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Consulta y tropiezo.-
Tenemos abiertas las Escrituras en el libro de Ezequiel, en el capítulo catorce; los primeros versos dicen así: “Vinieron a mí algunos de los ancianos de Israel, y se sentaron delante de mí.
Y vino a mí palabra de Yahveh diciendo: Hijo de hombre, estos hombres han puesto sus ídolos en su corazón, y han establecido el tropiezo de su maldad delante de su rostro. ¿Acaso he de ser Yo de modo alguno consultado por ellos?”
Son tremendas estas palabras del Señor a Ezequiel acerca de aquellos ancianos que se acercaron dizque a consultar al Señor; eso era para tomar una apariencia exterior de piedad, pero la realidad es que sus corazones ya se habían decidido por su propio tropiezo.
Es, pues, necesario, lo repetimos, que para penetrar en los negocios del Señor, en el misterio de Su palabra, necesitamos un corazón dispuesto al Señor; que la cruz opere en nuestro corazón. Muchas veces tenemos un mero ambiente exterior de piedad, pero eso no basta para que la luz del Señor ilumine nuestros corazones.
Ezequiel también registra en el capítulo treinta y tres, del verso treinta al treinta y tres, que el Señor le dice: “Y tú, hijo de hombre, los hijos de tu pueblo se mofan de ti junto a las paredes y a las puertas de las casas, y habla el uno con el otro, cada uno con su hermano, diciendo: venid ahora y oíd que palabra viene de Yahveh. Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia. Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra.”
Vemos aquí que el Señor denuncia de nuevo el corazón de su propio pueblo; cómo se alegra en un ambiente de piedad exterior, pero en lo profundo de su corazón está siguiendo tras la idolatría, y tras su propia avaricia.
En Malaquías, capítulo 1:10, el Señor dice que El no se complace de su pueblo, ni aún de muchos de sus ministros; dice: “¿Quién de vosotros cierra las puertas o alumbra mi altar de balde?” Muchas cosas religiosas se hacen con motivos e intereses equivocados; por eso dice el Señor en 1 Samuel 15:23: “Como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación”.
Vemos allí que la obstinación es considerada también idolatría. Muchos estaríamos dispuestos a predicar en contra de los ídolos externos, pero nuestro corazón ha establecido ídolos en aquello que nosotros nos obstinamos por encima d la voluntad del Señor.
También en Efesios 5:5 se nos habla de la avaricia, la cual es idolatría. Muchas veces la avaricia, o la obstinación de nuestro corazón, nos impiden ver la luz de Dios. Si nos acercamos a consultar al Señor, habiendo establecido ya en nuestro corazón lo que queremos, El Señor pregunta: ¿he de ser acaso consultado en modo alguno por ellos?
El Señor guarde nuestros corazones para que estén dispuestos a Su verdadera luz.
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