.


Dios se está revelando; todo Su trabajo se realiza en medio de un gran conflicto, en medio de una gran oposición. La mujer y el niño son algo muy tiernos, muy suaves. Un dragón con siete cabezas es algo terrible. Parece que tiene más pinta el dragón que la mujer y el niño.

Pero el Señor determinó que fuera el niño y esa mujer los que reinaran y se sentaran en el trono, y no el dragón; y el dragón es el que se quiere sentar en el trono. Las fuerzas del caos, es la destrucción; pero las tinieblas no prevalecen contra la luz; no prevalecieron contra la luz. Es notorio que esas siete cabezas del dragón se corresponden con las siete cabezas de la bestia. También en Apocalipsis aparece la bestia con siete cabezas, cada una de esas cabezas bestiales es un tipo de civilización humana, pero que se ha levantado lejos de Dios.


La historia de la humano ha discurrido a través de grandes imperios: Los egipcios, los asirios, Babilonia, los medos-persas, Grecia y Roma, que es la civilización actual, la occidental, y la otra bestia, la del capítulo 13 de Apocalipsis, la que parece que es un cordero, pero habla como dragón y que hace descender fuego del cielo, y que prepara una manipulación y extorsión económica, en la cual nadie pueda comprar ni vender, sino el que esté marcado con la señal de la bestia, la cual puede ser su nombre o su marca, no es sino el serpenteo de nuevo. Esa es la historia de la humanidad. Pero aparte de la historia de la humanidad, está la historia sagrada, la historia del remanente de Dios. ¿Qué es la historia de Nabucodonosor, de Alejandro Magno y la historia de todos aquellos grandes líderes? Solamente la manifestación de las cabezas del dragón a través de la política; la historia del mundo. Ese es el dragón, y es ese con todas sus cabezas el que está siempre ahí parado, listo para comerse, devorarse al niño de la mujer vestida del sol.


Todo el mundo, toda la organización que parece grande, tiene un objetivo: se paró a fin de devorar al niño cuando naciese. Así como cuando iba a nacer el Señor Jesús de María, lo cual, además de historia, también es figura, estaba listo Herodes para matarlo; pero el Señor llevó al niño a Egipto y estuvo allá más o menos tres años y medio, que es lo que se calcula hasta que murió Herodes el Grande, y después volvió a Nazaret. Así como se dio con Israel en Egipto, y se dio con Jesús en Egipto, ahora se da con la Iglesia, sacada del mundo.


Estamos viendo que toda la Biblia nos muestra dos desarrollos, y uno de ellos es el negocio de Dios, que es la edificación de Su casa, que es lo mismo que el crecimiento de ese niño en el vientre de la mujer; aunque ese niño en el vientre de la mujer es Cristo formándose en la Iglesia; porque Jesús dijo: “20De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. 21La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. 22También vosotros ahora tenéis tristeza...” (Juan 16:20-22). De manera que ese asunto de la mujer gestando un bebé hasta que nace, es una actitud de la Iglesia; y por eso era que el apóstol Pablo decía: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gálatas 4:19). Es la formación de Cristo en la Iglesia desde la edificación de Eva, desde Bethel (la casa de Dios), de la erección del tabernáculo; pero todo ese negocio se realizará en medio de grande oposición y en medio de gran peligro. Tiene todas las cosas en contra. Tiene al diablo en contra, tiene la carne adámica en contra, la condición pecaminosa, tiene al mundo entero en contra.


Lo único que está a favor es la voluntad de Dios, el celo de Su casa. ¡Aleluya! Él quiere Su casa, Él quiere eso. El diablo no quiere, pero el Señor dijo: “Ésta (la simiente de la mujer) te herirá en la cabeza, y tú (la serpiente) le herirás en el calcañar”. Entonces la simiente de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente, y la serpiente sólo le herirá en el calcañar; hará heridas, pero no son sino en el calcañar. La simiente de la mujer aplasta la cabeza de la serpiente, y eso ya aconteció en la persona del Señor Jesús; pero ahora tiene que aplicarse esa victoria a través de la Iglesia, porque el Cristo, el Hijo de Dios, está siendo gestado, formado en la Iglesia.


La edificación de Cristo en la Iglesia, el cuerpo de Cristo, de Cristo como un organismo vivo, el Cuerpo, se tiene que realizar en medio de grandes combates, en medio de grandes malentendidos. Hay muchas luchas, hay muchas condiciones confusas, hay muchos ataques sutiles; y todo ese montón de sutilezas, Dios que todo lo sabe, lo tipificó en los libros del Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento vemos la tipificación de esas dos líneas, la línea de Dios y la línea de la serpiente; también vemos los tipos de ataque de la serpiente, los tipos de pruebas que pasaron los patriarcas, que pasó después el pueblo de Israel en el desierto, y a la vez la edificación de Dios.

También vemos las rebeliones que hubo, las confusiones que hubo, las divisiones que hubo de parte de Satanás; pero la edificación sigue. Después de eso, Dios inspiró lo siguiente.


A través de las Escrituras

Levítico. En el libro de Levítico Dios dice cómo es que un pueblo santo va a vivir con coordinación y sanamente, de la unción, del servicio a Dios en Su casa, en su sitio y a la manera de Dios.

Números. Este libro se llama así porque ahí hay censos, hay órdenes, hay campamentos, hay puertas del norte, puertas del sur, puertas del este, puertas del oeste; todas estas cosas. La preparación del pueblo, que en esos días todavía era un tropel, pero en Números ya se va volviendo tropa. De tropel, el pueblo llega a ser tropa. En Éxodo todavía no es tropa; apenas es pueblo, pero todavía no saben dónde tienen que acampar, ni cómo, ni bajo qué autoridad, ni en qué orden, ni qué es lo que tienen que hacer, ni cómo tienen que marchar. En Éxodo y Levítico se redime y se coordina el pueblo para llevar adelante el negocio de Dios en figura, como ejército de Dios; pues el libro de Números es también figura. Y luego de que ya todo el ejército está listo y ya están como para entrar a tomarse la tierra, entonces en ese momento aparece el quinto libro: Deuteronomio.


Deuteronomio. Vamos a repasar la ley. Cuando entréis a la tierra, el santuario lo haréis así, no como le parezca a cada uno, sino que debe ser en el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere para poner allí Su nombre. Allí lo adoraréis, y no le presentaréis tus holocaustos como bien te pareciera, sino donde el Señor escogiere. Y empieza Dios a dar instrucciones de cómo va a ser el rey, cómo va a ser la guerra, cómo va a ser esto, cómo va a ser aquello. Entonces Dios, ese ejército que organizó en Números, lo prepara en Deuteronomio para el libro de Josué.


Josué. Josué es el libro de la conquista; para tomarse la tierra; tomársela ciudad por ciudad. Después de cruzar el Jordán, tomarse Gilgal, tomarse Jericó, tomarse Hai, tomarse todas las demás ciudades. Cada uno de los nombres de esas ciudades tiene un significado. No puede haber conquista sin haber Números; no hay Josué sin Números, pero no hay Números sin Éxodo, y no hay Éxodo sin Génesis.


Toda la Biblia es la revelación del misterio escondido desde los siglos en Dios. En el Antiguo Testamento estaba aconteciendo todo como en figura, como sombra de las cosas celestiales, pero en el Nuevo Testamento comienza a ser revelada su esencia espiritual en la edificación de Cristo en Su cuerpo. La Iglesia, como cuerpo de Cristo, quiere decir un cuerpo para Cristo, para que Cristo mismo se mueva, para que la vida misma de Cristo se mueva. Eso es lo que legítimamente es el cuerpo. El cuerpo de Cristo no es una teoría, el cuerpo de Cristo es un organismo vivo habitado o movido por Cristo.

El cuerpo de Cristo está formado por todos aquellos en que Cristo mora y se mueve, y el cuerpo de Cristo es movido por Cristo, y el actuar de Dios es a través del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.


El Antiguo Testamento no termina con Josué. Dios sabía lo que sucedería después de que muriera la generación de los ancianos que habían visto las cosas que Dios había hecho; se levantó luego una generación que no había estado cerca de los asuntos, que no conocían las cosas de primera mano, sino apenas de oídas, y ahí fue cuando comenzó el libro de Jueces.


Jueces. A veces el pueblo se olvidaba para qué habían sido introducidos en la tierra; se olvidaban que lo que ellos tenían que hacer en la tierra era establecer varios reinos, donde Dios reinase, reposase y se expresase; pero ellos no entendían para qué estaban en esas ciudades, en esas localidades, y en vez de darle el lugar al gobierno de Dios, dice una frase que se repite en libro de Jueces, y así termina el libro de Jueces: “No había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”. Y por eso es que a veces Dios, para que entendieran qué era lo que había pasado, permitía que fueran oprimidos o por los filisteos o por los madianitas o por cualquier otro; para que se dieran cuenta de lo que habían hecho.


Cuando estaban debajo de aquella opresión, a veces por catorce años, veinte años, clamaban a Dios y Dios levantaba algún juez que los librase; pero luego ellos se volvían a olvidar, y seguían haciendo las cosas a su manera, y venía otro período de opresión. Y así vemos una historia de largos altibajos. Suben y bajan, suben y bajan. En el libro de Josué era conquista; pero en el libro de Jueces es sube y baja, sube y baja. A veces por allí Sansón, por allí Gedeón, por allí Jefté, pero otras veces debajo de aquellos otros en opresión. Entonces ahí es cuando llega la hora de entender que Dios está buscando reinar. Ahí comienzan los libros de los reinos.


Reyes 1, 2, 3, 4. Es decir, los dos libros de Samuel y los dos libros de Reyes son esos cuatro libros de los reinos; porque Samuel hizo el reino, pero ellos no hubieran entendido el reino si no hubieran pasado por las experiencias de Jueces. A veces no comprendemos el gobierno de Dios, porque el gobierno de Dios es espiritual, hasta no haber sufrido muchas presiones. A veces es así. Solamente después, cuando se ha aprendido todo lo que es hacer lo que a uno le parece y con lo que a uno le parece, ahí es cuando el pueblo dice: Bueno, necesitamos un rey, ahora sí queremos un rey; pero el problema era que el rey que ellos querían no era el Señor. Sí, aprendieron que necesitaban rey, pero lo que no habían aprendido todavía era que el rey que necesitaban era Dios mismo.


Y entonces le tocó a Dios decir: Bien, voy a darles un tiempo con Saúl. Saúl hizo un reino pero no conforme al corazón de Dios, sino conforme al querer de ellos; pues a veces los hombres escogen las autoridades que a ellos les gustaría. ¿Y saben qué pasa? Sufren como sufrió Israel debajo de Saúl. El Señor les dijo: ¿Saben qué va a hacer vuestro rey? Los va a manipular, los va a explotar, va a convertir a vuestras hijas en sirvientas, a vuestros hijos en soldadillos. Va a sacar lo mejor de vuestras tierras, de vuestras riquezas para engordar sus cortes.


El Señor le dijo a Samuel: "No te han desechado a ti, sino a mí me han desechado" (1 Sam. 8:7). Porque Samuel hablaba en nombre de Dios; como él los llevaba hacia Dios, pero ellos querían las cosas a la manera como ellos pensaban. "No te queremos a ti, Samuel, queremos a Saúl"; y Dios dijo a Samuel: Yo sé que tú no les has engañado en nada; tú no haz estado sacándoles o sonsacándoles en nada; no es a ti, Samuel, a quien han desechado; es a mí.


Fíjense que el negocio sigue su camino, y debajo de la historia de Samuel y de Saúl, Dios fue formando a David. David no podía aparecerse de un día para otro. Para que David pudiera representar a Dios, y no a sí mismo, tenía que haber sufrido el gobierno atrevido de Saúl; y debajo del gobierno y del sufrimiento de Saúl, David aprendió cómo es que hay que reinar y cómo no; cómo es que se gobierna para Dios y cómo no; porque todo el negocio es el reino de Dios que entre nosotros está. Es que le llegó la hora a David, pero el reino de David es en Jerusalén. David empieza por allá, detrás de la majada; luego venciendo a Goliat y luego casi venciendo a Saúl, y sufriendo la persecución de Saúl, y escondiéndose y siendo probado a ver si respetaba o no la autoridad, y Dios ponía a Saúl en su mano para ver si se vengaba por sí mismo, y él no lo hacía.


Esa era la prueba que estaba pasando David. David honró a Dios, y fue un hombre conforme al corazón de Dios, y por eso Dios dijo: David, tu hijo me edificará casa. Ahora sí era la hora de edificar la casa. David tenía que conquistar la tierra, el territorio, los materiales, recibir de Dios el plano para edificar la casa; pero no se puede hacer de un día para otro; tendría que haber pasado las estaciones de David.


Crónicas. Ahora sí le llegó el turno a Salomón. Salomón comienza ahora sí a edificar la casa, y a edificar el reino para Dios. Dice Dios que el reino de Salomón, era el reino de Yahveh. Al trono de Salomón, en la vida se llama el trono de Yahveh. ¿Por qué? Porque Salomón no reinaba para sí, sino que representaba el sentir de Dios, del Espíritu de Dios y de la Palabra de Dios. Y allá aparece lo que había sido la costilla edificada, luego una Bethel, un tabernáculo, ahora aparece más ampliada. Porque de una costilla a una casa hay un avance; y de una casa a un tabernáculo hay otro avance, y de un tabernáculo a un templo hay otro avance. Cada vez Dios iba revelando más detalles, y más detalles y más detalles. ¡Ah! pero el diablo insiste. ¿No ve que el dragón no tiene sólo una cabeza? Tiene siete cabezas, y hace caer al justo siete vece, no una sola vez. Y si insiste, y vuelve otra vez a crear problemas, entonces ya no es necesario solamente el libro de Jueces, sino el libro segundo de Reyes y el libro segundo de Crónicas, donde se ve multitudes de situaciones irregulares por las que tiene que pasar el rey, donde cualquier cosita que no se hace bien tiene sus consecuencias; y allá aparecen nítidamente patentadas en la historia de Reyes y de Crónicas, donde en un montón de reyes están tipificadas un montón de situaciones como las que tenían que pasar en ese entonces.


Ezequiel. ¡Ay, ay! Cómo termina el libro de Reyes y el libro de Crónicas, en Babilonia; es decir, que todo aquel trabajo de Dios, está siendo resistido constantemente por el dragón, por una de esas cabezas; pero justamente en Babilonia Dios no ha terminado su negocio, y le dice a Ezequiel: Ezequiel, te voy a mostrar la casa que yo quiero. Te voy a mostrar todas las disposiciones; te voy a decir cómo son los pórticos, las entradas, este ángel mío, con una caña te va a medir puerta por puerta, muro por muro, ventana por ventana; cómo es que yo quiero las ventanas por dentro, cómo es que las quiero por fuera. Ellos estaban en Babilonia, la casa estaba quemada, estaba el pueblo esparcido; pero Dios sigue queriendo Su casa, y por allá entre los espinos y escorpiones se encuentra Ezequiel, uno de los que gimen por la ciudad, y el Señor le dice: Ezequiel, yo te voy a mostrar la casa, y tú, si el pueblo se arrepiente, tú enséñales cómo es la casa que yo quiero; tú les vas a mostrar todas sus disposiciones, sus diseños, todas las cosas; porque Dios sigue queriendo Su casa.


Siete veces caerá el justo, porque siete cabezas tiene el dragón, pero siete veces se levantará porque poderoso es el Señor para levantarlo; y el Señor sigue con los justos. ¡Aleluya! Después de Crónicas viene Esdras.


Esdras. ¡Aleluya! Dios empieza a ilustrar primero el altar, porque no puede haber casa sin haber altar, después los fundamentos de la casa, y después la casa hasta cierto punto, y después se termina la casa, y después, así como alrededor en Éxodo y Levítico, se edifica el campamento. Después de Esdras viene Nehemías.


Nehemías. Así como Esdras corresponde a Éxodo, Nehemías corresponde a Números, porque Éxodo es la salida de la cautividad para edificar el tabernáculo, pero Números es la organización de toda la nación de todas las actividades, de toda la marcha y del ejército, y del gobierno de Dios desde su casa. El reino teocrático de Dios. La aplicación del gobierno de Dios a toda la vida práctica y a toda nación; para eso es Números . Es lo mismo después de Esdras que con Zorobabel y Josué edificaron la casa como Moisés: El Tabernáculo.

Después viene Números, y allí edifica el ejército, viene Nehemías y restaura la ciudad, ya no sólo la casa. Con Esdras sólo se restaura la casa, en cambio con Nehemías se restaura la nación. Porque Dios quiere traer a las naciones a la obediencia del Rey firme.


Daré, pues, las naciones. Pero la nación no puede ser restaurada, si no es primero restaurada la casa, y la casa no puede ser restaurada si no ha sido restaurado el altar. Si yo no me consagro a Dios y a su voluntad, no puede ir y tener casa. Pero con aquellos que se consagran, Él levanta Su casa; y cuando Él ha levantado Su casa, entonces comienza a tomarse ciudad por ciudad, hasta tomarse la nación. Y es el Reino, la aplicación del Reino.


Comienza lo que el Señor Jesús dijo: Hágase tu voluntad aquí en fa tierra, como se hace en el cielo. Comenzando por Jerusalén, luego en Judea, luego en Samaria, hasta lo último de la tierra, todos 3, 5, 10, 12, 15, y en otras localidades. Otros 10, 12, 15, 20; y en otras localidades otros 5, 10, 14, 50; y en otras localidades, y así el Señor va restaurando el altar, la casa y el reino. Allí está otra vez Josué. Y entonces ahí sí tiene que venir Josué, pero ahora el verdadero Josué. Y después de los libros de restauración entonces viene Malaquías.


Malaquías. Dice: Bueno, he aquí envío mi mensajero delante de su faz, el cual preparará el camino delante del Mesías, y allí le dijo a Juan el Bautista: Anuncia la venida del verdadero Adán, el verdadero Moisés, el verdadero Josué, el verdadero Samuel, el verdadero David, el verdadero hijo de David, o Salomón, y el verdadero Esdras; ahí viene el Mesías, y ahí viene la iglesia.


La Iglesia. Ahora la Iglesia comienza a vivir todo aquello, pero en espíritu y en verdad. Ahora es en verdad. Hasta aquí todo había sido testimonio de lo que se había de decir; pero ahora es lo que se está diciendo, ya no lo que se había de decir; sino lo que se está diciendo.

Eso es el Nuevo Testamento; eso es la palabra del Señor Jesús. Ese es el EVANGELIO DE DIOS, el pacto; ese es el verdadero pacto. Ese es el ministerio del Cuerpo de Cristo; es una realidad. Hoy es la realidad.


Todos los libros de la Biblia son para ayudarnos a entender desde todos los ángulos, para mirarlo desde todas las dimensiones, como si fuesen una realidad virtual, como se dice hoy, como si se proyectase en otra dimensión. Para eso es el Antiguo Testamento, para que entendamos a Dios, las maneras de Dios.


Entonces, hermanos, toda la Biblia es un solo negocio. El Señor nos tiene para que le entendamos a Él, para que le comprendamos a Él; no seamos necios, no vayamos a hacer el papel de los perdedores, sino de los victoriosos. El Señor tenga misericordia de nosotros, el Señor nos guarde en Su santa paz, en Su santa humildad; porque se trata de Su gobierno, de Su reino, de Su vida, de Su formación, del gobierno de Cristo. El Espíritu de la Palabra de Dios. Que Dios se forme corporativamente en la Iglesia, que le hagamos tabernáculo, que le hagamos altar, que le hagamos un arca, una mesa, un templo, un incensario, unas trompetas, un ejército en orden, que le tomemos las ciudades. ¿No es eso lo que le dijo a Adán? Sojuzgad la tierra, hacedla crecer, multiplicaos, henchid la tierra y sojuzgadla. Eso es lo mismo que hizo él solo.


Pero se corresponde con Josué. Si tú tomas ese versículo, es el mismo principio del libro de Josué, pero el libro de Josué sigue siendo figura.

Hoy es la realidad con nosotros los hijos de Dios; allí nos estaba esperando. Todos los patriarcas, los sacerdotes, los profetas, los escribas, los reyes, los apóstoles, los llamados "padres" de la Iglesia, los reformadores, todos han trabajado para nosotros; y nosotros hemos entrado en sus labores para continuar el trabajo. Tenemos que entender a qué trabajo fuimos convocados, en qué lugar del negocio estamos, porque mejor es el fin del negocio que su principio; y si aquello fue tan glorioso, la gloria postrera será mayor que la primera.


No se desanimen cuando vean al dragón listo echando sus zarpazos para tratar de devorar al niñito; cualquier cosita hay que lucharla, cualquier reunioncita tiene tanta resistencia, cualquier localidad que va a comenzar es como una plantita, y le viene toda clase de cosas para destruirla. Ese es el dragón queriendo devorar el bebito que se está formando en la mujer; pero entendámosle a Dios. Él quiere al hombre para que le sojuzgue la tierra, en Su nombre; portándolo a Él, teniendo comunión con Él, representándolo a Él, y no aisladamente, sino corporativamente. Porque cuando Dios dijo: Hagamos al hombre, se refería al género humano, y el hombre que Dios estaba pensando a imagen de Su Hijo, es la Iglesia. La Iglesia es el hombre en que Dios pensaba, porque Él sabía que muchos caerían, pero la Iglesia sería la que cumpliría la misión del hombre; la Iglesia es el hombre que Dios estaba esperando en Cristo. Existe humanidad para que exista Iglesia, para que exista Iglesia a imagen de Dios.


Amados, vosotros que sois de Cristo, nosotros que somos de Cristo, somos muy privilegiados. No tenemos que defraudar el corazón del Señor. El Señor ha estado esperando por largo tiempo. No sea que venga y hiera la tierra con maldición. Gracias a Dios que no será así. Él no quiere que sea así; Él busca que alguien se interponga, que le ruegue que Él siga Su negocio.


Hermanos, no importa cuanta oposición exista; el Señor sigue y comparte Su corazón, y nosotros tuvimos la suerte de haber sido salvados, perdonados, estamos siendo soportados, estamos siendo tratados para Dios, para el negocio de Dios; y hagámosle a Dios lo que Él quiere que le hagamos; que pueda contar con nosotros. Esta ha sido una introducción panorámica de la Biblia, para que después tenga sentido cada detalle, cada rinconcito, cada detallito, cada paso. Es el todo lo que da significado a la parte. Antes de entrar por partes, era necesario leer esto ¿Amén?

 
 

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