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LAS ORACIONES
Además de perseverar en la doctrina de los apóstoles, la comunión unos con otros, y el partimiento del pan, la primitiva iglesia perseveraba también en las oraciones. El Señor Jesús había dicho :
"19Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. 20Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt. 18:19,20). Además, pues, de la importantísima oración individual que cada cristiano debe cultivar en su devoción privada al Señor, es la voluntad de Dios que los suyos nos unamos para orar acerca de las cosas relativas al Reino y al propósito Divino.
Ahora bien, orar es hablar con Dios, tratar íntima y directamente con Él de corazón a corazón; es decir, encarecidamente. En esta relación con el Altísimo Soberano, hallamos diversos matices que se manifiestan a su vez en diversas clases de oraciones, todas ellas válidas y necesarias. Existe, pues, la pura adoración, donde nos postramos ante Su admirable grandeza para entregarnos a Él totalmente mientras le contemplamos anonadados. Existe también la alabanza en la que le confesamos y en la que reconocemos Sus excelencias; esta clase de oración está muy relacionada a la acción de gracias, con la que expresamos nuestra gratitud por Él y todos Sus beneficios con que nos ha colmado. También hay oraciones de petición y súplica, de ruego o rogativa, además de la de intercesión. Se ora también para preguntar y para estar a la expectativa en el Espíritu.
Se ora además para participar durante la oración en la lucha espiritual en lugares celestiales contra las huestes de Satán; repréndese, pues, también a Satanás y sus demonios, en el Nombre de Jesús.
Cualquier tipo de oración debe orarse siempre en el espíritu, pues Dios es Espíritu, y la oración es una incursión de nuestro espíritu en el mundo invisible. Pero órese además con el entendimiento; aunque es verdad que algunas veces la oración en el espíritu sobrepasa nuestro entendimiento también, pues, como está escrito: "26Qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, pues conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos" (Ro. 8:26,27); la oración con el espíritu abarca, pues, también misterios (1 Co. 14:2,15).
Los valores por los que debemos orar nos fueron enseñados por el Señor Jesús en el célebre "Padre Nuestro" (Mt. 6:9-13).
En esta comunión íntima y comunitaria, si se hace sinceramente y en el espíritu, Dios suele revelarse iluminando los corazones, e incluso manifestando Su Espíritu en diversos dones tales como sabiduría, ciencia, discernimiento, milagros, sanidades, fe, profecía, diversas lenguas humanas y angelicales, e interpretación (l Co. 12:7-10; 14:26; Col. 3:16; 1 Pe. 4:10,11). Se nos exhorta, pues, a no dejar de congregarnos (He. 10:25), sino más bien a perseverar creciendo en la obra del Señor siempre. Debemos, pues, disponer nuestro corazón para percibir en el espíritu nuestro, la guianza y el movimiento del Espíritu del Señor, y entonces, habiendo examinado todo y retenido lo bueno, ocuparnos en el servicio de Dios por Jesucristo.
En el Santuario que poseía Israel, en el Lugar Santísimo, una porción permanente de las especies e incienso, representa las oraciones en Cristo de los santos; sin embargo, de mañana y de tarde, a la hora especial del rito, se ofrecía la ofrenda especial de incienso. Esto nos señala que existe una oración continua y permanente en el espíritu del cristiano, que le mantiene todo el día y en cualquier labor, ligado en comunión a Dios, ocupándose del Espíritu que dirige, aprueba o reprueba, avisa, restringe, da libertad. De tal comunión continua hablaba Pablo al decir: "orad sin cesar" (1 Ts. 5:17), lo cual está simbolizado con aquella porción reservada permanente en el Lugar Santísimo, que cual especies machacadas representan a Cristo, vida de nuestra oración en el Espíritu, escondida en Dios, a cuya diestra intercede Jesús permanentemente por nosotros. Pero los ritos matutinos y vespertinos del incienso ofrecido, representan también a las horas especiales de dedicación completa, espíritu, alma y cuerpo, al culto del Señor por Jesucristo. Tal como una pareja que siempre vive amándose, pero que tiene horas especiales para manifestarse más estrecha e íntimamente su amor, así también, aunque debemos vivir siempre delante de Dios, hay momentos de cultos especiales. Que la iglesia local persevere en ellos es lo de esperarse.
Por último digamos que sólo existe un Camino para el Padre, y es el Hijo. Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre (Jn. 14:6; 1 Tim. 2:5). Ha sido expresamente prohíbido por Dios inclinarse a imágenes y rendirles culto (Éxodo 20:3-6; Salmo 115:3-8; Is. 44:9-20; Jer. 10:1-16; Hab. 2:18-20; 1 Jn. 5:21; Ap. 21:8; 22:15).
También es abominación comunicarse con otros espíritus de ultratumba, sean o no de muertos, etc. (Dt. 18:9-14; Lev. 19:26,31; Is. 8:19,20)
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