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INTRODUCCIÓN ACERCA
DEL VERBO DE DIOS
La Revelación que Dios ha dado de Sí mismo ha sido a través de Su Verbo, el cual se hizo carne, semejante a los hombres,37 y vino a la tierra en la Historia, y nos dio y da a conocer al Padre.38 El propósito de Dios es reunir todas las cosas en Cristo,39 reconciliar en Él y por Él. Jesucristo es, pues, el fundamento puesto, y nadie puede poner otro fundamento.41
La intención de Satanás ha sido colocarse a sí mismo en el lugar de Dios,42 y el misterio de iniquidad, por el espíritu de anticristo, trabaja en ese propósito malévolo, a fin de colocar al inicuo satánico en el lugar de Dios.43 Es por esa razón que la serpiente procura presentar a otro Jesús, con el fin ulterior de sustituirlo. El espíritu de anticristo se caracteriza por su manera de enfocar a Cristo;45 procura confundir a la Iglesia acerca de Jesucristo, presentando a otro Jesús, de manera que nos aparte del verdadero y nos atraiga poco a poco y sutilmente a un falso cristo.
Quien no conozca, pues, al verdadero Cristo, puede caer en las redes de uno falso. Conocer a Cristo es, pues, el asunto de mayor importancia; sólo por Él conocemos al Único Dios verdadero; Jesucristo es, pues, el Fundamento. El Espíritu de Dios se caracteriza por su confesión del Cristo;47 la Iglesia está edificada sobre la Roca de la revelación y confesión de Jesucristo como el Hijo del Dios viviente.48 El Espíritu Santo glorifica al Hijo49 y lo presenta como Señor;50 cualquier supuesta "revelación" que disminuya o niegue al Hijo, no proviene del Espíritu de Dios, y es característica de la serpiente; y es tan sutil el asunto, que en muchos casos se pretende confesar al Hijo al mismo tiempo que se le niega, como veremos, Dios mediante, más adelante.
Es posible que algunos hijos de Dios, niños en Cristo e inmaduros para discernir la Voz del Espíritu, y con insuficientes elementos de juicio para examinar, sean en parte confundidos. Pues Jesús dijo que engañarían, si fuese posible, a los escogidos;52 pero al conocer la verdad, son libertos, pues el Espíritu de verdad oye lo que dicen los apóstoles de Cristo, que hablan desde las Escrituras; el espíritu de error no escucha a los apóstoles y permanece en error.53
¿Quién es, pues, el Verdadero Cristo que presentaron sus apóstoles? Debemos enfrentarnos a su Testimonio. Comenzaremos el examen con la magistral presentación del apóstol Juan en su evangelio; éste fue el último en ser escrito, y uno de los últimos libros de la Biblia escrito con conocimiento de causa, y específicamente en medio de un ambiente que comenzaba a ser infestado por el trabajo del espíritu anticristo; de manera que el valor de sus declaraciones es inapreciable, ya que son tan específicas y equilibradas, que si las tomamos cuidadosamente en cuenta, nos evitarán de deslizarnos en cualquiera de los extremos. De antemano advertimos que se hace necesario tomar en consideración todos los aspectos de la verdad presentados acerca de Cristo, el Verbo de Dios encarnado.
Un énfasis parcial, en desmedro de otro aspecto igualmente importante, nos daría una visión deformada del verdadero Cristo. Debemos, pues, tener en cuenta al mismo tiempo todas las declaraciones acerca de Él para no desviarnos; debemos observar juntamente con Su Generación, Su Eternidad; con Su co-existencia, Su Deidad; con Su Deidad, Su Humanidad. Ver tan sólo Su co-existencia con Dios, sin ver juntamente Su Divinidad, nos puede llevar a dividir la Substancia esencial. Ver tan sólo su Divinidad sin ver juntamente Su co‑existencia con Dios, nos puede llevar a confundir al Unigénito del Padre con el Padre del Unigénito. El Verbo es Unigénito, engendrado; el Padre no, sino que es ingénito, y es Quien de Su Plenitud, desde la eternidad, ha engendrado inmanentemente a Su propio Verbo, el Unigénito. Así que acerquémonos con reverencia, prudencia, sinceridad y acatamiento a la revelación que el Padre proveyó para nosotros en forma escrita. Igualmente puede decirse del Espíritu Santo, que procede del Padre, sin embargo, el Padre no procede; en esto se distinguen.
Leemos del evangelio según Juan 1:1,2,3, 10,14,18; estos versos nos hablan de Su Identidad (léase en privado el contexto completo).
"1En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2Éste era en e1 principio con Dios. 3Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho... 10En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11A lo suyo vino... 14Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros [y vimos su gloria, gloria com del unigénito del Padre], lleno de gracia y de verdad... 18A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer".
El apóstol Juan conoció personalmente a Jesucristo, Su Persona y Su gloria, Sus obras y palabras; él no escribe mera teología, él escribe Historia; él describe a Aquel a quien llegó a conocer cada vez más íntimamente; él nos presenta al que conoció, no al que se imagina; confiesa no sólo lo que cree sino lo que palpó; habla de la evidente realidad objetiva con la que se encontró en su vida.
Recordemos que él fue testigo de Su gloria: "y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre". "1Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al verbo de vida 2(porque Ia vida fue manifestada, y Ia hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); 3lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo".
Juan se presenta, pues, como historiador testigo; su interpretación teológica le fue forzada por la evidencia histórica; de los hechos nació su teología; el lenguaje no le agrega nada. Sólo aquellos que por el Espíritu comienzan luego a gustar de aquella revelación gloriosa, llegan a entender la propiedad de las expresiones apostólicas y el contenido de profundidad que hay detrás de ellas, pues una cosa es conocer lo que dice la Escritura, y otra conocer a Aquel de quien apropiadamente éstas hablan. Al conocer al Cristo resucitado, por el Espíritu que vino para glorificarlo entre nosotros, vemos cuán auténtico es el testimonio de Juan; no sólo es teología, es realidad. Esto lo digo, pues, a propósito de los que menosprecian la magnitud de la confesión juanina, y la realidad objetiva que hay detrás de ella; la realidad de gloria que él palpó y que anuncia para invitar a conocer y comulgar.
Juan le llama, pues, a Jesucristo, nuestro fundamento: "El Verbo de Dios". Detengámonos, pues, primeramente en el concepto de Verbo.
¿Qué significa "el Verbo"? Esta no es una palabra ideada o inventada por el apóstol, sino una palabra ya existente y con profundo significado en su contexto histórico, la cual Juan, guiado por el Espíritu Santo, usó para aplicarla con propiedad a Jesucristo. Así que la palabra "Verbo" que Juan aplica a Jesucristo, por el Espíritu Santo, era ya usada en y antes de su tiempo.
"Verbo" es la traducción de la palabra griega "Logos" (λόγoς). Ya desde Heráclito, 500 a.C., los filósofos griegos hablaban del "Logos". Agustín de Hipona confiesa haber ya encontrado en la filosofía griega el concepto de "Verbo", aunque no el de Su encarnación. El Verbo es, pues, la Palabra, el Concepto, la Expresión, la Mente, la Sabiduría, la Razón fundamental. Cuando los filósofos griegos observaban el universo, descubrían en él un orden tal y un designio tal, que concluían que detrás de todas estas cosas había una razón fundamental que sustentaba el orden y el designio de todas las cosas; tal razón era el Logos que dirigía el curso cósmico y universal. Pablo apóstol escribía de Cristo, el Verbo encarnado, que todas las cosas en Él subsisten, y la carta a los Hebreos nos informa que Él es quien sustenta todas las cosas con la Palabra de Su Poder.56 Ya con Alejandro Magno, el imperio griego estuvo en su apogeo; él fue el rey primero, el cuerno grande entre los ojos del macho cabrío de la visión de Daniel (8:5-8, 21,22), del cual sucedieron cuatro, los cuatro (4) generales que se dividieron el imperio y de los cuales se sucedieron las dinastías de los Antíocos y Seléucidas, y los Ptolomeos, los reyes del Norte y del Sur,57 que atravesaron la Palestina; el libro de los Macabeos también nos informa de esto. Así que la cultura griega penetró a la Palestina y hubo quienes intentaron helenizar el Judaísmo, o a lo menos hacerlo inteligible al Helenismo.
El judío Filón, contemporáneo de Cristo, hablaba también del Verbo, como de la Sabiduría Divina, intermediario para la creación. El Apóstol Juan escribía, pues, en ese contexto histórico, acerca del Verbo de Dios, reconociendo Su existencia objetiva más allá del mero concepto metafísico. El Verbo es entonces la Palabra creadora de Dios, la Palabra que le revela, el Concepto, tan perfecto que expresa a Dios mismo tal cual Dios es, siendo igual a Él y uno con Él, engendrado de Él. El Verbo es la Sabiduría de Dios, por la cual Dios lo conoce todo y aun a Sí mismo en forma perfecta; de modo que el Verbo es Su Propia Imagen, Su Expresión.
Cfr. Juan 1:14,18. 37Filipenses 2:7. 38Juan 17:26; 1 Juan 5:20. 39Efesios 1:10.
Cfr. 2 Corintios 5:19. 411 Corintios 3:11. 42Isaías 14:14. 432 Tesalonicenses 2:3,4.
Cfr. 2 Corintios 11:13.4. 451 Juan 2:22,23; 4:3; 2 Juan 7.
Cfr. 1 Juan 5:20. 471 Juan 4:2. 48Mateo 16:16-18. 49Juan 16.14. 501 Corintios 12:3.
Cfr. Gálatas 3:1‑5. 52Mateo 24:24. 531 Juan 4:6.
Cfr. Colosenses 1:17. 56Hebreos 1:3. 57Daniel 11:3‑24.
Consideraciones más exhaustivas del autor a este respecto pueden verse en “Cristo en la Eternidad y la Trinidad”.
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