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La Vida de Jesús manifiesta en nuestros cuerpos mortales.-
En la serie de numerales pasados, hemos alcanzado el estadio de la consideración de la aplicación de la gran salvación de Dios también al cuerpo del hombre; hemos considerado la salvación aplicada al espíritu del hombre en la regeneración, y al alma del hombre en la renovación y transformación y configuración paulatina a la imagen de Cristo, y ahora hemos llegado también a la aplicación de la gran provisión de Dios en la resurrección de Cristo a nuestros cuerpos; y estamos viendo dos aspectos: un aspecto, aplicar las victorias de Cristo a favor de nuestro cuerpo, aún antes de que nuestro cuerpo sea transformado y resucitado en la venida del Señor; y también, el segundo aspecto, que es la transformación y resurrección de nuestros cuerpos.
Con respecto al primer aspecto, la aplicación de las victorias de Cristo, por Su Espíritu, a nuestros cuerpos mortales, lo estábamos leyendo la vez pasada, citando a Romanos, capítulo ocho, que volvemos a citar ahora en este numeral, según el versículo once; “Si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús, mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en nosotros”.
Notamos que aquí se nos habla de la vivificación de nuestros cuerpos mortales, por el Espíritu del Cristo resucitado; el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús, transmite la resurrección de Cristo también a nuestros cuerpos, vivificándolos.
Hay una relación entre el espíritu, el alma y el cuerpo; la palabra del Señor dice que “el espíritu abatido seca los huesos”, el espíritu triste afecta los huesos; en cambio, dice que el espíritu alegre hermosea el rostro. Lo que pasa en el espíritu, pasa también a través del alma, y se manifiesta en el cuerpo; por eso es que hay una vivificación de los cuerpos mortales; claro que esto tendrá su plena expresión en la glorificación, cuando seamos transformados en cuerpo a la imagen de Cristo; sin embargo, aun antes de eso, ya recibimos beneficios en nuestros cuerpos; podemos ser sanados de las enfermedades, ser curados de nuestras dolencias, porque Él es Yahveh-Rafah, Él es Yahveh nuestro Sanador, porque por Sus llagas fuimos curados; nuestros cuerpo también reciben el beneficio de la gran salvación de Dios, en la cruz y en la resurrección de Jesucristo.
Leemos un pasaje en la segunda carta de Pablo a los corintios, en el capítulo cuatro, en el versículo diez, donde nos dice así el apóstol: “llevando en el cuerpo siempre, por todas partes, la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”.
Noten este pasaje: la vida de Jesús manifiesta e nuestra carne mortal, la vida de Jesús manifestada en nuestros cuerpos. Por eso decía Pablo a los Tesalonicenses, primera, 5:23: “El mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.
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